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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Los imprescindibles: una carta desde el bando de Marx y Engels, Brecht, Silvio Rodríguez y Pablo Iglesias

Víctor Egío

En 1875 Karl Marx estampó en su Crítica del Programa de Gotha un aforismo que ya era célebre entre los primeros socialistas franceses: “¡De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades!” Este debía ser el horizonte al que aspirara la sociedad comunista en su fase superior. El clásico adagio del socialismo europeo condensaba un ideal de justicia distributiva que, lejos de imponer la burda igualdad del chiste del comunista y la bicicleta, entendía por ello algo que a cualquiera le parecería de sentido común: dar a cada miembro de la sociedad el fruto proporcional al esfuerzo que esa misma sociedad le exige en virtud de sus capacidades.

Los últimos 4 años han exigido al núcleo dirigente de Podemos y especialmente a Pablo Iglesias mucho más de lo que en justicia se puede exigir a un puñado de jóvenes de su generación; recorrerse el país para organizar de la nada un movimiento que ha terminado aglutinando 5 millones de votos; capear las recurrentes campañas del fango de unos medios de comunicación que, salvo honrosas excepciones, tienen la credibilidad más baja de Europa y acumulan decenas de miles de euros en condenas por difamación; o interrumpir una brillante carrera profesional, en favor de una carrera política llena de incertidumbres y limitaciones, económicas (tres salarios mínimos) y temporales (dos legislaturas u ocho años). Y, por encima de todo, renunciar a una vida normal, a construir una familia, a asegurarse un futuro y una posición económica que tendrían sin duda si hubieran hecho caso a ese otro adagio tan español: no te metas en política ¿No estamos exigiendo quizás a los jóvenes de Podemos más de lo que pueden darnos y mucho más de lo que nos exigiríamos a nosotros mismos?

Hablemos también de necesidades, para ser completamente justos. ¿Necesitaba Pablo Iglesias comprarse un chalet en la sierra con piscina y cuarto de invitados? Pablo nunca podrá bañarse tranquilamente con sus hijos en una piscina pública. ¿Lo harías tú si recibieras cientos de amenazas de muerte en redes sociales, incluso desde un tanque, que quedan sistemáticamente impunes? Tampoco podrá follar en un apartahotel con su pareja. Sería hasta temerario que alojara a sus invitados en un hotel del centro para echar una tarde de cervezas y confesiones, teniendo en cuenta la trayectoria de nuestro ministerio de Interior y sus estructuras parapoliciales. De las cloacas que guardaron la cinta de Cifuentes 7 largos años, hasta que alguien descolgó un teléfono en Génova y pasó el encargo para que Inda apretara el gatillo. ¿Cuánto pagarían por una cinta de Pablo?

Yo no me hipotecaría para comprarme un chalet en la sierra, porque no lo necesito, pero entiendo perfectamente que el Secretario General de Podemos quiera protegerse a él y a los suyos. Mis necesidades no son las mismas que las de los Iglesias-Montero. Afortunadamente. Si cada uno se costea las suyas con el fruto de su trabajo legítimo, ¿dónde está el problema?

En las afueras del chalet suenan disparos. Otra vez el maldito fuego amigo. Hace poco más de un año el batallón de la transversalidad sitió y paralizó la actividad de Podemos: había que abrir el partido a nuevos sectores y las clases medias. Ahora vuelven a la carga para decirnos justamente lo contrario, que la clase media que se hipoteca para comprarse un chalet no puede representar a la clase trabajadora. A esta gente no hay quien la entienda.

En mi lista de superhéroes de la “working class” estarán siempre el jornalero Diego Cañamero y el ex-guerrillero José Mujica, modelo de austeridad y humildad, pero también figura en letras de oro algún que otro burgués. Friedrich Engels administró durante más de 20 años Ermen & Engels, el próspero negocio textil familiar. Fue el sudor de los obreros de Manchester y Engelskirchen el que permitió a Engels y Marx dedicar toda una vida a difundir sus ideas y poner en jaque al naciente capitalismo industrial y las monarquías absolutas de su tiempo. Bertolt Brecht, el genial dramaturgo alemán, me convirtió en el antifascista y anticapitalista que soy a día de hoy. Compuso gran parte de su obra en la elegante casa de campo que adquirió con Helene Weigel en Buckow, para escapar al ajetreo de Berlín. Allí recibía a sus invitados y se burlaba irónicamente del “terrateniente” en el que se había convertido. Mientras conduzco me acompaña la música de Silvio Rodríguez, el genial cantautor cubano y exponente máximo de la nueva trova. En Miami lo “arrastrarían por sobre piedras”, pero los amigos de Cuba y su lucha por la independencia nos llevamos emocionando toda la vida con sus canciones. Y eso aunque resida en el acomodado barrio de El Vedado y tenga una segunda residencia frente a la hermosa playa de Jibacoa. Si preguntas a los cubanos te dirán seguro que Silvio se lo merece. El socialismo nunca fue enemigo de la meritocracia. Sería un craso error que nosotros lo fuéramos en una sociedad que de momento sigue siendo capitalista.

Mucho se ha hablado de bandos y yo también tengo el mío. El velocista musculado de los cien metros no sufre desvanecimientos, no le flaquean las piernas, no vomita. Los demás avanzamos en cambio en una carrera de fondo, entre dudas, obstáculos, codazos, errores y algún que otro acierto. Los que luchan un día son buenos y puros, qué duda cabe, pero en mi bando están los que luchan toda la vida, los imprescindibles: Marx y Engels, Bertolt Brecht y Helene Weigel, Silvio Rodríguez...y también Irene Montero y Pablo Iglesias.

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