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“Quizás pasemos a un ciclo peor que el actual, a un capitalismo feudal”

El activista cultural Ricardo Antón.

Txema G. Crespo

Hace 20 años se ponía la primera piedra del museo Guggenheim, edificio emblemático que se presenta como el icono de la transformación de Bilbao, pero también como referente de la mejor representación de la cultura-espectáculo. Por esas fechas comenzaba su andadura profesional Ricardo Antón, recién licenciado en Bellas Artes, impulsor de A+T, que partía de la galería de arte del mismo nombre para aportar otras propuestas que estaban más cerca de lo que por entonces hacía Arteleku, el otro referente artístico, este sí en serio, que funcionaba en Euskadi. Hoy, dos décadas más tarde, Ricardo Antón se mantiene en primera línea del activismo político cultural, desde Colaborabora y muy cerca de las nuevas candidaturas municipalistas que se gestan en Bilbao a la sombra de Podemos.

¿Cómo nació Amasté, en un momento tan difícil para la práctica artística?Amasté

Respuesta. Asumí la gestión de la galería de mis padres con el fin de darle un giro hacia el siglo XXI: se convirtió en una oficina de producción de proyectos con una vertiente importante hacia la comunicación, muy cercana al márketing de guerrilla. Nos interesaba salir del espacio convencional del arte, del cubo blanco, para relacionarnos con otros tipos de públicos, es decir cómo desde el arte atraer a otro tipo de agentes ajenos hasta entonces al mundo artístico convencional. En aquel momento teníamos una vinculación muy importante con Arteleku, cuando pasó de centro de arte contemporáneo a espacio de cultura contemporánea.

Una trayectoria de práctica artística y social que mantiene ahora, en Colaborabora.Colaborabora

La comunicación como conversación y la colaboración entre proyectos recorre toda nuestra trayectoria, sea el ámbito que sea. Eso sí, en estos últimos años la idea de lo procomún ha tomado una mayor presencia en nuestra labor, hasta en la propia denominación y situación administrativa: hemos pasado de ser A+T y una Sociedad Limitada, a la cooperativa de iniciativa social Colaborabora; hemos pasado de la práctica cultural a la acción social. Nuestro trabajo es relacionar gente. Vamos de la investigación en un ámbito concreto para realizar nuevas propuestas, como es el caso de “copylove”, que va más allá del “copyleft”, que surgió frente al “copyright”. Se trataba de cómo incorporar en los nuevos modelos de producción y de relación más que las referencias productivas, las reproductivas, los afectos, los cuidados, los procomunes... pero no los procomunes materiales (recoger entre todos la leña en el bosque para el invierno) sino los procomunes invisibles, es decir, todas las relaciones que conforman la comunidad, como se desarrolla ese “copylove” en diferentes colectivos, cómo se pone en valor. Se trataba de ver cómo se puede ir cambiando la sociedad, a pequeña escala, desde esta consideración. Otro proyecto mucho más concreto en el que estamos es goteo.org, la plataforma de crowfunding, cuyo nodo en Euskadi nos encargamos de dinamizar.

Y luego está Wikitoki.Wikitoki

Sí, Wikitoki nació desde la idea de cómo generar redes P2P, cómo crear espacios de federación entre agentes que hacemos cosas similares, desde poder construir una idea de comunidad, de mutualidad.

¿En qué se diferencia del “coworking”?

El coworking surge de que alguien tiene un espacio y lo subarrienda. Nuestra idea tiene que ver más con un centro social ocupado, en cuanto a la organización. Tiene que ver con el modelo de propiedad. El lugar en el que estamos pertenece al Ayuntamiento, pero la manera de trabajar parte de la consideración de que el lugar (wikitoki) que es de todos es a la vez de nadie, la base del procomún. No sólo es un lugar de trabajo, te tienes que comprometer en la construcción del espacio común. Nosotros funcionamos en asambleas, cada dos semanas, grupos de trabajo espacio, comunicación, reglamento interno...

Al final el propietario de “wikitoki” es el Ayuntamiento de Bilbao.

En la relación con las instituciones, siempre hemos tratado de buscar puentes entre lo público y lo privado para orientarlo hacia lo procomún, porque al final el Ayuntamiento somos todos, así que se trata de que esas estructuras que tenemos para organizarnos colectivamente se den más entre pares, de una manera más horizontal y distribuida.

Algo que se encuentra en un lugar diametralmente opuesto a impulsos institucionales en el ámbito de la cultura como es el Guggenheim, ahora que se acaba de renovar por 20 años más.Guggenheim

Si tenemos en cuenta la consideración de la Cultura como nueva mercancía que distribuir en lo que es una nueva faceta más del consumismo dominante, Bilbao es una ciudad en la que hay una apuesta por ese tipo de cultura, desde el Guggenheim al BBK Live, o la organización de convocatorias para que cuando el turista llegue a la ciudad encuentre cosas “que hacer”. Son grandes eventos que necesitan grandes recursos que han de gestionar grandes empresas. El caso del BBK Live y Last Tour es paradigmático de este nuevo monocultivo cultural. Last Tour gestiona lo mismo el BBK Live que el bar del Mercado de la Ribera que la nueva discoteca del Muelle de La Naja. En nuestro caso, tenemos claro que somos agentes culturales y sociales que trabajamos en el contexto del capitalismo cognitivo en el que el trabajador de la cultura representa a la perfección el modelo de trabajador precario que se trata de extender al resto de los ámbitos profesionales.

Pero también cuentan con el respaldo institucional para sus propuestas.

Las relaciones institucionales se diversifican eso sí, no sólo se dedican a los grandes eventos. La institución entiende que ha de llegar a todos los públicos. En este sentido, el capitalismo se ha dado cuenta, en esta su redefinición, de que no puede tirar hacia una capa, sino que necesita a todas las capas, necesita también al agente cultural como nosotros, en precario, que nos asume como una especie de homeopatía para el sistema en busca de nuevas formas de comportamiento para ser sostenible. Son estos tiempos de manierismo total, cuando el capitalismo trata de refundarse continuamente, como siempre a partir de los grandes monopolios, pero como no sabe si eso va a salir bien, se refunda también sobre esas pequeñas cosas que se federan y trabajan en común. En fin, que el capitalismo aprende más de nosotros de lo que nosotros somos capaces de aprender del capitalismo para llevárnoslo a nuestro terreno.

Veinte años del Gugennheim de Bilbao, en los que buena parte de los actores políticos, culturales y económicos vascos se han retratado en su consideración ante esta infraestructura cuando se empezó a pergeñar a principios de los 90 y hoy en día, cuando se confirma la renovación del convenio con la Fundación Guggenheim para los próximos 20 años. ¿Cómo ve el museo en 2034?

Lo que ha pasado con el Guggenheim es similar a lo que va a pasar con el software libre o el privativo, si se van a imponer los transgénicos o iremos hacia la permacultura. Entendiendo que nosotros formamos parte de quienes trabajan en favorecer los bancos de semillas, mientras el Guggenheim es Monsanto, la pregunta es: ¿estamos ante una guerra entre dos concepciones culturales, son dos espacios paralelos sin posibilidad de encuentro, son dos realidades diferentes susceptibles de diálogo que pueda generar situaciones en las que hasta sean compatibles los transgénicos con la permacultura? Estas incógnitas en el diálogo/conflicto son las que a mí me parecen interesantes.

¿Qué va a salir de todo esto?

No tengo ni idea. Ya me gustaría a mí que fuéramos a un mundo permacultural. Pero la verdad es que no soy optimista. Yo creo que los permaculturales de alguna manera vivimos con la ilusión de que vamos avanzando en esta partida. Como ocurre con el consumo colaborativo, parece que va avanzando, incluso en los que son más de mercado: RnB, Uber, etc. Ves que va cambiando la estructura y que no se pueden poner puertas al campo. En ese sentido, sí vamos hacia un cambio de paradigma. Incluso ves cómo el Guggenheim cada vez es más permeable al contexto, en respuesta a cómo al capitalismo se le van acabando los recursos: las exposiciones de las motos, de Armani y otras basadas en el lujo se han acabado. Vivimos en un capitalismo low-cost y para el Guggenheim lo local es el low-cost, de ahí que ahora opte por esos guiños autóctonos.

¿Tienen los días contados el Guggenheim y proyectos de su estilo?

Es una marca que en algún momento tendrá que mostrar signos de agotamiento. Pero, es cierto que ha aguantado mucho más de lo que yo pensaba. En cambio, El libro de Jeremy Rifkin (La sociedad de coste marginal cero: El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo), ofrece la perspectiva que trata de ver dónde se puede encontrar el capitalismo y el procomún, parece que nos lleva a un mundo local, pero seguimos viviendo en la internacionalización. Qué tipo de relaciones se van a dar: precarización y ghetización, o vamos a ir a unas relaciones más igualitarias; vamos a poner la red al servicio de las personas o al servicio del capital. Me cuesta ser optimista, aunque está claro que el capitalismo ya ha dado todo de sí, quizás pasemos a un ciclo peor que el actual, a un capitalismo feudal. En fin que veo esos dos escenarios posibles: por un lado un capitalismo feudal, por otro, un panorama más comunitarista localizado en las relaciones en red con conciencia de comunidad.

¿Cómo lo afronta usted en su trabajo diario?

Podemos plantearnos esta batalla sin verla como una guerra, sin verla en la lógica heteropatriarcal del enfrentamiento, desde otra lógica del afecto y la ternura, y regreso a la idea del “copylove”. En mi opinión, se trataría de integrar todo lo que el feminismo ha estado diciendo en las prácticas transformadoras. Trabajar las micropolíticas, la igualdad desde la diferencia. Si hay un movimiento que ha sido y es verdaderamente disruptivo ese es el feminismo. Y es el único con el que el capitalismo no puede y no sabe lo que hacer. El feminismo destruye el capitalismo porque, aunque de una manera u otra va incorporando los diversos movimientos sociales, no puede incorporar a su discurso las bases del feminismo que son contra hegemónicas.

Acaba de publicar una interesante reflexión sobre una posible candidatura ciudadana al Ayuntamiento de Bilbao, ¿Cuáles son, a su parecer, las posibilidades de renovar un poder local tan marcado por la figura de Iñaki Azkuna y el PNV?una interesante reflexión

El gobierno municipal de Azkuna, y más en su última fase de mayoría absoluta, ha estado marcado por una tendencia a 'empresarializar' el ayuntamiento y 'marketinizar' la ciudad. Para mi es muy significativo el derribo de Kukutza y las declaraciones del alcalde diciendo que “El Ayuntamiento está para defender la propiedad privada”, anteponiendo claramente el interés de un particular frente al bien común, interviniendo además contra un elemento que generaba comunidad, en un barrio con gran necesidad de equipamientos socioculturales, simplemente porque era un elemento que escapaba a su control.

Para cambiar eso, necesitamos volver a recuperar el verdadero sentido de hacer política, que es el de hacer polis, hacer ciudad, corresponsabilizarnos de la vida pública, entender la democracia como un modelo de participación y no de delegación. Y los municipios, los lugares dónde la política afecta a lo más cercano, nos ofrecen una muy buena oportunidad para recuperar ese compromiso político.

En ese artículo, expresa su apuesta por una candidatura de renovación y casi de concentración desde la radicalidad, ¿hasta qué punto es posible incorporar en ella a partidos, tanto Podemos, como Equo, Ezker Anitza o Alternativa Republicana que promueven Irabazi-Ganemos Euskadi?

En mi artículo la apuesta es por sumar para multiplicar. Pensarnos desde lo que tenemos en común, para avanzar desde una sociedad del O hacia una sociedad del Y, en la que convivir desde las diferencias, poniendo en valor la diversidad. El reto es superar el paradigma competitivo y apostar por el cooperativo, por el diálogo, Aprovechar la potencia de lo nuevo, pero saber apreciar también las experiencias con las que otros ya llegan hasta aquí. Bilbo Irabaziz -o como quiera que se termine llamando-, debería ser algo así, un punto de encuentro entre ciudadanía, movimientos sociales, nuevos y viejos partidos, intentando entre todas articular una nueva propuesta para la ciudad en la que queremos vivir. Es posible y necesario, lo que no significa que sea fácil. Pero ese es el verdadero cambio, no un cambio de partidos, sino un cambio de sistema en la forma en que nos relacionamos.

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