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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Manifiesto contra el desaliento y la desesperanza

Joaquín Sánchez, 'el cura de la PAH'

Los neoliberales y los que quieren dejar el mundo como está saben muy bien que tienen que conseguir algo fundamental: y no es otra cosa que las personas decentes, éticas, luchadoras y comprometidas pierdan la esperanza, toda esperanza y que nos inunde el desaliento. Los que ostentan el poder económico y político tienen todos los medios, recursos y mecanismos para lograrlo. Y, como son listos, quieren que tengamos una pequeña, una pequeñísima esperanza, de modo que nos conformemos con las migajas. A veces tengo la sensación de que sólo nos conformamos con respirar.

Para perder la esperanza es necesario construir una sociedad indiferente, que no piense ni sienta; en la que sólo se acepta la lástima individualista y llena de miedo. Quieren que pensemos que nuestros fracasos como el paro, la precariedad o los desahucios son nuestros porque no hemos sabido triunfar, de modo que nos avergoncemos de nosotros mismos y nos sintamos culpables.

Nos han introducido en nuestro pensamiento que si no triunfas es por tu culpa y responsabilidad, que la sociedad te da infinitas oportunidades, y tú no has cultivado capacidades suficientes para poder vivir dignamente. Así que cada vez que te mires en el espejo, tengas que ver un fracasado.

Los neoliberales también son conocedores de la condición humana, de lo bueno y lo carente y saben perfectamente que en cualquier organización que exista, por muy noble que sea en sus objetivos y en su forma de funcionar, siempre habrá actitudes negativas, como puedan ser la ambición, el poder, el conmigo o contra mí, el prestigio, la corrupción, la complacencia con el poder, los conflictos y los enfrentamientos que conllevan las divisiones irreconciliables, las decepciones y las frustraciones, el cansancio con el paso del tiempo, que a veces se traduce en abandono y la falta de inteligencia emocional. Todo esto reproduce el sistema neoliberal, incluso en aquellas personas que buscan otro mundo distinto.

El resultado final es el desaliento ante la euforia de los que están destruyendo la dignidad, la vida y el planeta. Muchos amigos me dicen que están ganando los ricos y que esto es irreversible. Por eso, este manifiesto es contra el desaliento y por la esperanza. Y no se trata de hacer un esbozo teórico o planfletario, se trata de buscar nuevos caminos y nuevas sendas o tal vez andar por los mismos caminos con otras actitudes. No se trata de teorizar sobre el desaliento, sino qué podemos hacer para recuperar la esperanza o, por lo menos, parte de esa esperanza. Lo voy a expresar en un decálogo:

1. Es fundamental mostrar en nuestras vidas el cambio que queremos en la sociedad. Si queremos transformar la sociedad, tenemos que hacer un esfuerzo titánico y honesto para transformarnos también nosotros y la única manera, creo, es dar vida a las palabras, a los discursos, llenar de sentimiento y convicción a palabras tan vitales como la libertad, la justicia y la paz. Las utopías hay que convertirlas en horizonte y en futuro, para intentar construir una humanidad nueva, una persona nueva y eso nos afecta también a nosotros, a los que queremos ese mundo más humano y humanizador.

2. Tenemos que reconocer nuestras propias incoherencias y contradicciones, junto con los signos de coherencia. Estar abierto a la crítica y a la autocrítica. Esto nos permitirá crecer y madurar en la utopía. Nadie es perfecto. ¿Por qué pensamos que lo que hacemos nosotros está bien y lo que hacen los demás tiene muchas lagunas? No se trata de sentirse superiores, sino de aprender y confiar.

3. No tenemos que olvidar que detrás de los proyectos, estrategias y planteamientos diversos hay personas, con sus sentimientos, emociones y esto lo olvidamos con frecuencia. No hay que olvidar que detrás de una lucha hay personas, insisto, personas que sienten en los más profundo, que sonríen y lloran, que sienten miedo y siente el deseo de la libertad, que se equivocan y aciertan, que les hacen daño y hacen daño.

4. El perdón y la reconciliación ¿son revolucionarios? Yo creo que sí. La esperanza necesita el perdón y la reconciliación. El odio y la venganza alimentan el desaliento. Con frecuencia, convertimos las diferencias en divisiones por nuestros egos, lo que se traduce en despreciar a los demás. Para ir contra el desaliento necesitamos reencontrarnos, dialogar, comprender y disculparnos. ¿Por qué deseamos que los demás sean fotocopias de mi forma de pensar y actuar?

5. Las organizaciones y movimientos sociales son medios. Sin organización no hay transformación social, no son fines en sí mimos. Si nos institucionalizamos perderemos nuestra esencia, fundamentos, objetivos y principios, teniendo en cuenta que somos militantes y activistas sociales, y que no podemos llegar a pensar que “yo soy el movimiento social”.

6. El capitalismo no es sólo un sistema económico, es también un sistema que configura nuestra manera de ver el mundo, las relaciones sociales y, sobre todo, que nos hacer ver toda la realidad desde los resultados, de ahí que hayamos pasado de intentar moralizar la economía a economizar la moral. ¿Lo hemos conseguido? No, luego hemos fracasado. No hemos fracasado porque quien lucha o lo intenta no ha fracasado, aunque sea duro no conseguir, por ejemplo, que los Derechos Humanos se implanten en todo el mundo. Lo importante son los procesos, la perseverancia y la fidelidad, a pesar de todo. En ese a pesar de todo incluyo la falta de movilización social y que la gente apoye a los que causan su propio sufrimiento, incluido, el de sus hijos.

7. Luchamos no `para´, sino `con´ los otros. Se trata de despertar la sensibilidad, la conciencia, la inteligencia y la dignidad que nos haga descubrir la importancia del nosotros.

8. Tenemos que compartir la vida, aunque sea un trozo de vida, con sencillez. Hay que ser discípulo y maestro a la misma vez, no hay que creer en los líderes. La sencillez y la humildad son revolucionarias porque nos permiten compartir; la soberbia, el orgullo, la vanidad y la prepotencia son contrarevolucionarias.

9. Tenemos que asumir que cometemos errores y equivocaciones, aceptando los pequeños y grandes fracasos. Tenemos que ir aprendiendo cada día, y aprendiendo los unos de los otros, de los que están en mi propio movimiento, aunque discrepemos de determinadas cuestiones y de los que están en otras organizaciones.

10. Hay que trabajar por construir y entretejer redes de luchas y compromisos, sin parcelar ni fragmentar. No podemos separar la problemática social de la ecológica, todo debe confluir. Se trata de participar en convocatorias de otros movimientos, de romper los recelos, las desconfianzas y establecer lazos de amistad y de camaradería.

Me gustaría que cuando llegue mi último suspiro, nuestro último suspiro, podamos decir que hemos elegido el camino de trabajar por una humanidad nueva, donde la división y los muros queden superados; que podamos sentir que hemos aportado nuestro pequeño grano de arena para construir una humanidad que se pueda definir como una escuela para la ternura, la igualdad, la convivencia y la paz. En definitiva, que hemos luchado por aliviar el sufrimiento de tantas personas, colectivos, pueblos y naciones sin dejar nada en el tintero de la vida, de nuestra vida.

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