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“El teatro no interesa a las instituciones; nunca ha sido un arte cómodo y, ahora, tampoco”

Fuensanta Onrubia y Javier Pérez Eguaras, en el escenario principal de la Escuela.

Garikoitz Montañés

Pamplona —

‘Mamá, quiero ser artista’ tiene aún una versión más complicada: voy a ser actor de teatro. Frente a la rentabilidad del cine o la popularidad de la televisión, un intérprete busca sobre las tablas algo más que entretener. Quiere transmitir, cautivar al público y hacerle reflexionar sobre la sociedad. Por eso desde la Escuela Navarra de Teatro ponen al teatro más cerca de la literatura que de otras artes de la pantalla, y a las actrices y actores que lo mantienen vivo como ejemplo de empeño. Las alrededor de 14 personas que el próximo mes de octubre arrancarán el primer curso, junto a los ocho que continuarán en 2º (3º, el último, estará esta vez vacío), representan el futuro de la escena navarra, un sector que siempre ha sido complicado pero que, con la crisis, se ha puesto cuesta arriba. En parte, porque quizá por esa vocación crítica a las instituciones no les interesa apoyar el teatro. Así lo apuntan Fuensanta Onrubia y Javier Pérez Eguaras, codirectores (ella responsable de Formación, él de Programación) de la escuela situada en la calle San Agustín de Pamplona.

¿Cuál es la situación del teatro ahora mismo en Navarra?

Fuensanta Onrubia: es la pregunta del millón y un asunto difícil de responder. Creo que atraviesa una situación de abandono por parte de las instituciones que deberían proteger la actividad cultural y teatral.

Javier Pérez Eguaras: es verdad que hemos empeorado, pero siempre hemos estado mal. Ahora desde las administraciones se piensa más en no decir que en decir, en que los concejales puedan justificar los datos, en el éxito rápido.

El actor Ramón Barea, Premio Nacional de Teatro 2013, ha lamentado esta misma semana que falta una “política clara” de ayudas al teatro y el cine.

J.P.E.: toda la política de gestión cultural debería cambiar. Las instituciones suelen lavarse la cara con una programación puntual, pero no hay un plan para todo el año.

F.O.: tengo la sensación de que el teatro no interesa a las instituciones. El teatro históricamente no ha sido un arte cómodo, y ahora tampoco. Siempre es un reflejo de las cosas que se quieren tapar. No creo que sea casual.

Desde la Administración se ha argumentado que el teatro es ocio y, entonces, no es básico como otras cuestiones a las que sí destinar más recursos. De ahí los recortes.

F.O.: no estoy de acuerdo porque, para mí, el teatro no tiene que ver con el ocio ni con el mercado del entretenimiento. Para mí, está más vinculado al lado humano de la gente. Sirve para cuestionar.

Pero, ahora mismo, la sensación es que el teatro atrae público gracias, por ejemplo, a los festivales o al atractivo de ver sobre la escena a actores y actrices de televisión.

F.O.: tampoco soy muy partidaria de generalizar. Nosotros en mayo programamos con los alumnos un espectáculo teatral y el boca-oreja funcionó y el público lo recibió estupendamente. Y ahí el público es soberano: si les ofreces algo que conecta con ellos, responden.

J.P. E.: además, al ofrecer solo teatro con referencias televisivas también se reducen, a la larga, los espectadores. Porque pierdes a ese público fiel que sí iba al teatro.

¿Cómo transmiten a los alumnos ese mensaje de ‘Con esta profesión, os tendréis que buscar la vida’?

F.O.: quien se acerca a la escuela se mete en un camino que no es nada fácil, y escuchará rápidamente que no hay apoyos, que no hay salidas… Parece más un camino de locura. Pero, si nos lo creyéramos todo, esto no tendría sentido.

Pero ser actriz o actor de teatro es algo vocacional.

F.O.: yo creo que sí. Que se escucha una llamada. Y a veces acaba sobre un escenario y, en otras, transformándose en otra actividad.

J.P.E.: en general, en casi todos los estudios, es habitual estudiar una cosa y acabar en otra. El problema es que en el arte dramático hay pocos trabajos fijos, ya que son temporales al depender de montajes por obras. Y lo habitual es que cada vez hubiera más…

En alguna ocasión, Fuensanta, ha reconocido que es habitual que un actor de teatro compagine su trabajo con otro.

F.O.: sí. Y estos estudios también dan herramientas para trabajar con el juego, el ocio, la pedagogía…

¿Qué enseñanzas claves debe llevarse un alumno de la Escuela?

J.P.E.: quien salga de aquí debe poder trabajar bien en teatro con todo el mundo. O, al menos, para prepararlo por su cuenta.

F.O.: es importante todo lo que tiene que ver con el cuerpo, la voz, la expresión, un contenido teórico… y todo integrado en la interpretación. Pero el teatro también tiene que ver con la confianza. Es un proceso de conocerte a ti mismo muy potente. Muchos alumnos nos dicen que han pasado un viaje para conocerse a sí mismos, sus capacidades, su facultad de comunicar, y poner eso mismo al servicio de los demás.

¿Hay un perfil entre el alumnado?

F.O.: no, hay de todo, aunque yo diría que siempre es gente en busca de algo.

¿Y se ha conseguido ya que el teatro no se vea como una afición, sino como una profesión?

J.P.E.: los alumnos y el público, sí. Pero mi opinión es que sí que hay entre la Administración a volver al amateurismo por encima del profesionalismo.

¿Sus alumnos tienen que asumir que, tras estudiar en Navarra, deberán hacer las maletas para poder trabajar?

J.P.E.: los últimos años han sido muy negativos en ese sentido. Ha habido un gran desprecio hacia el teatro profesional local. Y, por eso, para trabajar aquí, lo mejor es decir que ha montado un espectáculo en otro lado. Si un actor afirma que ha montado una obra en Madrid, vendrá a Navarra.

¿Hay futuro para el teatro en Navarra?

J.P.E.: dependerá de los navarros. El que ya hay tiene mucho futuro, pero debería haber tenido más pasado y más presente.

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