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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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De la corrupción política a la corrosión social

`La lista de Schindler´

Joaquín Sánchez, 'el cura de la PAH'

Nos hemos preguntado miles de veces ante las imágenes del horror del nazismo cómo fue posible esa situación que causó un inmenso dolor humano que se tradujo, entre otras cosas, en el exterminio judío, de discapacitados, de gitanos, de gente de izquierdas y de cualquier persona que mostraba su disconformidad.

Nos preguntamos por qué esa generación no reaccionó y no sólo guardó silencio, sino que aplaudió a sus líderes. No llegamos a entenderlo. Tal vez, dentro de cincuenta años, cuando esa generación vea los horrores de nuestra actualidad -genocidios, guerras, violaciones, recortes de derechos y libertades, explotaciones, represiones, empobrecimiento- y que aplaudimos a los causantes de estas situaciones, se preguntará lo mismo que nosotros nos preguntamos con el nazismo. ¿Por qué esa generación no reaccionó? ¿Por qué los causantes de ese inmenso dolor llegaron a lo más alto del poder? Tal vez, tendrán la misma sensación de no poder entender el silencio, el aplauso y el voto legitimador.

Tenemos que hacernos una pregunta fundamental: ¿por qué vemos y sentimos los horrores ocurridos en nuestra reciente historia y no vemos ni sentimos los horrores presentes en los que estamos inmersos? ¿Por qué la historia se repite? ¿Por qué vemos, por ejemplo, la película `La Lista de Schindler´ y lloramos y hasta la recomendamos, y en cambio, cuando vemos situaciones actuales de sufrimiento lo primero que hacemos es cambiar y buscar un canal de entretenimiento?

¿Por qué el pasado nos conmueve y el presente nos deja indiferente o lo apartamos? Creo que la respuesta tiene que ver con la corrupción política, expresión de la corrupción económica. Tenemos una percepción de que la clase política, en su conjunto, está al servicio de los poderosos. Que sus decisiones políticas -incluidas las leyes que aprueban y que sirven para maximizar el beneficio, el aumento de la riqueza y del capital- se han convertido en un absoluto incuestionable.

El control y el dominio sobre la gente se ha convertido en un eje de actuación fundamental, de modo que adormecer conciencias e insensibilizar son las estrategias fundamentales. Esto se dio en el nazismo y se da en la actualidad. Romper este muro debe ser una cuestión esencial para quien quiera una humanidad de todos, para todo y con todos.

En ese proceso de adormecer conciencias, insensibilizar e , una palabra nueva que no está en el diccionario, pero sí en la vida, juega un papel fundamental el poder mediático, de ahí que hayan pocos medios comprometidos con la verdad, la justicia, la paz y la libertad. Hay, en cambio, demasiados medios comprometidos con la corrupción económica y política, es decir, comprometidos con la mentira, el engaño y el miedo.

Tenemos un gran maestro en la figura del ministro nazi de propaganda Goebbles que decía, entre otras cosas, que “una mentira repetidas muchas veces se convertía en una verdad” y que en momentos de crisis había que buscar un enemigo común para echarle la culpa. En la actualidad perfectamente podrían ser los inmigrantes, los refugiados y los radicales. Goebbles creó escuela.

Los poderes económicos, políticos, militares, mediáticos, religiosos convergen en controlar y anular al ser humano y esa corrupción se transforma en corrosión social. De esta forma, se prefiere la ignorancia a la verdad, se acepta que las cosas son así porque no pueden ser de otra manera en vez de buscar las causas de los acontecimientos. Existe desinterés por los problemas sociales, en vez de una implicación en el compromiso por la justicia social y la libertad. Hay una indiferencia que nos deja impasibles ante el sufrimiento humano, en vez de provocarnos indignación.

Nos conformamos con respirar y con las migajas, en vez de tener una vida digna para mi familia y para los demás. Una corrosión social que hace que aplaudamos a los causantes del sufrimiento, incluido nuestro propio sufrimiento y el de nuestros hijos. Una corrosión social que hace que percibamos como normal la corrupción siempre que nos permita tener un cacho de pan. Está corrosión abarca todos los ámbitos de la sociedad, entre ellos el judicial y hasta lo estamos viendo en la universidad ¡Qué tremendo todo!

Es verdad que hay gente que, como en el nazismo y en otras épocas, no se han corrompido y sus vidas siguen siendo expresión de honradez y honestidad, reconociendo siempre las contradicciones e incoherencias. Tengo muy presente al juez De Castro que se atrevió a sentar en el banquillo a la Infanta Cristina y a su marido Urdangarin, poniendo a la monarquía española contra las cuerdas.

Es necesario tomar conciencia de esta situación, de nuestra opción por la ignorancia, por la indiferencia, el no pensar, en no creer en nada y no confiar en nadie, en legitimar a los causantes de nuestro dolor, en el individualismo, en llorar en una película por acontecimientos pasados que hacen sufrir al hombre y no querer saber nada del sufrimiento presente.

Es vital mirarse en el espejo de la vida, analizar la historia pasada y presente y anticipar, en cierta media, el devenir, para no repetir la historia o decir que no sabíamos nada de lo que está pasando. Honradez, honestidad, fidelidad, entrega, sacrificio, dignidad, lucha, compromiso, crítica y autocrítica, esperanza, indignación, verdad, descubrir las causas y sus protagonistas, levantar la vista y levantarse, resistencia y disidencia constituyen un nuevo vocabulario para que la historia no se repita y sea una nueva historia, una nueva historia de la verdad, la responsabilidad, la libertad sin cadenas y la justicia que rompe los muros de los adinerados y enriquecidos. Palabras que hay que convertirlas en vida, para que la propia vida tenga vida.

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