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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“La generosidad de algunas víctimas de ETA es un ejemplo para construir la paz y la convivencia”

El alcalde de Errenteria, Julen Mendoza.

Miguel M. Ariztegi

Se quita importancia. Habla en primera persona del plural y circunscribe sus decisiones al Ayuntamiento, a Errenteria, su pueblo, la conocida como la Belfast vasca en los años de plomo. Pero Julen Mendoza es un revolucionario, un revolucionario de verdad, de los que ha imprimido un giro al monolítico -casi estalinista- discurso de la izquierda abertzale. A sus 40 años recién cumplidos, su liderazgo político dentro de EH Bildu es todo un ejemplo de cómo construir un relato del terrorismo vasco y de la violencia política aceptable por víctimas y victimarios. Eso nunca había pasado, es una novedad absoluta. Los historiadores dirán si es comparable al cese definitivo de la violencia de ETA aquel feliz 20 de octubre de 2011. O incluso más, porque para que haya convivencia no basta con dejar de pegar tiros. Hay que hablar. Y escuchar. Incluso pedir perdón al hijo de un Policía Nacional al que remataron en el suelo. Todo eso cuenta Julen Mendoza de forma pausada, reflexiva, mirando a los ojos.

-Forma parte de una nueva generación de políticos -cumplió 40 años el martes- que habla del terrorismo en pasado. ¿Qué ha cambiado en Errenteria?

-Sí creo que hay una cuestión generacional en este país. Aunque no tiene por qué, hay personas con responsabilidades en el pasado que están apostando por un futuro diferente, y ayudando a construirlo. Pero mi generación se está incorporando a los cargos de responsabilidad, en las instituciones y en las empresas. Hemos vivido los momentos duros de la violencia, y por eso queremos un futuro diferente. José Miguel Cedillo responde también a ese perfil. Estamos escribiendo el futuro en positivo porque todos hemos sufrido mucho. Bernardo Atxaga dijo en el polémico documental La pelota vasca que cuando se acabase la violencia nos íbamos a quitar una mochila que nos iba a dar la sensación de que caminamos a 20 centímetros sobre el suelo. Eso está pasando. Y es emocionante. Cuando la sociedad ayuda a las víctimas se ayuda a sí misma.

-Tiene una conexión personal con José Miguel Cedillo, pero pedir perdón es muy revolucionario, sobre todo para un alcalde de EH Bildu

-Hemos creado un espacio sincero. Yo he intentado entenderle, y él también. Es importante. Ayuda mucho. Tenemos que agradecérselo. Su mensaje es fundamental.

-Usted fue el primer político de la izquierda abertzale que pidió perdón a las víctimas de ETA

-La primera vez fue el año pasado, con los concejales José Luis Caso, Manuel Zamarreño (PP) y el trabajador (afiliado al PSE) Vicente Gajate. La experiencia hay que entenderla dentro de un proceso, que se inicia en 2012 con un foro de diálogo. Discreto, no público. Solo se hizo público tres años y medio después y para decir que se disuelve. Participamos personas de este municipio a título personal. Algunas pertenecientes a partidos políticos, otras incluso antiguos miembros de ETA. El informe Hacia una memoria compartida. Un informe de la vulneración de derechos humanos y otros hechos acaecidos en nuestro municipio, de 1956 a 2012. Se hace con el acuerdo de todos los partidos políticos, incluido el PP, que en la anterior legislatura tenía representación.

-¿Qué dice ese informe?

-Que las víctimas tienen derecho a la verdad, justicia y reparación. Poco puede hacer el Ayuntamiento en lo relacionado con la Justicia, pero sí puede hacer en términos de verdad y reparación, reparación social. Ese documento establecía parte de la verdad, no toda. Se limita a los derechos a la vida y a la integridad física, y puede haber otros derechos lesionados. Queda por investigar. Pero sobre esa parte de la verdad, hicimos un camino junto con algunas víctimas para ver cómo podemos abordar la reparación social. Este Ayuntamiento no siempre estuvo con las víctimas, y por eso entendemos que tenemos que pedirles perdón.

-Pero ese paso no se entiende solo en clave local, supone una importantísima novedad en el relato del terrorismo, de la violencia política en general.

-Todo lo que hacemos lo hacemos mirando al ámbito local, sin perjuicio de que sabemos que tiene un impacto más allá. Somos conscientes. Lo importante es que generamos condiciones nuevas de cara al futuro. El acto de Mugaritz lo consiguió, el acto que hicimos hace un año con las familias de los concejales asesinados lo consiguió; el acto de diciembre pasado con las víctimas de la violencia policial de la semana proamnistía lo consiguió (murieron tres personas y más de una decena de heridos). Casi todos los alcaldes de Errenteria desde 1979 hasta la fecha estuvieron apoyando ese paso (Sabino Olaizola, Miguel Buen, Adrián López, Juan Carlos Merino y Julen Mendoza), todos perdimos perdón a las víctimas de la violencia policial, porque no tuvieron reconocimiento institucional durante 40 años. Son pasos que generan nuevas condiciones. Uno tras otro.

La familia Cedillo organizó el acto de Mugaritz, y me pidió que dijera unas palabras. En ese contexto, se incardina perfectamente ese acto con la evolución que este municipio está teniendo.

-¿Es la política municipal más auténtica, menos influenciable por intereses políticos y estrategias electorales?

-Si hace 20 años nos hubieran dibujado la situación actual, con una declaración del cese definitivo de ETA… es curioso que se hicieran más esfuerzos con la violencia activa que posteriormente. Hablo en términos nacionales, nacionales de Euskal Herria. Y tampoco tenemos un Gobierno español que acompañe. Ya es hora de que tome medidas con las prisiones para acompañar este proceso. Los municipios superamos el debate político para situarlo en un terreno mucho más humano. Tenemos la suerte de conocer a las personas que han sufrido la violencia muy directamente. Podemos acompañarles desde una posición ética sincera. Creo que eso es lo que necesita este país. La política tiene una falta de credibilidad absoluta, tenemos que generar espacios sinceros, y sobre todo que las personas que han sufrido directamente las consecuencias de la violencia en este país sientan una cercanía sincera.

-¿Es más difícil convencer a los propios que a los ajenos?, ¿se siente solo en su posición política dentro del mundo de la izquierda abertzale?

-En todo este tiempo, desde 2012, todo lo que hemos hecho en este municipio lo hemos contrastado con EH Bildu. Hemos hecho un trabajo previo con nuestra militancia local, y también con la dirección del partido. En todas las decisiones para mejorar la convivencia siempre he tenido el apoyo de EH Bildu. Me he sentido acompañado.

-Pero fue usted el primero que le pidió perdón a una víctima, en ese sentido constituye una vanguardia, va un poco más allá que sus compañeros de militancia

-Lo que ocurre en este municipio no es mérito de una persona, sino de todas las fuerzas políticas representadas en este Ayuntamiento. Conversaciones discretas que han facilitado la sintonía, el entendimiento. Son hechos de convivencia que pueden generar procesos.

-Autocrítica

-La autocrítica siempre es buena, en cualquiera de las circunstancias de la vida. Ayuda a evolucionar. Pero es importante que la crítica sea propia, que no sean unos los que marquen el nivel de autocrítica necesaria de otros. Eso no ayuda.

-¿Y qué papel juegan las asociaciones de víctimas en este proceso?

-La pregunta es a cuántas representan las asociaciones de víctimas, y cuál es su papel. Porque a veces uno tiene la sensación es que se inmiscuyen en la política. Y eso es lo peor que le puede pasar a una sociedad que quiere construir su futuro, que esté condicionado por agentes que se quieren quedar en el pasado. La relación que yo he tenido con víctimas de ETA me lleva a la conclusión de que son muy diferentes entre sí, y que tienen necesidades diferentes. Pero mi ámbito se reduce a lo local, a Errenteria, donde tengo claro que quieren un nuevo futuro de convivencia y paz, no de odio y de venganza. Es el ejemplo de José Miguel Cedillo y otras víctimas de ETA, que se marcharon de Euskadi y hoy vuelven con un mensaje de paz y convivencia. Yo me quiero quedar con eso frente al odio y la venganza. La generosidad de algunas víctimas de ETA es un ejemplo para construir un país en paz y convivencia y evitar que la violencia se repita. Algunas asociaciones de víctimas no estuvieron; ellas sabrán.

-Pero las víctimas también forman parte de la ciudadanía global, tienen derecho a la participación política

-Hay que respetar cómo afronta cada uno su dolor, pero sí nos podemos meter con agentes externos que pretenden ser determinantes en la política de este país. Las víctimas tienen derecho a ser reconocidas como tales y a ser reparadas. Más allá de eso, corresponde a la ciudadanía mediante su voto decidir cómo quiere construir el futuro. Si se cumplen los requisitos de la Justicia, las víctimas no pueden elegir políticas penitenciarias concretas.

-¿Qué tiene que hacer Pedro Sánchez con los presos de ETA? ¿Acercarlos? ¿Liberarlos? ¿Una amnistía?

-Hay dos partes diferenciadas. Una parte tiene que ver con los derechos de los presos: tienen derecho a cumplir condena lo más cerca posible a su lugar de origen, los enfermos tienen derecho a ser excarcelados. Como son derechos, tienen que aplicarse ya. De hecho ya se está tardando. Está habiendo acercamientos, pero muy aislados todavía.

Hay otra parte, y es la relacionada con la que hay que cerrar todos los capítulos relacionados con el pasado para poder construir el futuro. Víctimas y su reparación, pero también es importante reconocer que mientras haya un preso de ETA en la cárcel, ese pasado de violencia no se habrá cerrado. Necesitamos una hoja de ruta progresiva, de la manera que sea, de excarcelación de presos. Hablo de terceros grados y la aplicación de la ley, evidentemente. Los presos también pueden ayudar a las víctimas a sanar su dolor, y eso puede ayudarles a ellos a acogerse a beneficios penitenciarios, terceros grados y excarcelación. Es la manera de cerrar definitivamente el pasado, y es importante, porque si no queda ahí y no sabemos las consecuencias que puede tener hacia el futuro.

-¿Se puede hacer dentro del Régimen del 78 o es necesario repensar el sistema? Una nueva democracia para una nueva generación.

-Yo creo que hay que cambiar, pero no que sea una cuestión generacional. Ahí están los líderes de PP y Ciudadanos, que también pertenecen a la nueva generación, pero sus discursos son más conservadores aún que los de sus antecesores. Algunos van contra el Concierto Económico, que es una de las bases de la Constitución del 78. La irrupción de otras fuerzas, como Podemos, facilita el reconocimiento de que el Régimen del 78 ha llegado a su fin y que queremos un nuevo modelo de Estado. Pero no perdamos de vista los discursos involucionistas.

-¿Qué le pediría al presidente del Gobierno, a Pedro Sánchez?

-Sería muy pretencioso como alcalde, pero lo que creo es que tiene la presión de PP y Ciudadanos respecto a la política penitenciaria. Pero el peligro es que dé por perdida la batalla antes de iniciarla. Tendría que tener la valentía de adoptar una serie de medidas que contribuyan a crear una nueva sociedad, y en este país ayudar a la convivencia. Y no es otra cosa que empezar a tomar medidas con los presos de ETA. Es fundamental. En estos momentos casi 300 familiares se desplazan a cárceles lejanas fin de semana tras fin de semana. Y eso dificulta la paz y la convivencia, porque es sufrimiento. Que no se haya puesto fin a la dispersión de presos dificulta la paz y la convivencia.

-¿Y ETA? ¿Qué podría hacer por mejorar la paz y la convivencia?

-ETA ha desaparecido.

-¿No es un actor político?

-ETA ha desaparecido. Algunos líderes del Partido Popular dijeron que cuando ETA desapareciera en 48 horas se acercaría a los presos. Y eso no ha ocurrido. La sensación es que desde que en 2011 se inició este proceso, dándose unas condiciones se darían unas circunstancias. Primero era el cese definitivo de ETA, después el desarme, después la petición de perdón, después la disolución… parece que las cosas iban a cambiar. Algunos entendimos que sobre todo en la política penitenciaria. Pero cada vez que se da un paso, aparecen nuevas exigencias. Yo exijo al gobierno español que actúe e incluso que reconozca que por parte de las fuerzas de seguridad se han vulnerado derechos fundamentales. Pero más allá del gobierno, a mí me preocupa la sociedad vasca, cómo establecemos unas buenas bases para la paz. Y ya veremos después qué hacen desde Madrid.

-De la regeneración de la convivencia en el País Vasco a otro tema, ¿cómo ve lo que ocurre en Catalunya? ¿Qué recomendación puede darse desde un Ayuntamiento como el de Errenteria?

-No como Ayuntamiento, como Julen. El problema es que el fondo sigue existiendo. Evidentemente aquí ha habido una situación de violencia que estamos intentando superar. Pero el problema de fondo sigue existiendo. Y es: ¿cómo se le da cabida a los deseos de una parte de la sociedad en el conjunto del Estado? Cuando se habla de que en Catalunya se está fracturando la sociedad, una cosa son los aciertos o desaciertos que el procés puede llegar a tener, pero hay un problema de fondo. El que tiene la responsabilidad de que esa situación no se dé es el Estado, porque no está dando solución a los pueblos que ansían una situación diferente. No se puede acusar de fracturar la sociedad al que pide que vote para decidir su futuro. Y el que no fractura entonces es el que niega el derecho a la sociedad a decidir su futuro. Es un tanto contradictorio. El Estado debe encontrar la fórmula para canalizar estas necesidades, ansias o esperanzas. Otra cosa es qué tipo de relación se construye después entre Catalunya y el Estado una vez que se ejerce ese derecho a decidir. Euskadi y Catalunya tienen derecho a decidir su futuro; después ya veremos qué tipo de relaciones construimos con el Estado. No son proyectos insolidarios, ni mucho menos. Lo que está claro es que el catalán actúa de una forma cuando no se siente atacado y de otra cuando se siente atacado. Catalunya se está movilizando, y desde el Estado deberían plantearse por qué y qué pueden hacer para canalizar ese descontento. No limitarse a decir que esa no es la vía.

-La política como búsqueda de soluciones

-Hasta la fecha no he encontrado ninguna propuesta hacia el pueblo de Catalunya o hacia el pueblo vasco. Se habló del Estado federal en un momento. En la ponencia del Parlamento Vasco se está planteando un modelo confederal, con una relación bilateral con el Estado… pero no se da cabida a ninguna de esas opciones. Desde el Estado no hay propuesta alguna más allá de la negación absoluta. Solo apelaciones vacías al diálogo.

-También aparece en la ecuación el crecimiento de la ultraderecha, con propuestas de soluciones fáciles para problemas complejos. Ya pasa en Europa y EEUU, ¿pasará en España?

-Ya se está dando en cierta medida. Eso es Ciudadanos. No parece por el momento un partido Le Pen, pero tiene unos mensajes respecto a la inmigración y la recentralización del Estado muy populistas. Y con su populismo de ultraderecha radicaliza el discurso del PP. El problema es que la izquierda no tiene un relato para España, el Estado se construye desde la derecha. Si el PSOE no es capaz de generar un nuevo relato y de adoptar decisiones valientes, seguirá jugando en terreno de las derechas. Y así es muy difícil que venza.

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