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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

Amistades que han hecho de España un gran país

No parece que Ignacio González y Florentino Pérez se lleven mal

Iker Armentia

Ya lo dijo Rajoy en Buenos Aires para defender la candidatura olímpica: España es un país de gente simpática, ideal para tomarse una relaxing cup de lo que sea (lo siento, tenía que decirlo). Un país donde, gracias al extraordinario desarrollo económico de las últimas décadas, las amistades se forjan en el avión privado de un constructor y no en esas tediosas estaciones de autobús con megafonía estropeada y bocadillos recalentados, algo que era habitual antes de que media España consiguiera el número de teléfono de Santiago Calatrava.

De hecho, pese a que el boom económico español se ha alimentado en gran parte de cementazos y dinero fácil, no deberíamos subestimar el papel que ha jugado la infatigable capacidad de hacer amigos que atesora todo español, especialmente si uno concede obras y el otro las recibe. Esas amistades las une el dinero y no las separa ni Dios; a no ser, claro, que a Dios se le olvide lanzar un rayo para borrar los SMS de tus amigos. Eso lo complica bastante. Bueno, Dios siempre puede destruir un par de discos duros y unas cuantas agendas.

En España, el 80% de las amistades ya están construidas, en concreto, sobre la base de dos expresiones míticas: “¿qué hay de lo mío?” y “tranquilo, después de las elecciones hablamos”. Hay quien lo tilda de amiguismo. Algunos incluso prefieren llamarlo tráfico de influencias. Yo me quedo con la expresión que le regaló Francisco Camps a El Bigotes de la Gürtel: “Feliz Navidad, amiguito del alma”. En España hay amigos, que son buenos; amiguetes, que son muy buenos; y luego están los amiguitos, que montan chiringuitos y regalan trajecitos. Esos son los imprescindibles.

Las amistades del rey están entre las más citadas. Se ha contando hasta la saciedad que su relación con gerifaltes de todo tipo (tipo democrático o tipo dictatorial) ha facilitado contratos multimillonarios para las empresas españolas. Leyendo a la prensa monárquica, uno llega a la conclusión de que sin la intervención del rey, España estaría ahora mismo con un paro del 27% o recibiendo fondos de cooperación al desarrollo. Sólo espero que, como Will Smith hizo antes de su boda pasándole la chorbagenda a Carlton Banks, Juan Carlos le ceda a Felipe su agenda de contactos políticos y nos permita seguir siendo una de las economías más prósperas del norte de África.

Pero, por encima de todo, están las amistades intrafamiliares. La familia. O La Familia. Como advierte Tony Soprano, uno sólo puede fiarse de los de su misma sangre. El resto son sospechosos de llevar micrófonos pegados en el pecho o de andar filtrando papeles de contabilidad B a los periodistas. Esto explica que en la Administración Pública encontremos más sobrinos, ahijados y cuñados que en las peluquerías o los telepizzas. El amor desaforado por la familia también se denomina nepotismo, aunque es una palabra muy fea y es preferible no pronunciarla en público, sobre todo, delante del familiar que te ha conseguido ese curro en el que no sabes muy bien lo que hay que hacer pero nadie se atreve a regañarte.

En uno de los primeros capítulos de la serie Boardwalk Empire, dos políticos corruptos charlan sobre otro mangante: “Los tipos como Edge vendrán y se irán, pero los jefes como nosotros estamos aquí para quedarnos”. En España, sin embargo, las amistades son tan provechosas que no se va ni el apuntador. Ni se van los jefes, ni los subalternos, ni Perico de los Palotes. Y se quedan todos, o al menos lo intentan, hasta que alguien los pesca con las manos en el confeti. Y ni con esas. Antes enemistarse que marcharse a casa.

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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