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Las huelgas de la posguerra, protestas por “la subsistencia”

El cartel del documental 'Pan con serrín'.

Garikoitz Montañés

Desde la huelga del textil en Manresa en 1946 y la huelga general de Bizkaia en 1947, al boicot a los tranvías de Barcelona en 1951 o la huelga de Pamplona en 1951. Durante la posguerra, el ciudadanía pareció despertar tras la Guerra Civil y las protestas fueron tan extendidas (sus orígenes se atribuyeron a la masonería, al comunismo…) que llegaron a pillar por sorpresa a un Régimen temprano. Ahora se recuerdan como las últimas movilizaciones de la generación que había perdido la Guerra Civil, y que, en algunos casos, sobre todo entre las pequeñas y medianas empresas, contó con cierta permisividad por parte de la patronal. Aquellas protestas, más allá de la reacción contra la dictadura, estaban marcadas sobre todo por las complicadas condiciones de vida y el racionamiento, según las rememoran en el documental Zerrauts ogia (Pan con serrín: las huelgas del hambre).

Esta obra, presentada este martes en Pamplona y que mañana (19:00 horas; entrada libre) será proyectada por primera vez en la librería Katakrak de Pamplona, es el fruto de una financiación del Ministerio de Presidencia de 2011 y cuenta con la producción de Eguzki Bideoak (responsable del reciente documental contra el recrecimiento de Yesa Los malos sueños de René Petit) y el Instituto Gerónimo de Uztariz, así como con la colaboración de Memoriaren Bideak, todas ellas entidades que ya habían aunado esfuerzos en trabajos como Desafectos u 827 kilómetros sin retorno. Ahora, esta nueva producción repasa, durante 54 minutos, las primeras huelgas del Franquismo.

“El tema me interesaba porque se trata de una época de transición, cuando parecía que todavía había organismos que se mantenían de la época de la República”, explica su director y coguionista, el guipuzcoano Patxi Egilaz. Este es su segundo documental, tras Nos quitaron todo, también vinculado a la memoria histórica. En el caso de la nueva obra, además de repasar las huelgas también se dedica una atención especial a sus protagonistas, entre las que hubo una importante representación femenina.

El metraje cuenta tanto con las opiniones de historiadores e historiadoras de centros, entre otros, como la UPV o la Universitat de Barcelona, así como con, según explican desde la producción, el testimonio de protagonistas de aquellos acontecimientos. Un militante de la CNT, un trabajador de Bertrand & Serra, un pescador de Santurtzi, un representante de ELA o un trabajador de la fábrica López de Pamplona componen algunos de esos relatos.

La “sorpresa” de Pamplona

Una de estas aportaciones es la de la historiadora Nerea Pérez Ibarrola, que se centra en la huelga general de la capital navarra. Pamplona, rememora Pérez, no era una zona plenamente industrial, como podía pasar en Vizcaya o Cataluña, ni tampoco una comunidad precisamente caracterizada por sus movilizaciones contra el Régimen, de ahí que esos actos masivos causaran, cuando menos, “sorpresa”. En su día, se saldaron con más de 200 detenidos.

Para esta historiadora, la clave de estas movilizaciones es que estaban sobre todo relacionadas con la supervivencia: “Se aúnan dos cosas, como son los últimos coletazos de oposición al Franquismo y las necesidades relacionadas con la vida. Había hambre, miseria, eran protestas por la subsistencia”. En 1952 se derogó la cartilla de racionamiento, pero después, en el 56 y durante el arranque de la década de los 60, habría una nueva oleada de protestas, aunque ya “se movilizaba otra generación, y por conflictos diferentes. Esta vez estaban más relacionadas con las reivindicaciones laborales”.

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