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Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

3 de Marzo: Memoria selectiva

Elena Zudaire

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El parlamentario del PP, Iñaki Oyarzabal, opina que la jueza argentina Maria Servini quiere convertir el 3 de marzo en un caso sumarísimo, mediático y circense. ¿A santo de qué viene ahora esta señora pidiendo a la Interpol que detenga a ocho ministros de la época franquista, Martín Villa entre ellos? Pobres abuelitos…. ¿Qué necesidad hay de remover el pasado?, se pregunta Oyarzabal. Que ya ha pasado mucho tiempo hombre, ¿es que todavía no lo habéis superado?, parece inquirir a las familias de las victimas entre líneas... Ante la avalancha de críticas, el popular se apresuró enseguida a reprobar todo tipo de terrorismo en las redes sociales, que suele ser la boca por donde muere el pez.

A veces me sorprende la escasa empatía que tienen nuestros representantes con algunos asuntos, sobre todo los que pueden perjudicar su imagen, coincidencias de la vida. No sé si es que hablan tanto todos los días que están más expuestos a meter la pata o simplemente que hay temas que les importan tan poco que se permiten el lujo de soltar perlas de esas que te dan vergüenza ajena en cuanto las lees. Los sucesos del 3 de marzo fueron uno de los primeros capítulos de la historia más negra de Vitoria (y del país) que me explicaron con detalle mis compañeros de la emisora cuando vine a trabajar esta ciudad. Con el paso de los años conocí a personas que estuvieron en aquella iglesia, que vieron la carga policial desde sus ventanas, que vieron también morir a las víctimas. Su relato es el de quienes sabían que se cometió una barbaridad injusta que quizá nunca sería aclarada y de la que sus responsables nunca responderían. Entre otras cosas porque alguno ha fallecido y no a manos de un gris.

Dice ahora Oyarzabal que aquella carga policial fue la respuesta de un grupo de policías que se vieron acorralados. Quienes les acorralaban eran civiles reunidos en una asamblea, sin armas y sin el respaldo impune de un gobierno todavía franquista. Así que fue sencillo dar una orden desde un sillón y salir del caos a tiro limpio, llevándose por delante la vida de cinco ciudadanos como usted y como yo. La gestión de aquel crimen ya instalada la democracia fue patética. Como es patético ver a las familias de fusilados de la Guerra Civil intentando componer el esqueleto de sus padres, tíos o abuelos en una fosa común, mientras hay a quienes les parece una pérdida de tiempo calificar esas muertes como terrorismo de estado.

Es patético ver a la Asociación de las Victimas del Tres de Marzo sin opciones a pasar página porque nadie les escucha, porque los responsables de aquello están muertos o peinan canas, porque hay quienes se atreven a decir que ya han tenido tiempo de olvidar. Curiosamente, los que claman olvido son las mismas personas que no perdonan ni olvidan lo que les ha tocado a ellos de cerca.

Ninguna clase de terrorismo es justificable, en eso Oyarzabal tiene razón. Pero el que está amparado por un estado, por un gobierno, es abominable. Y no debería prescribir. Nadie te devolverá a quien fue asesinado pero, al menos, imagino que sentirás cierto alivio si logras una mínima dosis de justicia. Servini intenta desde el otro lado del charco clarificar lo que sucedió y aclarar quién fue el culpable. Conoce bien la terrible historia de su país y supongo que ella sí empatiza con el dolor de la frustración que genera una dictadura. De momento, la jueza imputa a ocho ministros franquistas un delito de homicidio con agravante, que en Argentina está penado con cadena perpetua.

El merito de reabrir esta causa es de la Asociación de las Victimas del 3 de marzo y, pase lo que pase, espero que al menos sirva para aliviar su dolor, poner las cosas en su sitio (dicen que el tiempo lo hace) y sacar los colores a quienes intentaron e intentan correr un tupido velo y quitar hierro a un asesinato de estado. Y también recordarles que de aquellos polvos, estos lodos.

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Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

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