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Sueldos bajos, inestabilidad laboral y acoso: lo que se esconde tras la sonrisa de una azafata de eventos

Azafatas del trofeo Conde de Godó

Maialen Ferreira

Suena el teléfono de Eneko. Es otra oferta para trabajar en un supermercado como promotor de degustaciones de comida durante el fin de semana. 6,5 euros la hora sin contar el kilometraje. Lleva todo el verano recibiendo este tipo de ofertas de trabajo a través de un grupo de WhatsApp que comparte con otros compañeros del gremio y en el que se envían mensajes para que entre unos y otros vayan cubriendo las vacantes que vayan saliendo por la zona. Pero Eneko ya está harto. A sus 38 años y con 10 años de experiencia en promociones y eventos está cansado de aceptar salarios tan bajos. “No puede ser, no es justo que aceptemos estos sueldos ¿Y si nos ponemos todos de acuerdo y no aceptamos promociones por menos de 7 euros la hora?” Escribe Eneko por el grupo. Todos sus compañeros y compañeras coinciden con él. ¿El resultado? La empresa ha terminado subiendo el sueldo de dicha promoción, al ver que ninguno de sus promotores habituales la aceptaba.

Están ahí. Aunque la gente quite la mirada al verlos. Aunque parezcan invisibles. En el supermercado, en el centro comercial, en conferencias. Son las azafatas -y algún que otro azafato- de eventos y promociones. Siempre de pie, impecables, y con una sonrisa en la boca se encargan de ofrecer productos, degustaciones o propaganda.

“Creo que los bajos sueldos y las condiciones en las que vivimos son así porque no hay un gremio que nos respalde y las empresas se aprovechan de esta carencia para imponer sus precarios y bajos sueldos. Si les dices que te parece poco, te dicen 'es lo que hay' o que estás exigiendo demasiado. Es imposible vivir haciendo promociones”, ha señalado Eneko López, de Mondragón, Gipuzkoa, a Eldiarionorte.es, quien no ha querido dar su nombre real.

Janire Álvarez tan solo tiene 21 años y al preguntarle si durante su experiencia como azafata y promotora ha vivido alguna situación de acoso por parte de trabajadores, compañeros o clientes, no duda: “con todos y cada uno de ellos. Sobre todo con los clientes, y al estar trabajando y no poder salir de tu puesto te sientes verdaderamente impotente. En estos trabajos se aprovechan de la inexperiencia de los jóvenes, pero también de las pocas oportunidades de la gente mayor”.

Janire se refiere a personas como Izarre, de Antzuola, que a sus 50 años compagina trabajos de promotora con otros, como el de limpiar la casa de su hermana, para llegar a fin de mes. Sin la ayuda de su marido, asegura, le sería imposible. Ambos tienen un hijo de 8 años. A Izarre le encanta trabajar en comercios y en empleos de cara al público, por eso incluso llega a disfrutar este tipo de trabajos. No obstante, no puede evitar enfadarse al recordar un episodio que le ha hecho dejar de ir a trabajar a uno de los supermercados a los que más acudía, el de Mondragón. Según Izarre, en ese supermercado les hacen firmar un contrato previo a la acción -nombre que se le da a la función de la azafata durante su trabajo y que consiste, normalmente, en dar a degustar un producto u ofrecer alguna oferta determinada- en el que estipula una serie de normas que tienen la obligación de acatar para trabajar ahí.

“En el documento que te dan a firmar pone que no puedes ni beber ni comer. No puedes moverte del stand durante toda la jornada de trabajo, ni hablar con nadie. Tampoco utilizar el móvil, cosa que no entiendo porque tenemos que mandarles a las empresas fotografías del stand que montamos. El problema es que yo por una cuestión de salud tengo que beber líquidos al menos cada dos horas, les expliqué mi situación y les dio igual. No les importó. En el resto de supermercados a los que he ido me han dejado sin problemas, no lo entiendo”, ha indicado a Eldiarionorte.es a través de una entrevista telefónica.

Todos ellos coinciden en que se trata de un trabajo en muchas ocasiones discriminatorio, pero sobre todo, mal pagado. Las tarifas de una azafata o azafato pueden variar desde los 6 euros brutos la hora hasta, en el mejor de los casos, 10 euros. Las jornadas de trabajo, que en los supermercados suelen ser de dos días por semana -la tarde del viernes y la mañana y tarde del sábado- son de 7 horas al día. Este diario se ha puesto en contacto con las agencias que han contratado a los entrevistados en este reportaje para recibir información acerca de sus casos en concreto y sobre la situación de sus trabajadores en general. Sin embargo, no ha obtenido respuesta por parte de ninguna de ellas.

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