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Tras el rastro de los volcanes de Murcia

Panorámica del Cabezo Negro de Calasparra

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

Hace 250 millones de años, Murcia era una laguna salina adonde los ríos iban a parar. Hace 200 millones, estaba por completo sumergida bajo el mar. Hace 65, el clima en estas tierras era tropical y los dinosaurios recorrían las regiones no anegadas. Hace seis, el Mediterráneo se evaporó y se convirtió en un inmenso desierto de sal. Hace un millón y medio, los ancestros del ser humano hicieron acto de presencia en una historia… que sigue.

“Las rocas nos cuentan el pasado de la Tierra”, explica Gregorio Romero, paleontólogo de la Dirección de Bienes Culturales de la Región de Murcia y miembro del Grupo de Investigación de Geología de la Universidad de Murcia.

Sin embargo, se trata de procesos lentísimos, que se desarrollan a lo largo de millones de años: “Son dimensiones temporales tan enormes que nos cuesta asumirlas”, explica Romero. “Tendemos a creer que la Tierra es algo estático, cuando en realidad siempre está cambiando”.

La Región de Murcia, debido a la escasez de vegetación, es especialmente interesante para los geólogos: La historia de la Tierra permanece a la vista, ante nosotros, si nos detenemos a mirar con los ojos adecuados.

Gran parte de esta historia nos la relatan los volcanes.

Volcanes de Murcia

Murcia es la región de la península ibérica con un pasado volcánico más intenso. La huella de estos volcanes, muchos de ellos submarinos en el momento de la erupción, puede rastrearse -y verse, y visitarse- todavía hoy en Mazarrón, Cartagena, Murcia, Zeneta, Barqueros, Fortuna, Jumilla, Mula y Calasparra.

Las carcasas de las chimeneas, inactivas desde hace millones de años, se distinguen todavía, a veces con impresionante claridad, en el paisaje.

Aunque el mayor y mejor conservado es el de Barqueros, el que más interés despierta desde el punto de vista científico es el Cabezo Negro de Calasparra.

En el interior del perfectamente reconocible cráter se alza uno de los afloramientos mejor conservados de lamproítas del mundo.

“Se trata de unas rocas únicas, rarísima en el planeta”, explica Romero. “Emergieron desde una gran profundidad del interior de la Tierra, por ello tienen una composición muy especial”.

El magma, al escapar y enfriarse al contacto con el agua del mar (hace siete millones años la actual Calasparra estaba sumergida), se solidificó creando prismas de gran belleza. Y así han llegado a nuestros días.

El Cabezo Negro de Calasparra fue declarado Lugar de Interés Geológico. Multitud de expertos de todo el mundo acuden a él para estudiar las lamproítas. Es también el único volcán de la región habilitado para visitas.

Las erupciones volcánicas sembraron en la superficie de Murcia otras rocas raras, difíciles de clasificar. Tanto que tuvieron que inventarse nombres nuevos para ellas, en honor a los lugares donde fueron halladas: fortunitas en el caso de Fortuna o jumillitas en el de Jumilla. Estas denominaciones se emplean a menudo todavía en la nomenclatura internacional.

Los episodios volcánicos sacudieron Murcia en dos momentos principales: hace ocho millones de años, cuando la región era un conjunto de islotes que salpicaba el mar, y hace dos millones y medio, con volcanes que surgieron al oeste de Cartagena.

Como testimonio de esta era volcánica más inmediata, queda el Cabezo Negro de Tallante, en cuyo peculiar suelo prolifera el garbancillo, una planta que no crece en ningún otro lugar del mundo. De hecho, se la llegó a creer extinguida, hasta que fue redescubierta en 2004.

Entre dos placas tectónicas

“El movimiento de las placas tecnónicas lo explica todo”, declara Gregorio Romero.

Precisamente, Murcia se encuentra en el punto en que dos descomunales masas, la placa Africana y la placa Euroasiática, chocan.

Cada año, la primera empuja a la segunda tres milímetros hacia el norte. Una confrontación que discurre invisible a nuestros ojos, pero cuyos efectos son descomunales.

Es esta fuerza la que, por ejemplo, ha alzado a lo largo de millones de años las cordilleras que recorren la región.

También es la responsable de los terremotos.

“La nuestra es y será una zona activa de terremotos”, advierte Romero. “Así que debemos aprender a convivir con ellos, a minimizar su posible impacto con educación y construyendo edificios adaptados”.

El choque de placas explica también el pasado volcánico de Murcia: “Cuando la corteza terrestre se relaja, se forman fracturas profundas -fallas- en la tierra y por ellas asciende el magma, desde el interior del planeta”, explica Romero.

Así emerge la roca fundida en forma de lava. Se abre paso y se genera el volcán.

Los volcanes sembraron Murcia de yacimientos minerales que el ser humano ha explotado por milenios. Los pueblos prehistóricos que se asentaron en la actual Jumilla utilizaron la jumillita para confeccionar armas y utensilios. Posteriormente, íberos y romanos emplearon también esta roca.

Las minas de Cartagena, Mazarrón y la Unión, que durante siglos generaron tanta riqueza como consumieron vidas, son consecuencia de la actividad volcánica de hace dos millones y medio de años.

Hoy, de aquellos antiquísimos volcanes sólo queda la huella. A simple vista, nadie diría que estos apacibles lugares fueron un día escenario de cataclismos. Sin embargo, si prestamos atención, con su silencio de millones de años nos cuentan una historia que remite al pasado remotísimo del que son testigos.

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