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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Agricultura ecológica: hasta las palabras nos roban

La agricultura ecológica y los alimentos ecológicos son ya una realidad asentada que de año en año va aumentando su presencia. Pero, al consumir esos alimentos ¿estamos favoreciendo una agricultura que conserve la biodiversidad, que proteja los suelos y los recursos hídricos, que no esté dominada tecnológicamente por intereses ajenos, que gestione adecuadamente el territorio y que sea socialmente sostenible?

Para empezar, hagámoslo por el final: ¿Comprar “corazones de palmito salvaje ecológico” de la Guayana, que está a 6.500 km, es ecológico? ¿Sabemos si las personas que han cultivado aguacates ecológicos que vienen de Méjico, o de mucho más cerca, reciben una compensación justa por su trabajo y tienen unas condiciones de trabajo aceptables? ¿Qué tiene de ecológico traer alimentos de muchos miles de kilómetros de distancia cuando pueden obtenerse de zonas más cercanas? ¿No tenemos en cuenta que gran parte de los productos “eco” abusan de envases con plásticos o poliespan? ¿Son ecológicos cultivos intensivos en espacios naturales protegidos que tienen todos los sellos de la agricultura ecológica pero que para su puesta en producción ha sido necesario eliminar la vegetación natural, realizar grandes movimientos de tierra y consumir una gran cantidad de agua?

Y ahora vayamos al principio: la constatación de las consecuencias de los cambios recientes ocurridos en el medio ambiente y en nuestra alimentación, que se perciben como negativos, ha hecho que una buena parte de la sociedad esté preocupada, tanto por las repercusiones para el conjunto de la sociedad como por la salud individual.

Cuando se entremezclan las esperanzas en el desarrollo económico y tecnológico y los temores a sus consecuencias, el término ecológico, que nació hace más de un siglo, se ha extendido más allá de su significado científico para englobar a veces un conjunto difuso de palabras como bio, natural, verde, eco… que mucha gente asocia como un valor añadido al producto y que es positivo para el medio ambiente.

El desarrollo de la agricultura a partir de la segunda mitad del siglo pasado, con un gran incremento de la producción gracias a la introducción de maquinaria y la aplicación masiva de abonos y plaguicidas, supuso también graves problemas al medio ambiente, por lo que se ha ido desarrollando, desde hace varias décadas, otro tipo de agricultura que reivindica las prácticas agrícolas tradicionales sin renunciar a los avances científicos y tecnológicos. Aquellos grupos pioneros que empezaron ya hace algunas décadas, con muchas dificultades pero con una motivación extraordinaria basada en el cuidado de la tierra y de la salud, son quienes han permitido llegar a la situación actual.

Hoy en día la agricultura ecológica se ha consolidando como una alternativa real al tipo de agricultura (y ganadería) que se realiza masivamente. Y de la misma forma el consumo de alimentos ecológicos sigue aumentando. Pero los datos, y su práctica real, pueden engañar.

Es verdad que la superficie dedicada a cultivos agrícolas ecológicos a nivel mundial no ha dejado de aumentar, pero solo es una pequeña parte respecto al total de superficie agraria (0,9% en 2014). En la UE es mayor, pero solo representa el 6,69% en 2016; en España se supera esa cifra (8,48% en 2016) aunque en la región de Murcia este porcentaje sobre la superficie agraria es mucho mayor: 12,84% en 2016, si bien las estadísticas aumentan hasta el 22% al incluir, con cierta generosidad, a superficies no cultivadas, como pastos y dehesas.

En nuestra región la actividad industrial derivada de la agricultura ecológica es en número, después de Cataluña, la de mayor actividad. El consumo de alimentos ecológicos sigue aumentando en Europa y en España (en 2017 un 14 % respecto a 2016), aunque en nuestro país está en el puesto 18 en consumo per cápita. Además, a estas cifras que corresponden a la la producción y consumo registrada oficialmente, habría que añadir las del autoconsumo y las de otros sistemas de certificación, como los Sistemas Participativos de Garantía (SPG).

Y sí, la superficie, la producción y el consumo de alimentos ecológicos sube constantemente, y representa una indudable mejora respecto a los producidos por la agricultura industrial, pero: ¿responde a lo que se esperaba de la agricultura ecológica?

El sistema económico ocupa cualquier actividad que sea susceptible de negocio y lo llena de sus atributos: las empresas basan su éxito en la explotación laboral y no es una excepción si se dedican a este tipo de producción; tampoco sus sistemas de gestión difieren de otras empresas y cada vez más grandes empresas y fondos de inversión son quienes están interesadas en el sector de la agricultura ecológica, expulsando así directamente a los pequeños propietarios y al comercio local que no pueden competir. Estas empresas no miran el color de lo que se produce, sino las posibilidades de ganancia; son el agronegocio que busca mejorar su imagen y ampliar sus ganancias.

Por contra y con muchas dificultades sigue existiendo un sector diverso que promueve y practica la producción y la venta de alimentos ecológicos. Con o sin la garantía de las administraciones oficiales que dan el “sello” de agricultura ecológica, una multitud de pequeños agricultores, de redes de consumo, de personas que cultivan en huertos de ocio de ayuntamientos o privados, de mercadillos que fomentan los productos ecológicos y los de proximidad, de tiendas de productos ecológicos, de personas que practican un consumo consciente, de actividades de ecoagroturismo, de redes para la conservación de variedades autóctonas, de recuperación o de divulgación de las huertas tradicionales, siguen expandiendo esta forma de producción, elaboración y consumo. En general, este sector encuentra escaso apoyo de los sectores políticos dominantes, más interesados en potenciar y defender a las grandes empresas como hemos comprobado recientemente.

En nuestra región la potenciación de la agroecología en todo el territorio permitiría dejar de contaminar nuestras ríos y territorios con los agrotóxicos que necesitan los cultivos intensivos, mejoraría notablemente el estado del Mar Menor, produciría alimentos más sanos, generaría trabajo en mejores condiciones, permitiría conservar la gran riqueza de variedades autóctonas, revitalizaría las huertas tradicionales y los territorios agrarios, potenciaría actividades económicas diversas y daría un impulso a la huerta de Murcia cada vez más degradada.

En Murcia el ayuntamiento organizó, otro año más, desde el día 3 al 11 de febrero la semana de la Huerta de Murcia, pretendiendo mostrar su compromiso con la huerta de Murcia. Como con el plan de recuperación y protección de la huerta que el ayuntamiento elaboró en 2015 son actuaciones, que como las de las empresas que se han subido al carro de lo ecológico, buscan, con marketing y algunas pequeñas concesiones ocupar el espacio que diversos colectivos y parte de la ciudadanía reclaman como necesario y urgente: recuperar y potenciar la huerta de Murcia como un sistema agropolitano sostenible y resiliente, en palabras de José María Egea, dinamizador y estudioso de la agroecología aplicada a nuestro territorio.

Sí, nos roban también los anhelos, las propuestas para un mundo mejor y hasta las palabras. El ecologismo que practican los grupos económicos poderosos son solo y, como mucho, un capitalismo verde; la agricultura que necesitamos no debe basarse en la explotación del medio ambiente, ni de los trabajadores, ni de las trabajadoras, aún más explotadas, sino debe construirse a partir de un sistema que satisfaga las necesidades humanas y la sostenibilidad ambiental (no la sosteniblablablá de los mercaderes).

Rafael Cordón es activista anticapitalista y miembro del sectorial de Huerta y Modelo de Ciudad de Cambiemos Murcia

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