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La eterna lucha de Ucrania

Soldados ucranianos en el puesto de control militar en Kiev (Ucrania), el 19 de marzo de 2022

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Mucho antes de que Ucrania existiese como estado, su tierra formaba parte de la gran estepa euroasiática. Un gran páramo habitado por nómadas belicosos que se perseguían unos a otros sin clemencia ni refugio posible. Sin castillos, sin montañas, sin límites ni protecciones naturales, sólo la distancia, casi infinita, podía proteger al fuerte de la amenaza del aún más fuerte.

En los pueblos sedentarios, al fuerte le puede interesar la supervivencia del débil para poder explotarlo. La esclavitud, la servidumbre, distintas formas de estratificación social, el pago de tributos, etc, son formas diferentes de ubicar la existencia del más vulnerable beneficiando al poderoso. En la estepa euroasiática, frecuentemente no se planteaba tanto una situación de opresión como una de exterminio. Los pueblos nómadas a menudo no encontraban utilidad a los vencidos.

Heródoto, el padre de la historia, ya abordaba la historia de pueblos situados al norte del Mar Negro, en la actual Ucrania. El historiador griego nos contó cómo los cimerios, huyendo de la persecución de los escitas, se adentraron en territorio de la Persia aqueménida, aunque los escitas no se arredraron por ello y los exterminaron igualmente. Esta historia inspiró a Robert E. Howard para crear su personaje de Conan el Bárbaro.

La persecución de Darío, el rey de Persia, a los escitas tras la masacre cometida en su territorio le llevó a internarse en la estepa con su ejército e inaugurar una larga tradición de invasiones “civilizadas” en páramos interminables tratando de enfrentarse a elusivos contingentes nómadas. Tras agotarse persiguiendo sombras, los persas regresaron a su hogar, escapando por los pelos y con fuertes bajas. Más de dos milenios más tarde, Napoleón repitió la jugada cuando se adentró en Rusia, y tuvo ocasión de recordar a los escitas protohistóricos. Otros, como Marco Licinio Craso cuando se enfrentó a los partos, tuvieron aún peor suerte y perecieron con su ejército.

Con el paso de los siglos, las interminables estepas de Ucrania dejaron de ser pastos de nómadas para convertirse en inmensos terrenos de cultivo y constituir el llamado “granero de Europa”. Hoy, Ucrania es europea geográfica y culturalmente, aunque con sus particularidades idiosincráticas, entre las que destacan los restos de una historia llamativamente cruel.

Ucrania es uno de los escenarios de los enfrentamientos entre el Este y el Oeste, podríamos decir que entre Europa y Asia, en una simplificación esclarecedora. Aunque las ofensivas europeas más exitosas han tomado la ruta del sur del Mar Negro (Alejandro Magno, Trajano, las cruzadas…), otras como la napoleónica o la de la Alemania nazi fueron por el norte, situando el territorio ucraniano en el centro de la Historia.

Más frecuentemente, Ucrania ha sido el pasillo por el que se han acercado a Europa distintas amenazas asiáticas: hunos, ávaros, mongoles, turcos de distinto pelaje, etc, dejando una estela de destrucción a su paso. Algunos de estos pueblos, nómadas, se dedicaban al exterminio de los habitantes del territorio ocupado, e incluso a “matar la tierra”, es decir, a destruir la posibilidad de cultivar el terreno, reintegrándolo al hábitat estepario. El hambre, la guerra y la muerte violenta han sido visitantes habituales de estos lugares.

La defensa de Europa frente al enemigo del este, no siembre igual de exitosa, ha grabado a fuego en la Historia algunas batallas en las que se ha salvado “in extremis” la supervivencia de nuestra cultura. Maratón, Salamina, Platea, los Campos Cataláunicos, Poitiers, Lepanto y tantas otras, han marcado puntos pivotales en nuestro devenir. Ucrania, hoy, puede estar a la altura de estos momentos históricos.

Para afrontar esta situación crítica, Occidente ha optado por luchar esta guerra con medidas económicas y publicitarias, dejando el combate, y los muertos, a Ucrania. Hoy, Ucrania es tan nuestra como los guerreros de las Termópilas, que lucharon contra los persas mientras el resto de los griegos se preparaba. De su lucha dependemos todos, aunque optemos por mirar a otro lado. Es por ello que, parafraseando a Gerardo Diego, podemos decir:

Nuestra Ucrania, nuestra Ucrania,

nadie a defenderte baja,

nadie se detiene a oír,

tu garganta desgarrada.

 

Inteligente o cobarde,

Europa vuelve la espalda.

No quiere ver en tu espejo

su alma desorientada.

 

Tú, vieja Ucrania, sonríes

entre fusiles y balas,

moliendo los rusos tanques

con tus vidas malogradas.

 

Mientras tanto, toda Europa

mira desde la distancia,

ofreciendo, nada más,

palabras de amor, palabras.

 

Tú, vieja tierra de escitas,

a la vez quieta y en marcha,

luchas siempre el mismo horror

muriendo en distintas almas.

 

Nuestra Ucrania, nuestra Ucrania,

nadie a defenderte baja,

ya nadie quiere atender

tu heroica lucha en la nada.

 

Salvo románticos poetas

que preguntan por sus almas

y siembran en tus batallas

palabras de amor, palabras.

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