¡El negacionismo está aquí! Esta podría ser la nueva frase de un Arrabal sobrio y a Murcia también ha llegado. El ascenso de Vox está suponiendo un retroceso en todas las políticas, entre ellas las de mejora de habitabilidad de las ciudades, de acción contra el cambio climático.
Si aceptamos la tesis que las acciones individuales pueden sumar un poco para mejorar nuestro planeta, habremos de concluir que para lograrlo necesitamos políticas generales coherentes con el fin de hacer el cambio posible. Las mejoras en el transporte público, la descarbonización de las ciudades, la reducción del tráfico privado entra dentro de estas urgencias. Sin embargo, las resistencias al cambio, tanto individual como colectivo, encuentra un eco cada vez mayor. Es una realidad ante la que no cabe esconder la cabeza y que es observable en el Puente de los Peligros: un símbolo de dicho cambio financiado con fondos europeos. Este ha sido cerrado provisionalmente y abierto de la misma forma a la espera que pasen las elecciones y se terminen las obras en la que habrá de cerrarse de nuevo.
El mundo va por ciclos. Las municipales marcaron un cambio que es internacional. En España este cambio se encuentra mediatizado por los intereses italianos en el país. En la era de internet, la televisión sigue marcando el ritmo. Curioso el péndulo, hace unos años los movimientos sociales se abrieron a las redes sociales iniciando una senda de cambio. Su potencial transformador fue visto con ilusión por los políticos para ganar elecciones. Barack Obama fue el primero en usarlas, Donald Trump le siguió después, cabalgando sobre una serie de asesores y cadenas de televisión y radio, alguna de las cuales han sido condenadas por mentir.
En España hemos seguido el mismo camino: por un lado, tenemos una serie de conglomerados mediáticos y satélites que condensan un discurso por repetición eliminando a quien pueda contrarrestarlo. Tenía razón Belén Esteban, nunca pensé que coincidiéramos en muchas cosas: a Sálvame no lo eliminaron por ser un programa mediocre tirando a malo con una audiencia notable, lo cancelaron, por usar esa palabra tan de moda, por no casar con una línea editorial clara. Por el otro lado, la técnica negacionista de debate de Trump, la galopada de Gish analizada en este artículo en The Atlantic, fue copiada, por mediación de sus asesores, por Alberto Nuñez Feijóo. Este colocó en el debate una multitud de datos que no correspondían con la realidad y que horrorizan al espectador informado, pero conectan perfectamente con los mantras de la derecha mediática repetidos hasta la saciedad: fijos discontinuos, okupas… El secreto de esta forma de debatir es que lo importante no es el contendiente, que no puede rebatirlo todo y se ve superado, sino el efecto de la cámara eco en el público. Además, aquello no fue un debate: ausencia de control de los tiempos, mala planificación, peor orden, fatal realización y un sonido desastroso. Algunos echamos de menos la televisión pública y su saber hacer. No habrá debate a cuatro o a siete que debería ser perentorio. Vivimos en una democracia parlamentaria donde quien gana, algo que parece no tener claro ni los partidos, ni la ciudadanía, es quien logra concitar los mayores apoyos.
Entre tanto, un fiscal anunciaba que había entrado la primera denuncia por chemtrails; algún periodista de periódico serio nos cuela las avionetas en sus artículos, hay que joderse, mientras, Vox nos promete que va a reducir la inversión en la AEMET, supongo que para que no despegue ningún avión, incluido el Falcón. El cambio climático es una realidad, pero parece que algunos no han salido de la primera fase del duelo, la negación y la ira. Puedo entenderlo, pero tras varias oleadas de calor extremo seguidas la situación requiere de actuaciones ya. Lo peor de todo esto es que el ciclo electoral no termina en julio de 2023, pase lo que pase en ellas, al año siguiente tenemos las europeas, en junio de 2024. Todos podemos ver qué pasa en Holanda y parece que el ciclo alcanza a toda Europa. Un cambio en el Parlamento Europeo tendrá repercusiones. Solo hay que ver al Partido Popular Europeo y su deriva actual frente a las políticas de la Comisión. ¡El negacionismo acaba de llegar!
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