Llevamos más de un mes en estado de alarma. En este tiempo hemos comprobado que esto es una situación anormal, que nos cuesta como personas sociales esta nueva forma de vivir, entre cuatro paredes, saliendo con responsabilidad a las compras básicas de alimentación, farmacia y poco más. Estamos mostrando, en una gran mayoría, nuestra responsabilidad como sociedad. Siempre hay algunos insolidarios que no piensan en la mayoría, y sí en su interés particular, pero verdaderamente son unos pocos.
El planeta (o el mundo) se ha empeñado en darnos una lección y en ponernos en nuestro sitio, recordándonos que somos una especie insignificante; otra más de las que habita este pequeño punto azul pálido en mitad de la inmensidad del Universo, que diría el inolvidable Carl Sagan. Ahora, en este mismo momento, toca poner en práctica más que nunca las capacidades propias que se supone que tenemos todos los seres humanos. Y quiero destacar como las más importantes dos: la solidaridad y la empatía.
Es la clase política quien debe dar ejemplo, ya que somos los representantes de los ciudadanos y ciudadanas en las instituciones. Creo sinceramente que el Gobierno lo está haciendo bien y lo demuestra con las medidas adoptadas hasta el momento, las cuales tendrán que ir modificándose según varíen las circunstancias. Hay que tener presente que esta situación es global, sin precedentes, inusual. Nadie estaba preparado para afrontar tal situación.
Buscar culpables en vez de aportar soluciones no ayuda nada, salvo a la confrontación y la búsqueda de otros intereses alejados de combatir la pandemia. Tal vez se pretende por algunos ganar con la catástrofe y la desgracia lo que no ganaron en las urnas.
En cualquier caso, propongo que cada persona utilice otra característica propia de los seres humanos: la inteligencia. A través de su uso podemos leer, analizar, pensar, deducir, hablar, comunicar, razonar o escuchar. No demuestran inteligencia alguna aquellos que no arriman el hombro en este momento. La gente no necesita de políticos que se tiren los trastos a la cabeza en busca de su propio rédito electoral, ni de insultos constantes en los medios, ni de difusión de bulos para desprestigiar al Gobierno.
Ni es hora de pedir dimisiones, ni de usar términos como 'sepulturero' que suponen la máxima de las miserias: utilizar los muertos en beneficio propio, pasando por encima del dolor de la gente que ha perdido familiares y no se ha podido ni despedir de ellos. Manipular fotos con ataúdes en las calles de Madrid, insinuar que la gente muere por el Gobierno que tenemos. Decir claramente, sin insinuar, que el Gobierno se alegra de las muertes en residencias porque quiere regular la eutanasia, asegurando que los mayores nos sobran. Hay que ser miserable para decir esto en la televisión. Esto es ser rastrera, que también es cualidad humana, por desgracia. Ni saben de solidaridad, ni saben de empatía, ni saben de cultura. Sólo saben de miseria humana y como tal se comportan.
Apoyar y mostrar unidad es algo que a determinados políticos no se les pasa por la cabeza; ya digo, que su interés es otro. Mientras este Gobierno pone encima de la mesa medidas para los más vulnerables en materias como vivienda (porque para quedarse en casa hay que tener casa), suministros básicos, ayudas para empresas y autónomos, medidas que sirven en definitiva para ayudar a la gente, otros se materializan en los medios para decir lo contrario que el Gobierno. Puede ser que todo sea discutible , para eso existe el diálogo. Imprescindible para que esa acción se produzca es, por ejemplo, que se coja el teléfono cuando te llame el presidente del Gobierno.
Dicen los presidentes de las comunidades autónomas presididas por los que son de color político diferente al de la nación que quieren ser partícipes de las decisiones y no enterarse de ellas por la prensa, que nadie cuenta con ellos y se sienten desplazados. La realidad es que hasta en cinco ocasiones se han celebrado reuniones por videoconferencia desde la Moncloa para coordinar las medidas. Sin embargo, esa reivindicación la podemos hacer los concejales de los municipios en los que gobiernan PP y Ciudadanos y Podemos es oposición. Porque ¡Oh, Sorpresa!, los concejales de oposición en el Ayuntamiento de Cartagena, con un equipo formado por concejales tránsfugas y el Partido Popular, no nos sentimos partícipes de nada. Nos enteramos de las decisiones y medidas por la prensa o la propia web del ayuntamiento.
Aun así, atendiendo a la excepcionalidad, mostramos nuestro apoyo al gobierno local, lo que no exime de nuestra responsabilidad de manifestar nuestras ideas, opiniones y exigir explicaciones cuando hay que pedirlas por asuntos relacionados con nuestro municipio.
En tiempos de crisis como en la que estamos inmersos, esa debe ser la postura de la oposición: unidad pero a la vez crítica constructiva, gestionando el control al Gobierno. El debate político, necesario por otra parte, se realizará en el tiempo oportuno para ello. Se debatirá sobre las medidas, sobre si han sido acertadas o no, sobre si podía haberse actuado de otra forma en este contexto. E incluso si hay que pedir dimisiones por mala gestión, se pedirán. Todo esto, después. Veremos si la presencia de Unidas Podemos es tan perversa como algunos se empeñan en decir, si son positivas las medidas sociales prioritarias para la gente, o si son positivas las medidas económicas. Ahora tenemos una urgencia y hay que atenderla.
El objetivo común es derrotar al 'bicho', velar por las personas (primero) y por la economía (después). Lo de que estamos todos en el mismo barco nunca fue tan cierto como ahora.
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