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“La actividad económica turística está desarraigando al vecino, lo está expulsando y está generando grandes zonas vaciadas”

Itziar González Virós

Maialen Ferreira

Itziar González Virós (Barcelona, 1967) es una arquitecta, urbanista y activista feminista. Durante tres años fue concejala de Barcelona, pero un caso de corrupción urbanística hizo que dimitiera y “le devolviera el poder a los vecinos”. Ahora, junto a su equipo -del que esos mismos vecinos forman parte- tiene la oportunidad de remodelar La Rambla, uno de los espacios de la ciudad más ligados con el turismo y el consumismo, y convertirla en un espacio cultural y de retorno social.

González Virós sueña con una Barcelona en la que los edificios estén habitados por vecinos, en lugar de personas que vienen de visita. En su ciudad ideal, parte de los hoteles se cambiarían por residencias de ancianos, de estudiantes o de refugiados. En sus palabras, los convertiría “en dispositivos de acogimiento de la vulnerabilidad”. De todo esto ha hablado este viernes en el festival URBANBATfest que se ha celebrado en Bilbao, donde junto con el arquitecto Uriel Fogué ha ofrecido la conferencia Infraestructuras para el cuidado de lo posible.

Ha sido concejala de 2007 a 2010 distrito de Ciutat Vella de Barcelona, cargo del que dimitió en modo de protesta por un caso de corrupción urbanística. ¿Qué ocurrió?

Lo que ocurrió es que mi equipo de gobierno apoyaba realizar al lado del Palau de la Música, en una finca que estaba calificada como para ser un equipamiento escolar, un hotel. Entonces, ni los vecinos del barrio, ni la concejala de ese barrio -que era yo- estábamos de acuerdo. Creíamos que sacar un equipamiento escolar de un barrio para tener un hotel, desde el punto de vista de interés general, no era justificable. Promoví un debate ciudadano participativo, para ganar tiempo, pero a la hora de la verdad era una decisión política. Le comenté al equipo de gobierno que creía que estábamos cometiendo un error y que creía que la ciudadanía lo denunciaría a los tribunales. Entraron los Mossos d'Esquadra en el Palau y descubrieron que el señor Millet estaba robando dinero público y financiando a un partido político. Insistí en que lo parásemos y me dijeron que no. Entonces me fui por coherencia. Les dije a mis vecinos que ellos me habían delegado un poder que yo no podía ejercer y que por tanto, entendía que eso era un fraude democrático, porque no había conseguido influir en un gobierno del que formaba parte. Y entonces, les dije “os devuelvo vuestro poder, habéis perdido una concejal, pero habéis recuperado a una vecina”.

No suele ser común ese acercamiento entre políticos y vecinos.

La mayoría de los concejales de mi equipo era gente que escuchaba a los vecinos y muy comprometidos, pero en todo gobierno siempre hay un plan oculto de los intereses privados que está por encima del resto. Puedes encontrarte un gobierno trabajando abnegadamente por la gente y a la vez abnegadamente por el capital.

Ahora está inmersa en un proyecto para remodelar la Rambla.

Ganamos un concurso donde se pedía un equipo transdisciplinar que pudiera hacer tanto la reforma física de La Rambla como diseñar estrategias de cultura, de gestión de los espacios de gran afluencia por el turismo...Era un encargo muy interesante. Por primera vez teníamos la posibilidad de hacer, no solo la urbanización de una calle , sino también qué va a pasar, qué usos, qué actividades y que usuarios para programar actividades van a poder rehabitarla. Un grupo de los 88 vecinos de La Rambla que resisten aún viviendo ahí, me vinieron a buscar y me dijeron que participara, entonces monté un equipo que se llama KMZERO , que está compuesto por vecinos, y profesionales que o viven o han trabajado en Ciutat Vella. Y ganamos.

¿Y cómo va?

El proyecto se hizo muy rápidamente. Y la parte física de transformación va a empezar el año 2020. Las políticas estratégicas todavía no están implementadas. Es normal, porque las estrategias que propusimos, que eran urbanísticas, ambientales, habitacionales, comerciales. Son bastante innovadoras y tú sabes que las Administraciones Públicas tienen sus ciertas inercias y resistencias al cambio. Avanza lentamente y es alto el riesgo de que el capital de los negocios más extractivos ganen a la acción que la Administración tiene que hacer para equilibrar eso. Tenemos 196 edificios, de los cuales ya muy pocos son para vecinos y lo poco que queda está muy, muy difícil... No sé si llegaremos a tiempo.

¿Y qué tipo de modificaciones van a realizar?

Entre las cosas más innovadoras que proponemos, hecho una propuesta de cómo rescatar la plusvalía para que no se la quede el privado. Proponemos que se escrituren sobre todas las propiedades, se diga que la plusvalía se retornará al interés general a través de que esas viviendas o esos negocios, se pongan durante 15 años a precios razonables de alquiler y así garantizamos el retorno social. 15 años de vivienda de alquiler en las Ramblas es un gran retorno social. También hay unas propuestas de rescate cultural de las Ramblas, es decir, una programación que permita que tú asocies a las Ramblas a la cultura y no al simple consumo o a la simple compra compulsiva. En la ciudad consolidada no podemos seguir invirtiendo con dinero público sin garantizar un retorno social. Y eso es lo que precisamente busca conseguir el urbanismo de acompañamiento y la estrategia de actividades que se está empezando a articular desde el Ayuntamiento de Barcelona.

¿Este consumo masivo y el turismo están destruyendo las ciudades?

Sí, a mi modo de ver, la actividad económica turística en lo que nos está haciendo más daño es en el hecho de que está desarraigando al vecino, lo está expulsando y está generando grandes zonas vaciadas. Yo hablaba del efecto container, es decir, el puerto Barcelona ha crecido muchísimo y hay una gran zona de containers. Los containers son cajas opacas, con una carga que va cambiando, pues nuestras fincas en Ciutat Vella, en el Casco Viejo, ya son como containers, porque son fincas rehabilitadas por fuera, pero opacas, porque no hay un vecino que abra, ventile, baje, el cartero no lleva cartas a nadie, nadie entra por ahí y en cambio la carga cambia continuamente porque es un turista distinto. Se dice que en el 2050 la mayoría de la población mundial va a vivir en las ciudades. Yo no lo tengo tan claro, porque que se está produciendo una especialización de grandes partes de nuestras ciudades para la economía criminal, o sea, blanqueo de capital en la propia inversión inmobiliaria, la droga, la prostitución, el tráfico de personas, la venta irregular del alcohol...Todo eso se está produciendo en las calles de una ciudad vacía, porque no hay un control social, no hay el vecino ni el ni el tendero que avisa. Nadie se está dando cuenta de que el blanqueo de capital o esas actividades económicamente quedan justificadas porque “vienen muchos turistas”, pero no es una actividad económica real, ni es una actividad vecinal real.

Las arquitectas Atxu Amann y Serafina Amoroso, que también han formado parte de URBANBATfest hablaron de la ciudad del cuidado. ¿Cómo definiría usted una ciudad de cuidados?que también han formado parte de URBANBATfest hablaron de la ciudad del cuidado

Una ciudad de cuidados es una ciudad que acepta la vulnerabilidad. Es la ciudad que no cree en las mayorías, sino las minorías. Es una ciudad que no normativiza la vida, no dice ser ciudadano “es”, hay que ser más bien un “cuidadano”. Una ciudad que cuida es una ciudad cooperativa donde todas las personas tienen un rol. Si eres una persona que por lo que sea tienes una larga enfermedad y no sales de casa, te tienen que dar los medios para que intervengas, que puedas acceder a los debates, tenemos la tecnología para eso. Si eres una persona que está sin papeles, te tenemos que dar los espacios de enraizamiento o de expresión. Tenemos en Catalunya esos niños tutelados que nadie les da la posibilidad de hablar y contar su historia. Han atravesado a pie todo África, han atravesado como han podido el Estrecho, son personas que con 16 años han hecho más de lo que haremos nosotros en toda nuestra vida. Esas personas tienen que ser escuchadas, sólo por su vivencia merecerían una tribuna, un periódico, una entrevista. Es decir, una ciudad que cuida es una ciudad que deja que te expreses. Es una ciudad que te da la tecnología y los lugares para ponerte en contacto con los otros, que te garantice ese entorno social que te va a apoyar. Pero a la vez, una ciudad que te cuida te tiene que dar derecho a la intimidad, al refugio, al ocultamiento si quieres y por tanto, una zona libre de redes wifi y de sensores, zonas liberadas. Una ciudad que cuida es una ciudad donde no se normaliza la violencia, los desahucios, el maltrato o la privatización de las escuelas, de los hospitales. Todo eso es un maltrato institucional y desgraciadamente cada vez más normalizado.

El Gobierno vasco está preparando un decreto que recoge ciertas modificaciones como cocinas más amplias o portales iluminados para regular las condiciones de habitabilidad y las normas de diseño de las futuras viviendas de Euskadi. ¿Qué opina al respecto?

Lo verdaderamente liberador sería darle la opción a todo el mundo a ser mujer, ser mujer en el sentido de ser políticamente una minoría. Somos la mitad, pero el sistema patriarcal nos ha dado jerárquicamente un lugar subsidiario. No es tanto que modifiquemos la cocina, como que el hecho de compartir las tareas invite a un esquema de cooperación. Desmontar la familia patriarcal jerárquica que da roles para codecidir los seres que cohabitan, qué roles quieren tener. Lo interesante es que el padre pueda ser madre; la madre, padre; el hijo, padre o la madre, hijo. Romper con cualquier situación que genere un privilegio respecto a los demás, tienen que ser roles complementarios. Todas las supuestas normativas bien intencionadas bienvenidas sean, pero de raíz no solucionan una cosa y es que las leyes o las hacemos la gente o siempre serán inacabadas, erróneas y seguramente patriarcales.

En Barcelona y también en otras partes de España están empezando a ser comunes los pisos colmena. Como urbanista, ¿qué opina acerca de estos?

Muy mal, hay que cerrarlos, no puede ser. Una de mis utopías es que con la cuestión del cambio climático disminuyan enormemente los vuelos, que volar no nos resulte tan escandalosamente barato, que todo caso se compense el vuelo porque vas a estudiar o vas a ver a alguien. Que haya un trabajo de resignificar el viaje. Que sea económico aquellos a los que les es imprescindible viajar y que no lo sea tanto cuando es por puro derroche. Yo me imagino disminución de vuelos, disminución de masa crítica turística en Barcelona y me imagino que de los muchos hoteles, dos sean residencia de ancianos, tres residencia de estudiantes, cuatro de residencia de refugiados. Imagino mantener la tipología de habitaciones y cambiar el usuario, en vez de una persona que sé que se va, una persona que está en una situación de tránsito, un anciano que ya no puede estar con su familia o un joven estudiante que se ha desplazado o un refugiado que todavía no se ha podido enraizar. Es como convertir los hoteles en dispositivos de acogimiento de la vulnerabilidad. Ese sería el retorno social que nos deben. Porque si contamos lo que ya han ganado, ya han recuperado su inversión y es una infraestructura para el acogimiento habitacional que ya no tiene que sacar más rentabilidad, simplemente tiene que devolver. En 15 años podemos estar transaccionando espacios turísticos y hoteleros para espacios de equipamiento social, yo creo que sí, que eso lo veremos.

¿Esa sería la ciudad del futuro?

La ciudad del futuro tiene que ser una ciudad donde no domine lo material, sino lo relacional, donde sea posible reciclar estructuras y equipamientos, todas las construcciones, a favor de las personas y que haya una ciudad porosa para acoger vulnerabilidades y atenderlas. El origen de la ciudad es estar juntos para conseguir algo que si no estuviéramos juntos no tendríamos. El objetivo de la ciudad es un excedente, pero no un excedente económico, sino un excedente relacional. Es porque te relacionas y eso te enriquece, pero no monetariamente, sino en todos los sentidos. Por tanto, la ciudad del futuro será relacional y no solo digitalmente o a nivel de redes tecnológicas, sino sobre todo a nivel de intercambios de cuerpos. Si no hay una corporeidad de la ciudad no tendría mucho sentido estar aquí, acabaremos yéndonos porque entre otras cosas avanza los espacios de impunidad de cualquier violencia. Les preocupa la desertización de nuestros pueblos, yo no lo veo tan claro que no volvamos allá. El problema es que se concentra la cuestión energética en las grandes ciudades, pero llega un momento en que el sueño de la autonomía, sobre todo cuando los recursos básicos están privatizados, está en la cabeza de muchas personas. Yo creo que las ciudades o se dan espacios relacionales de acciones cooperativas, entrañables, sostenibles o se convertirá en algo extremadamente violento donde no querremos ni podremos estar.

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