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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

Juan Rosell, un marxista para el siglo XXI

Juan Rosell, presidente de la CEOE

Iker Armentia

“El trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”, afirmó el lunes Juan Rosell, presidente de los empresarios españoles, antes de entrar en el Delorean y aterrizar en el Edimburgo de 1836 para comunicar al proletariado que está viviendo por encima de sus posibilidades. Más tarde, de vuelta en España con el coche aporreado por la turbamulta, no rectificó la referencia al siglo XIX -que alguien le mande ‘Germinal’ de Zola, por favor- y se limitó a sugerir que los periodistas le cortan las palabras y solo ponen las frases “cortitas”, lo cual es una tragedia en estos tiempos mediáticos, pero peor es todavía que te corten los días de indemnización porque, amigo, el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX.

Sostiene Juan Rosell que en el futuro habrá que ganarse el empleo todos los días como si la patronal no hubiera conseguido ya poder despedirnos cualquier día. Y una vez más el presidente de la CEOE criticó que las reformas sean todavía insuficientes. Da la impresión de que no van a parar hasta que puedan despedirnos antes de ayer. Su futuro es nuestro presente: solo uno de cada 20 contratos nuevos creados son fijos y de jornada completa, y la tasa de temporalidad en España está situada en el 24 por ciento, únicamente superados por Polonia en Europa.

Por supuesto, levantar una empresa y crear riqueza es una actividad que debería tener un prestigio social mayor del que tiene en España y se quejan a veces los empresarios -y con razón- de que están mal vistos en los bares. Paradójicamente para buscar que los abracemos piden pagar menos impuestos, menos controles fiscales, más flexibilidad para despedir, que curremos más horas y cobremos menos dinero. Hombre, si uno escucha a los portavoces a los que han votado los empresarios, no es precisamente un abrazo lo que apetece al final de día.

En Euskadi, que siempre vamos un paso por delante, la patronal ha llegado a la conclusión de que hay que superar esta bronca en las empresas y ha propuesto un modelo de colaboración entre dueños y trabajadores. “Ha llegado el momento de pasar de la soka-tira a la trainera”, resumía el presidente de la patronal guipuzcoana Peio Gibelalde, el mismo líder empresarial que tuvo que disculparse por decir que los jóvenes “viven una vida muy cómoda en unas familias que les damos de todo y no tienen hambre” (se entiende que para emprender). Según esta propuesta, la dirección ofrecería más información, participación y transparencia a los trabajadores (algo a lo que obliga, por cierto, el artículo 64 del Estatuto de los Trabajadores) a cambio de una mayor flexibilidad en las condiciones de trabajo y los sueldos.

Esta iniciativa tiene su origen en la Guía para una Nueva Cultura de Empresa de la patronal guipuzcoana Adegi, que recomienda a sus asociados “una interlocución directa” con los trabajadores sin olvidar el cumplimiento de las obligaciones con los sindicatos. El documento era mucho más siglo XIX en sus inicios y afirmaba que “la individualización de las relaciones laborales puede posibilitar acuerdos colectivos”. Retiraron ese párrafo para que nadie malinterpretara que los empresarios guipuzcoanos tienen sueños húmedos imaginando una negociación sin sindicatos, cara a cara con cada uno de sus empleados y la luz de una lámpara apuntándote a los ojos.

La gran victoria de las élites empresariales del país es que han conseguido inocular el mantra de la reactivación económica a pesar del duro golpe de los recortes a la clase baja que describe en sus artículos Joaquín Estefanía: “El porcentaje de personas que han llegado a formar parte de la clase baja durante la Gran Recesión (años 2007 a 2013, últimos datos disponibles) subió casi en 12 puntos porcentuales: del 26,6% de la población al 38,5%”. Hasta el BBVA reconoce que la crisis ha generado “situaciones de pobreza y exclusión social que, hace unos años, parecían desterradas de nuestra sociedad”. La lección que nos quieren hacer tragar es que para salir adelante necesitamos que haya más gente pobre, precaria y en exclusión; que el sistema necesita un porcentaje determinado de la población en precariedad perpétua para hacer competitiva la economía; que para generar riqueza es ineludible la pobreza. En el fondo, lo que dice Rosell es lo que decían Marx y Engels en el siglo XIX.

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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