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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

El nacionalismo de la carne

Alberto Garzón, ministro de Consumo, en un reciente acto en Madrid.

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El ejercicio de la oposición contra el Gobierno de España ha dejado de dirimirse en términos de un sano debate político para adquirir la forma de una cruzada. Los cristianos -encarnados en los dirigentes del PP y de Vox- contemplan la Moncloa como aquella Jerusalén invadida por hordas de infieles, que ponen en peligro las esencias de nuestra cultura milenaria. La mitad de España considera que los espacios sagrados de la patria han sido usurpados y desvalijados por una alianza socio-comunista que quiere destruir una larga historia de fe y de respeto a las costumbres. Como es fácil colegir, así es imposible plantearse el desempeño de la política como una posibilidad de progreso. Está todo tan embarrado por mitologías medievales e imperialistas que, a día de hoy, España se halla inmersa en un anacronismo paranoico en el que cualquier situación es interpretada por la derecha y la ultraderecha en clave nacionalista.

El último episodio que permite comprender este peligroso contexto ha venido dado por las declaraciones realizadas por el ministro Alberto Garzón al periódico británico The Guardian. Su defensa de la ganadería extensiva y de las granjas familiares en detrimento de la ganadería intensiva ha suscitado una cascada de declaraciones desde las filas del PP y de Vox, que intencionadamente han desviado el foco de atención del necesario debate propuesto por Garzón. Como se ha demostrado en todo lo relativo a la crisis medioambiental del Mar Menor, PP y Vox han establecido con los sectores productivos relacionados con la tierra -agricultura y ganadería- una relación basada en el inmovilismo identitario: no solo los agricultores y los ganaderos constituyen la esencia económica y cultural de este país, sino que, además, sus prácticas resultan legítimas en cualquiera de sus manifestaciones. Resulta indiferente que, con sus métodos predadores y esquilmadores, los acuíferos y el aire se contaminen, y los animales vivan hacinados y bajo un estrés insoportable. Con tal de ir contra el “ministro comunista”, la confrontación espoleada por PP y Vox se plantea a ciegas, imbuida de un estado de histerismo patriótico que no deja en ningún momento atravesar el grosero plano de la superficie. Lo de menos, en este caso, es diseñar modelos de producción sostenibles con el medioambiente y, sobre todo, que ayuden a mejorar a los agricultores y ganaderos en el medio y largo plazo. Aquí lo que importa es engrasar la maquinaria de un nacionalismo de la tierra, desde el que la derecha y la ultraderecha han renunciado a hacer política económica y medioambiental para, en su defecto, ondear un universo de rancias mitologías que, centradas en agricultores y ganaderos, busca hacerlos aparecer como las víctimas de un proceso de des-identificación de la nación española.

Todo cuanto Alberto Garzón declaró a The Guardian se encuentra en consonancia con las políticas de la Unión Europea. Sinceramente, en un momento en el que la labor política resulta más previsible y, por lo tanto, menos capaz de resolver los muchos y graves problemas estructurales que tiene el planeta y la sociedad, reconforta que un ministro hable de cuestiones como “bienestar animal” y “consumo moderado de carne”. ¿Acaso España se verá mermada en su “españolidad” por el hecho de que las granjas contaminen menos, los cerdos y aves mejoren en calidad de vida y los ciudadanos interioricen una dieta más saludable? ¿Tan sumamente absurdos y ridículos nos hemos vuelto para que valores tan básicos como estos sean interpretados como una agresión contra la patria? Por no hablar de los miles de tuits que, con una chulería patética y falocéntrica, se burlaban de las declaraciones del ministro, exhibiendo suntuosos platos de carne, como si con ello se contribuyera a una causa justa. Yo soy el primero que se considera un mal animalista: he estado largos periodos sin comer carne, pero, en la actualidad, lo hago -moderadamente, y sin alardear de ello-. No he sido capaz de eliminarla de mi dieta, y eso no me convierte en un héroe nacional. Es más, a nivel personal lo considero como un fracaso. Jamás he juzgado a nadie por comer lo que le dé la gana. Pero me irrita la socarronería con la que los herederos de los Reyes Católicos se burlan de cada persona que introduce un elemento de debate como el del bienestar animal. Para ellos, estas cuestiones son propias de rojos y desarrapados, afeminados un tanto alejados de la realidad. Se dirigen a ti con la superioridad del que se siente útil a la sociedad y le habla a un parásito consagrado a causas improductivas. Desde mi punto de vista, las declaraciones de Garzón le dan caché a un gobierno. Y las aplaudo.   

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