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Mister Marshall, el TTIP y las alcachofas murcianas

Pedro Luis López Sánchez

«Os recibimos americanos con alegría. Olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía». De esta guisa, como si de una película Berlanga se tratara, fue el recibimiento que hizo el presidente de la Región de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, al embajador estadounidense, James Costos, en la empresa murciana Conservas El Raal. Esta visita forma parte de la campaña de comunicación del embajador sobre el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el país norteamericano (TTIP en sus siglas en inglés).

Como no podía ser de otra forma, no faltó el pregón desde el balcón del Ayuntamiento de Villar del Río, donde Pedro Antonio Sánchez, en el papel del cacique local, se desató en elogios a las trabajadoras allí reunidas: «El alma de las empresas está representada en todas aquellas personas luchadoras, trabajadoras, que se esfuerzan y consiguen que sigamos adelante», en medio de alabanzas al TTIP, «un acuerdo con el que se pretende reducir, e incluso eliminar los elevados aranceles que afectan actualmente a las exportaciones de alcachofa y pimiento, además de simplificar los trámites administrativos». El pregón fue rematado por James Costos, el cual afirmó que «nos encantan las alcachofas murcianas». Imagino los gritos de júbilo y alegría de las empleadas de la conservera ante semejante anuncio.

Esta campaña a favor del TTIP no es nueva y no viene solamente del ámbito institucional. Hace algún tiempo, en el editorial de un diario de tirada regional, ya se alababa dicho tratado argumentando lo que viene siendo habitual en estos casos: promesas de subidas del PIB y creación de montones de puestos de trabajo. Dichas previsiones ya han sido refutadas por las proyecciones realizadas por Jeronim Capaldo expuestas en el estudio TTIP: Desintegración de la Unión Europea, Desempleo e Inestabilidad, estudio que aún no ha podido ser redebatido. Pero por si quedara alguna duda al respecto, ya existen precedentes: un estudio independiente señala que tras 12 años de tratado de Libre Comercio de América del Norte entre los Estados Unidos, Canadá y México (NAFTA en sus siglas en inglés) ha habido una pérdida neta de más de un millón de puestos de trabajo en los EE.UU. y un descenso significativo de los salarios de millones de trabajadores.

Aún así tengo que reconocer que James Costos es algo más inteligente que nuestra querida flora y fauna local. Algo de verdad hay en sus palabras; podría ocurrir que con la bajada o supresión de aranceles aumentara el volumen de exportaciones de las alcachofas murcianas. Esto no dejaría de ser algo positivo si no fuera porque el TTIP no es solamente un tratado de libre comercio, sino que es, sobre todo, un tratado que busca la desregularización de toda la legislación laboral, ambiental, contratación pública, sanitaria… en favor de las grandes corporaciones estadounidenses y europeas y en contra de los derechos de la mayoría de la población.

Efectivamente, la mayor amenaza del TTIP deriva de la inclusión de disposiciones para la resolución de disputas entre inversores y Estados (ISDS, por sus siglas en inglés), comisiones semiprivadas para la resolución de conflictos que saltan por encima de la justicia estatal e internacional y que otorgan a las multinacionales el poder de cuestionar las decisiones soberanas de los Estados y de pedir indemnizaciones. El mecanismo es tan perverso e irregular que permitiría a compañías nacionales hacerse pasar por inversores “extranjeros” y demandar a sus propios gobiernos saltándose sus propias legislaciones locales. Tal fue el caso de Canadá, que tuvo que pagar 122 millones de dólares a la compañía papelera canadiense AbitibiBowater, la cual hizo uso de las reglas del NAFTA para demandar a su propio país desde su sucursal en los EE.UU.

No es de extrañar que los de EE.UU hayan presionado para la inclusión del ISDS en casi todos sus acuerdos de libre comercio. Dichas presiones ha surtido efecto en el caso europeo: tras la amenaza de los socialistas de votar en contra de la inclusión del ISDS en el TTIP, finalmente el Parlamento Europeo aprobó el TTIP incluyendo dicho mecanismo contando con el voto de populares, socialistas y liberales; la gran coalición. Queda claro que cuando se trata de defender los intereses de las grandes corporaciones en contra de los derechos de la mayoría, el bipartidismo PP y PSOE, con su recambio C's, saben ponerse de acuerdo.

A las trabajadoras de Conservas El Raal James Costos les tenía que haber dicho que la aplicación del TTIP supone, además de vender más alcachofas, la quiebra de los derechos laborales y la normativa europea medioambiental, la desregulación del sector financiero, la apertura al mercado privado de los servicios públicos -el agua, la electricidad, la educación, la salud, el transporte, la protección social-, el blindaje de las patentes farmacéuticas, el consumo de productos modificados genéticamente y un largo etcétera.

Volviendo a Berlanga, estoy convencido de que nuestros gobernantes son “dignos” herederos de aquella España franquista, caciquil y analfabeta de Bienvenido, Mr. Marshall; pero ya no nos dan alcachofa por derechos. Somos muchos y muchas en el papel de don Luis denunciando lo que a todas luces es de sentido común: que nuestra dignidad, nuestros derechos, nuestro entorno y nuestro bienestar no están en venta. Not for sale, Mr. Costos, not for sale.

 

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