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'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.

Los temblores de la existencia: reseña de 'Caballo sea la noche' de Alejandro Morellón

'Caballo sea la noche' de Alejandro Morellón

Salva Robles

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Su extensión inclina a pensar que te la vas a beber de una sentada. Abres el librito, clavas tus ojos ávidos en la página inicial y observas las primeras líneas. Entonces evidencias que vas a leer despacio porque aquí dentro las palabras son un torrente de profundidad perturbadora que adoptan la forma del soliloquio y en algunos momentos acogen un monólogo interior que no llega a serlo del todo, tal es la fina línea que separa a uno y otro. Se alternan dos voces, dos perspectivas, dos mundos, dos maneras de supervivencia. Y detrás del verbo (ese berrido doble de los protagonistas), la vida.

Cada capítulo, que sólo tiene un punto final, se convierte en una vomitona demencial e hilarante, pero lúcida y esclarecedora, en la que nos encontramos la poesía como reflejo, la filosofía como entendimiento, la prosa como delirio y la palabra como condena (y salvación). Pasado y futuro, unidos por un presente manchado de pesadillas, de rencores, de contriciones o secretos que acaban estallando por cada esquina de una prosa que cabalga entre la ironía, el absurdo o lo simbólico. El lector, mientras tanto, pasa las páginas sobrecogido, enganchado a esta familia que es como todas, pero un poquito bastante más herida por culpa de las decisiones y de las ausencias.

La tragedia se masca en cada frase, las heridas se respiran tras cada coma, la alternancia de las dos voces muestra el anverso y el reverso (pero también la reinvención) de unos hechos que arden con cada pensamiento y en cada enunciación de los personajes. Es la abstracción a partir de la conciencia lo que hace que exploten por los mil rincones del alma las dos soledades de sus protagonistas y, entonces, el lector, entregado a una obra hechicera y tentadora, advierte que dentro del libro lo que prima, por encima de todo, es la radiografía (lúcida y no por ello menos dolorosa) de la desdicha y el desamparo hechos percepción, pensamiento y puro desasosiego.

Al final, la prosa descarnada pero también liberadora, dibuja un ambiente entre lo fantástico (de tan execrable, vil y aciago) y lo consciente, que acaba por ayudar tanto a los lectores (que respiran al conocer y comprender los horrores) como a los personajes (que encuentran su redención en esa descomposición de la palabra vomitada). Alejandro Morellón nos recuerda que la esperanza es eso que nos reubica en el mundo y que la compensación está siempre a la vuelta de la esquina.

En tan sólo 89 páginas se ponen a cocer temas como la identidad, la memoria, la inexorabilidad del tiempo en el punzante tránsito de la infancia a la adolescencia, las relaciones entre padres e hijos o los demonios que nos corroen las entrañas. Y este magma de temas acaba hirviendo en un enérgico discurso, tan íntimo como delicado, en el que lo poético se transmuta en energía narrativa. Y la novela (nouvelle más bien) se engrandece con este autor osado, poderoso y versátil al que apetece (mucho) seguirle la pista.

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