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El Segura, río hormonado y contaminado

Pedro Belmonte Espejo

Hace poco tiempo se hacía público el informe ríos hormonados, investigación conjunta de las organizaciones Ecologistas en Acción y Pesticide Action Network Europe en el que se denuncia la elevada contaminación que sufren las aguas superficiales de la península, incluida la cuenca del Segura, por plaguicidas usados en las actividades agrícolas.

El informe recoge los datos oficiales de los Programas de Vigilancia de la Calidad de las Aguas de diez Confederaciones Hidrográficas. Estos datos muestran una panorámica de la presencia de plaguicidas tóxicos en las aguas de los ríos españoles, haciendo hincapié en los plaguicidas capaces de afectar al sistema hormonal de animales y seres humanos, que convierten a los ríos españoles en auténticos ríos hormonados.

Los análisis evidencian que todas las cuencas contienen plaguicidas tóxicos: las cuencas hidrográficas más contaminadas son aquellas en las que se desarrolla una agricultura más intensiva. Los plaguicidas están diseñados para actuar como tóxicos contra los organismos a los que pretenden combatir, pero también pueden dañar a otros seres vivos.

El estado español es el país europeo que más plaguicidas utiliza, con un consumo de 78.818 toneladas en 2014. Este uso masivo provoca la presencia creciente de residuos de plaguicidas en los alimentos y en el medio ambiente. En la Cuenca Hidrográfica del Segura se detectaron nueve de las 57 substancias analizadas, de las que seis pueden ser alteradores hormonales (disruptores endocrinos) y otras seis substancias que no están autorizadas. En 2016, los plaguicidas que se han detectado con una mayor frecuencia en el Segura son derivados del lindano, el DDT, el insecticida clorpirifós y el fungicida pirimetanil, que está prohibido.

Muchos de los plaguicidas detectados han sido prohibidos por provocar tumores, causar malformaciones o afectar a la reproducción de animales y seres humanos. Además, los sospechosos de ser alteradores hormonales se deberían prohibir por causar malformaciones, enfermedades del sistema inmune, neurológico y hormonal. La mayoría de estos compuestos son persistentes, tóxicos y bioacumulativos en órganos y tejidos.

La elevada estabilidad de algunos plaguicidas les permite mantenerse en el medio ambiente y en los tejidos vivos, acumulándose a lo largo de la cadena trófica. Estas propiedades de toxicidad y estabilidad, los convierten en agentes contaminantes muy nocivos, con elevados costes para la salud pública y el medio ambiente.

Este tipo de contaminación evidencia la necesidad de transformar el insostenible sistema agrario actual a un sistema agroecológico. Es necesario adoptar normativas y poner en marcha un plan para disminuir el uso de plaguicidas en España un 50% en los próximos diez años, al igual que han hecho ya Francia y Dinamarca.

A esta persistente contaminación que deteriora la calidad del agua del Segura se suma la aparición de espumas artificiales, el olor de las aguas a detergente, y la presencia de cientos de peces moribundos, incluso muertos, en el tramo urbano del río Segura a su paso por Murcia, denunciada ante la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) por organizaciones ambientales que llevan años denunciando estos episodios, siempre asociados a días de lluvia.

La Confederación ha reconocido públicamente que tenía abiertos varios expedientes por estos episodios. Hay que identificar a las empresas responsables y aplicarles una sanción ejemplar que disuada a la misma de nuevos vertidos en el futuro. No se trata de accidentes fortuitos, sino de una práctica empresarial indeseable que se aprovecha los días con previsiones de lluvias intensas para realizar vertidos ilegales, que acaban contaminando el río.

Necesitamos actualizar la normativa ambiental basada en el peso de la evidencia científica actual, ampliar y unificar los programas de vigilancia de plaguicidas y, sobre todo, hacer cumplir leyes y normativas.

La contaminación por plaguicidas en particular y la contaminación fluvial en general, siguen afectando negativamente a todo el ecosistema, ya que aunque los efectos más llamativos sean la visible espuma y las decenas de peces en la superficie buscando oxígeno, lo cierto es que este tipo de vertidos afecta negativamente a otras muchas especies presentes en el ecosistema fluvial. La eliminación de estos contaminantes en nuestro rio y el aumento significativo de la calidad del agua en el Segura es un reto pendiente que debe abordarse de una manera urgente.

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