Y en esto se constituyeron las nuevas Cortes, de las últimas quedaba un sabor de yogur agriado y un debate repetitivo de bolero de Ravel con el tú más, y en esto llegó el bebé de la Bescansa. Y se acabó la diversión: llegó el bebé como comandante y mandó a parar.
A Diego, el bebé de seis meses, se le veía seguro en las manos de su madre la diputada Carolina Bescansa. Descansaba plácidamente en aquel solemne Parlamento, tenía una mirada noble sin mácula de cinismo ni hipocresía, dormía de vez en cuando, y cuando despertaba intuía que el dinosaurio todavía estaba allí, pero no se asustaba, ni siquiera cuando pasaba de mano en mano hasta llegar a las de Pablo Iglesias. Y entre la algarabía y los 'flashes' de las cámaras, ni siquiera se inmutaba ni se acordaba del refrán que dice que quien no llora no mana. Mamó y volvió a lo suyo, a dormir y soñar. El bebé Diego vestía inmaculadamente de blanco. Aunque no era la primera vez que asistía, ya había ido con su madre a recoger el acta de diputada.
Al día siguiente, como al bebé no le podían preguntar, le preguntaron a la madre, que dijo: “Defiendo que las madres puedan criar a sus hijos como quieran”. Y la polémica de pronto descargó como una tormenta. Y claro, no siempre llueve al gusto de todos. Mientras a unos les parecía una solemne tontería y la acusaban de buscar la foto y lo tildaban de “postureo”, otros y otras defendían lo esencial, que ese gesto había servido para dar visibilidad a un gran problema: el que tienen miles de padres y de madres todos los días al tratar de conciliar el trabajo con la crianza de los hijos. Y esto lo dice el informe publicado hace tres mese por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que matiza que cuatro de cada diez españoles sigue sin poder conciliar la vida laboral y familiar por culpa del horario de trabajo.
Sí, este es el debate: “Houston, tenemos problemas”, que diría aquél. Diego, el bebé de seis meses, no es el primero que visita un Parlamento. Ya antes algunas otras lo hicieron como la eurodiputada Hanne Dahl en el Parlamento Europeo, en 2009; también Lizia Ronzulli, europarlamentaria italiana, en 2010; o la senadora del PSC Iolanda Pineda en 2012, o la diputada de la Asamblea de Madrid, Mónica García, en 2015.
De manera que postureo, reivindicación o normalidad laboral, que cada cual democráticamente lo valore a su antojo, pero ciertamente está claro que quien no llora no mama. Y eso que el bebé Diego no llegó a llorar.
Y en esto que se constituyeron las nuevas Cortes y desde luego que ya hacía tiempo que no llegaban gentes nuevas, desde aquellas constituyentes de 1977 en las que algunos veían insólitamente a Rafael Alberti y a Dolores Ibárruri 'La Pasionaria' cruzar la puerta del Parlamento; porque otra fue aquella entrada de Tejero por las bravas en 1981. Y en eso que nos estábamos desayunando con la resaca de la polémica del bebé y nos llegan las declaraciones de la diputada Celia Villalobos, en el programa de la 'progresista' Marilo Montero, y se adelanta al carnaval, así con su guasa salerosa, dice a propósito de otro diputado de Podemos: “Me da igual que lleven rastas, pero que las lleven limpias para no pegarme piojos”. Y al rato la periodista Pilar Cernuda, en otra tertulia, manifiesta: “La progresía no está reñida con el baño ni con la ducha”.
Como diría nuestra Gracita Morales, en los tiempos que las chachas tenían que cuidar a los bebés de las señoritas: “Señoraaaaaaaaaaaa... ¡Cómo está el servicio!”. Pues eso, que en esto de las nuevas Cortes cómo está el debate, claro, cuando comience, ya le gustaría al gran Luis Carandell.
0