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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

Que la próxima crisis no nos pille organizando unos Juegos Olímpicos

El IBEX 35 sube el 0,35 % en la apertura, con miedo ante una posible recesión

Iker Armentia

En España hay mucha gente que no ha olvidado la crisis de 2008 porque para ellos todavía no ha terminado, venía a decir el otro día Óscar Guardingo. Hay otros muchos que la recuerdan con buena memoria porque los poderes públicos y los empresarios han inoculado con eficacia el miedo sistémico y nada inocente a ser despedidos en nuestros trabajos: el chantaje de los últimos años para tragar con los recortes y la precariedad. También hay quienes recuerdan la crisis hasta el último detalle pero por motivos muy diferentes: hicieron mucho más dinero gracias a la crisis que sin ella. Y luego están los que la han olvidado por completo. O que, mejor dicho, actúan como si la hubieran olvidado y ahora no quieren escuchar los tambores de la recesión económica que se avecina en el horizonte. 

Entre estos últimos están algunos de los políticos que nos gobiernan hoy en día. 

Son esos políticos que han olvidado que la solución a la crisis fue injusta: privatizó los beneficios y socializó las pérdidas. Son esos políticos que han retirado de su disco duro los miles de desahucios que han asolado España en la última década pero añoran la época en la que todo el mundo jugaba a tener un Guggenheim en su casa. Eso no lo han olvidado y han recaído en los viejos vicios de la burbuja. 

Son esos políticos que durante los años más duros de la pasada crisis nos adoctrinaban con “el no hay dinero para todo” para que nos empapuzáramos con el ricino de la austeridad. Los políticos que recortaron en Educación, Sanidad y Dependencia, y que todavía hoy -cuando hay colectivos que denuncian las largas listas de espera en las residencias, o reclaman mejoras laborales en las subcontratas públicas o alertan del desamparo de la educación pública frente a la concertada- siguen insistiendo en que “no hay dinero para todo”. Y lo dicen a la vez que han construido nuevos campos de fútbol, defienden operaciones Chamartín, sueñan con más palacios o, droga dura, hasta aspiran a organizar unos Juegos Olímpicos. 

Son esos políticos ebrios de marketing político positivista que apelan al orgullo de sus comunidades para levantar pirámides que les abran las puertas de la posteridad. O que aprovechan los complejos de sus ciudades/territorios para recurrir a un nacionalismo hiperlocal y cutre pero exitoso. La fórmula funciona, les dicen sus asesores, la gente te vota. Es el populismo de los que siempre están criticando el populismo. Es el populismo del cemento, los grandes eventos y la adicción al turismo. 

Estos políticos prefieren apostar su carrera política a proyectos de muy dudosa justificación en vez de arriesgarlo todo a promover políticas públicas que reviertan los estragos de la última crisis. Son los incapaces en tomar decisiones valientes contra la financiarización de la economía y a favor de una redistribución justa de la riqueza, no sea que se inquieten los de siempre. Son los que se decantan por megaproyectos como un fin en sí mismo antes que por reducir las desigualdades que ha dejado la crisis. Estos políticos no necesitan aprender demasiado porque ya tienen la receta para la próxima crisis: más austeridad salvo para sus sueños de grandeza. Para eso siempre hay convenios y portadas amables en los periódicos. Para repartir culpas cuando vengan mal dadas siempre estarás tú. 

El panorama es todavía más sombrío cuando se comprende que estos políticos no son extraterrestres, que cuentan con un apoyo popular muy importante. Que, entre muchos ciudadanos, ha calado la teoría de que si no se ven excavadoras a cada hora es que todo está parado. Que sin turistas japoneses no somos nada. Son esos ciudadanos que incluso se creen el cuento de que se pueden bajar los impuestos y mejorar los servicios públicos. Y que comentan que a los machacados por la crisis ya se les ha ayudado demasiado. Vienen malos tiempos, si es que alguna vez se fueron. 

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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