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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Sáhara, Sáhara… (o la diplomacia chunga de Sánchez y Albares)

Varias personas, con banderas saharauis, participan en una manifestación convocada por la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara (CEAS-Sáhara), frente al Ministerio de Asuntos Exteriores, a 26 de marzo de 2022, en Madrid (España).

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“¡Marruecos culpable, España responsable!”, era el eslogan más oído el sábado pasado en la plaza de la Provincia, a la que se asoma, mnagnífico, el palacio de Santa Cruz (barroco, del XVII), sede del Ministerio español de Asuntos Exteriores. Llenábamos esa plaza por mitades, españoles y saharauis, portando banderas y mostrando, todos, el hartazgo por la cadena de traiciones e infamias desgranadas por los distintos Gobiernos españoles en relación el Sáhara Occidental, desde 1974.

El acuerdo a que han llegados los gobiernos de España y Marruecos, objeto de la renovada indignación de tantos españoles y de los saharauis, constituye una chapuza inaceptable en términos diplomáticos e indigna en el presidente del Gobierno de una España que sigue siendo, jurídicamente, la potencia administradora del Sáhara Occidental, situación que sólo puede caducar cuando se cumplan las previsiones de la ONU, que es un referéndum de autodeterminación entre la población originaria del territorio.

Observando al ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares dedicar cada día amenazas y advertencias hacia Rusia por la invasión e Ucrania, mereció mis humildes calificativos de ridículo, belicoso e irresponsable. Y cuando se pudo observar que sólo cesaba en sus invectivas cuando viajaba a Marruecos, donde era evidente que era mangoneado por las autoridades de Rabat, la cosa no presagiaba nada bueno, visto el estilo y la envergadura política del ministro. Pero nadie esperaba que preparara la traición a los saharauis, como así hay que considerar el significado de esa “carta” por la que el Gobierno español reconoce “la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 como la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo”. Un auténtico bodrio por ambas partes, ya que esa autonomía sólo la puede conceder, o negociar, quien posee la soberanía del territorio, que no es Marruecos, que lo ocupa ilegalmente y en desafío al Derecho internacional. Así, España enuncia y reconoce un disparate jurídico, osado y flagrante, pero Marruecos -siempre más hábil en este contencioso, desde sus mismísimos orígenes- se apunta un muy significativo, y por tanto aprovechable, gesto de la potencia formalmente administradora, es decir, legalmente responsable del territorio.

La “carta” de Sánchez-Albares queda, pues, inscrita en esa vergonzosa cadena de fechorías al pueblo saharaui y al Derecho internacional que ya iniciaran los ministros de Franco (Arias, Cortina y Carro) y que prolongaron la desvergüenza de Felipe González y el cinismo de los gobiernos del PP, alineándose ahora con la decisión del ultra Trump, de reconocer la soberanía de Marruecos sobre ese territorio.

De la chapuza diplomática, imposible de explicar con decencia, Albares y Sánchez han tenido el cuajo de sentirse satisfechos porque, con este acuerdo, “se garantiza la integridad territorial de España”, lo que tiene que dejarnos mudos de asombro porque, ¿acaso estaba en peligro nuestra integridad territorial? ¿iba a quitarnos alguien las ciudades y peñones africanos? El Sáhara Occidental es un territorio pendiente de descolonización, acogido a la resolución 1514 de la Asamblea General de la ONU (1960), y nadie puede apropiárselo sin la autodeterminación de sus naturales; y los territorios españoles en la costa mediterránea marroquí no están sometidos a ningún riesgo o circunstancia del tipo actuante sobre el Sáhara, por lo que justificar las concesiones a Marruecos en este supuesto no es coherente (otra cosa es que debamos devolver esas plazas un día, por justicia y buena vecindad).

Para los que tomaron la palabra en la concentración en nombre de Podemos (Juan Carlos Monedero) e IU (Manu Pineda) hubo silbidos sólo educadamente contenidos. Los presentes no estaban dispuestos a admitir que se auto exculparan apelando a que la odiosa decisión era cosa del PSOE, no de los otros socios de la coalición gubernamental; como si para Marruecos, el mundo y la historia no fuera una decisión adoptada por Gobierno de España, donde arriesgan su honor estos dos partidos. La gente ya conocía las necias opiniones de Yolanda Díaz al respecto, asegurando que “somos más coalición que nunca”, que “como en otras diferencias, tampoco pasa nada” y que “es verdad que las formas no han sido correctas”. Las formas son, entonces, lo que preocupa a esta futura líder de la izquierda verdadera.

Estos políticos y diplomáticos del Gobierno quieren ignorar que los españoles seguimos estando mayoritariamente en favor de la autodeterminación del Sahara y de la asunción de nuestras responsabilidades (tampoco quieren reconocer que también estamos contra la OTAN, aunque nos engañara Felipe González cuando el referéndum de 1986, de aciaga memoria), y creen que pueden ir por libre.

La masa concentrada, tan indignada como ocurrente, desgranó sus invectivas con el entusiasmo habitual, y acabó con un eslogan que resumía bien el pensamiento colectivo (y que me encantó): “¡Sánchez, capullo, que el Sáhara no es tuyo!”.

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