Casi más que la torpeza del ínclito director del CIS, José Félix Tezanos, sorprende el tenor de algunas airadas reacciones registradas… y publicadas. Al parecer, seguir mirando el dedo es lo que prima. La espuma de la anécdota se impone por arriba del mar de fondo y éste se ignora, consciente o inconscientemente, porque lo llamativo y prioritario es aquella, que va por encima de lo profundo.
Lo último de don José Félix quizá no debería ser tan chocante, registrados como están otros muchos episodios de su cosecha a cuál más torpe e inoportuno. Puede que el momento de especial sensibilidad y el tema relacionado con la preguntita de marras haya provocado que los ánimos se encrespen más de lo deseable, esperable, razonable y, sobre todo, consecuente.
Porque entre los muchos críticos del señor del CIS sobresalen algunos que, en fin, deberían hacérselo mirar. Solo un poquito, no sea que se autoescudriñen demasiado y caigan en el espanto. No me refiero, precisamente, a Álex ––¿lleva acento la “a”, maestro?–– Grijelmo, pues él actuó, cierto, como presidente de un organismo estatal, la Agencia Efe, de largo pasado dependiente de los dictados del poder máximo ––pregunten a Fernando Garea––, si bien su época fue curiosamente una en la que de mayor independencia del poder político gozó la institución bajo los mandatos del denostado ZP. Así que la ajustada crítica del periodista burgalés tiene criterio y pase.
Pero claro no todo lo que reluce es oro, ni plata, ni brillantes. Llama la atención que de los primeros en saltar a la palestra haciendo suyo una vez más el “delenda Tezanos est” sea, qué cosa, un portavoz del Tribunal Supremo. Ilustrísima institución que en las últimas décadas si por algo ha estado mediatizada ha sido por el poder político del Ejecutivo estatal.
Se da el caso de que en estos concretos instantes no lo está mucho, pero es simplemente porque el partido que diseñó desde La Moncloa su actual composición se niega a avenirse a consensuar un cambio con los nuevos ocupantes del palacio presidencial. De forma y manera que la institución sigue más que coartada por el poder político, en este caso el de la leal oposición al gobierno de su Majestad el Rey Borbón.
Y ese estamento máximo de los jueces y magistrados fue, a su vez, nombrado por los detentadores del Consejo General del Poder Judicial, cuya composición refleja fielmente quién mandaba políticamente en España antes de la pasión y muerte (política) de Mariano Rajoy, aquel amigo que fue ––¿recuerdan?–– de un tal Luis que tenía que ser fuerte. Consejo este cuya alteración pactada sigue siendo imposible ahora por la misma razón que la del Supremo.
Encontramos, entonces, que hablar de defensa de la independencia política y de odio a la manipulación puede ser terreno un tanto resbaladizo o pantanoso. En especial, en cuanto a la pasada y actual estructura de los medios de comunicación de titularidad pública. Porque su constitución periódica con independencia de los poderes políticos de cada momento continúa sin ser posible, como los es la del CGPJ, la del Supremo, la del CIS, y tantas otras entre las que sin duda están las radiotelevisiones de propiedad estatal y autonómica.
Así que llama la atención que no se mire ni se pretenda resaltar lo que parece palmario: que una de las mayores imperfecciones de nuestro Estado actual es la imposibilidad legal de que sean independientes determinadas instituciones del Estado, incluyendo el autonómico, que deberían serlo radicalmente.
“Resulta, pues, risible que se indignen antiguos detentadores –– y digo bien–– de cargos públicos conseguidos por afinidades políticas con quienes mandan en Madrid o por la disposición a tragar preciosos paripés como el de que una televisión autonómica quede fuera del control del director general del ente público al que pertenece.
Pues “lo” de Tezanos debería servir para que hubiera una exigencia casi unánime ––faltarían los de siempre–– para que de una vez por todas se regule legal y constitucionalmente ––doctores tiene la democracia–– la independencia y autonomía de los organismos estatales que deben prestar un servicio lo más neutral posible a todos los ciudadanos y a sus organizaciones sin sesgos partidistas, manipulaciones interesadas o devoluciones de favores. Y en ellas incluyo, por supuesto, a partidos políticos y sindicatos. Miremos la luna, por favor. Si es la del 68, mejor. Vale.
P.S.: como imagino que lo anterior puede motivar a alguien a escudriñar mi ya largo pasado, lo pongo fácil. Sí, trabajé y a mucha honra unos cuantos años en la Agencia Efe, como reportero freelance, enviado especial y corresponsal. Y salté de ella, pues ganas no me faltaban, a otro medio pocos meses después del último enfrentamiento a cara de perro, a cuenta de unas cosas que pasaron en Mali y en Argel, con un presidente que hacía, en sus años políticamente mozos, de canguro de determinada pareja que dejó de serlo. Está en las hemerotecas de 1987. No hay más.
0