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El pulso entre Esparza y Barcina, el lío de UPN y la suspicacia de la oposición

Esparza y Barcina, tras la victoria del primero en el proceso interno de UPN.

Garikoitz Montañés

Esparza no quiere liderar “un proyecto que no suponga una renovación”. El pulso ya está echado sobre la mesa de UPN, y al otro lado de él está la actual presidenta de Navarra y también presidenta del propio partido, Yolanda Barcina, quien precisamente no se caracteriza por echarse atrás ante un envite. Ahora falta por conocer cómo se resuelve, cuestión que no parece sencilla. Las palabras del próximo candidato a la Presidencia del Gobierno de Navarra por parte de UPN, José Javier Esparza, han vuelto a revolucionar un partido cuyas aguas no se habían apaciguado tras el proceso para elegir a la cabeza de lista a las elecciones forales.

Entonces se dijo que Esparza era, precisamente, el candidato oficial, el elegido por Barcina, quien, pese a lo anunciado no mucho tiempo atrás, decidió no repetir como número uno de UPN en las elecciones forales. Se sacó mucha punta a esa decisión de la presidenta: que buscaba un retiro en Madrid, que esta era su forma de dar un paso atrás para facilitar un nuevo pacto entre UPN y PSN (el secretario de Organización del PSN, Santos Cerdán, ya había advertido poco antes de que los pactos con los regionalistas eran difíciles, pero con Barcina “más difíciles” todavía) y que, según ella misma afirmó públicamente, tras tantos años en primera línea política, quería pasar a un segundo plano. Eso sí, manteniéndose aún como presidenta del partido (lo es, al menos, hasta 2017) y dentro de las listas al Parlamento

Entonces, que formara parte de las listas parecía un tema, hasta cierto punto, menor. No obstante, también generó suspicacias entre la oposición, que hablaba de la necesidad de Barcina de mantener su condición de aforada en plena investigación judicial sobre Caja Navarra. La presidenta, por su parte, ha insistido, como hizo esta misma semana, que lo hace como una muestra de “apoyo” a la formación en un momento difícil, con un Parlamento más fragmentado, aparente sintonía entre los grupos de la oposición y un PSN que aún paga los platos rotos del gobierno de coalición con UPN (al que Barcina, por cierto, puso punto final).

Ante esta situación, Barcina anunció el pasado 10 de noviembre, visiblemente emocionada en una conferencia de prensa imprevista, que no sería cabeza de lista. Insistió entonces en que no era una respuesta a las corrientes internas del partido, encabezadas por Miguel Sanz, que pedían otro candidato o candidata con más posibilidades de llegar a acuerdos. Este paso atrás supuso el inicio de un convulso proceso para elegir a su sustituto como número uno. Hubo cuatro candidatos: el propio Esparza fue el primero en anunciarse y se ganó, directamente, el título de candidato oficial (algo que Barcinaél mismo negaron con insistencia); Juan Ramón Rábade, director del Hospital Reina Sofía, fue el candidato sorpresa; la senadora Amelia Salanueva se erigió en el referente del sector crítico; y, por último, Alberto Catalán confirmó sobre la bocina que volvía a ser candidato, tras perder por la mínima las votaciones a la Presidencia de UPN precisamente frente a Barcina (ella logró el 51% de los votos) en 2013.

Entonces, con varias de las candidaturas mostrándose a favor de las Primarias, Barcina insistió en defender el sistema establecido para elegir al cabeza de lista de UPN, mediante el Comité de Listas (integrado, grosso modo, por los máximos cargos del partido) y el Consejo Político (un órgano con alrededor de 232 personas, que incluye a cargos públicos y de la propia formación). El proceso, criticado por los propios aspirantes, dio la sensación de avanzar con prisas y sin disposición a probar nuevas fórmulas. Y, así, el 29 de noviembre, después de que Salanueva y Rábade retiraran su candidatura, Esparza ganó a Catalán al lograr el 61% de los votos. Y la victoria se interpretó como un nuevo golpe en la mesa de la propia Barcina.

Esparza rompe su silencio

De ahí que las palabras de Esparza de este viernes, afeando el ofrecimiento de Barcina a formar parte de las listas y pidiendo renovación, hayan sido, ante todo, imprevistas. Por la mañana, el candidato compartió café con el secretario general de UPN, Óscar Arizcuren, en un conocido bar de Conde de Rodezno y por la tarde, en conferencia de prensa en la sede de UPN, dio su ultimatum a la presidenta.

Este órdago plantea una difícil situación a UPN. Ahora, la decisión de componer las listas recae en el Comité de Listas (que encabeza Barcina), cuya propuesta debe ser después ratificada por el Consejo Político. Desde la oposición, incluso, hay quien se ha planteado que se trate de una supuesta maniobra orquestada para reforzar la figura de Ezparza, un candidato hasta ahora más bien silencioso. De hecho, su primera y gran promesa electoral fue anunciar una Oferta Pública de Empleo en Educación (900 plazas en cuatro años), que después tuvo que ser matizada por el propio Gobierno y que fue duramente criticada por oposición y sindicatos, por su oportunismo y su falta de claridad. En el caso de este aviso para navegantes para Barcina, quizá se puede criticar su oportunismo, pero no así que no haya sido explícito.

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