Estos días hemos asistido a escenas más propias de una película de los Hermanos Marx que de política seria. El Gobierno de Navarra ha ofrecido un espectáculo que abochorna por las formas y, sobre todo, por el fondo, como intentaré explicar a continuación.
Todo comenzó con el anuncio, por parte de Javier Esparza, candidato de UPN y actual consejero de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Administración Local, de una inminente convocatoria de oposiciones en la enseñanza. Con evidente intención electoralista, el candidato hablaba de 900 plazas. El revuelo que se formó con esta manifestación pública es lógico, pues el anuncio contradecía la postura oficial del Departamento de Educación de no convocar oposiciones y despreciaba la obligatoriedad de la Administración de tratar estos asuntos con la parte sindical. Pero lo grave no es el malestar de los sindicatos, sino la absoluta frivolización de un tema que para muchos docentes interinos determinará su futuro laboral y el de sus familias y la propia estabilidad del sistema. Volveré luego sobre esto y continúo describiendo los hechos.
La preocupación de los profesores interinos aumentó cuando D. Javier Morrás, consejero de Presidencia del Ejecutivo, confirmaba que habría oposiciones en esta legislatura, aunque no las 900 plazas prometidas por D. Javier Esparza sino en torno a las 100.
Faltaba la opinión “autorizada” de los responsables de Educación. El consejero, D. José Iribas, desaparecido en combate durante los primeros momentos de alboroto, salió finalmente para conseguir que la preocupación de los interinos se tornara en confusión, perplejidad y finalmente enojo. Iribas desmentía a Morrás (las oposiciones no se convocarán para este curso -lo cual habría dejado a los docentes sin apenas tiempo para preparar las pruebas-), desmentía también a Esparza (ni de lejos podrán ofertarse 900 plazas) y casi terminaba por desmentirse a sí mismo. En definitiva, todo un despropósito impropio de un Gobierno serio.
Pero vayamos ahora a la cuestión de fondo, que no es otra que la escasa valoración que nuestros dirigentes demuestran hacia el profesorado en general y hacia los interinos en particular. Porque en lo que ha sucedido no debemos ver solo torpeza política. Lo significativo es la ligereza con la que se ha venido hablando de oposiciones sí, oposiciones no, 900 plazas ahora, 100 plazas después, convocatoria ya, convocatoria más tarde... ¿Pretenden nuestros políticos denigrar al profesor interino? No lo creo. Es peor.
El problema es que desconocen que preparar una oposición es duro, costoso a todos los niveles y supone la renuncia a muchas otras cosas (cuando uno oposita, no oposito solo. Oposita él -o ella- y su familia, cuyo futuro dependerá en gran medida del resultado de la oposición), con el añadido de que afrontarla bien preparado no garantiza el acceso a la función pública. Pero, ¿cómo va a ponerse en el lugar de un opositor un político? ¿Cuál el sistema de acceso y promoción en la política? ¿De qué manera se establecen los principios de transparencia, mérito y capacidad? No es que no lo entiendan. Es que no pueden entenderlo.
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