De la vejez y otras realidades

En estos días en los que toda clase de desastres políticos y corruptelas ocupan primeras planas, busco en las secciones de sociedad un hálito de cambios, buenas noticias y evolución, ilusa de mí, pensando que, al margen de las marabuntas, la vida sigue y avanza abriéndose paso como una leona, y que los medios también lo recogen. Ingenuo espejismo.

Para mi tristeza, estoy pasando por un proceso de profunda desilusión y gran decepción. Los textos publicados sobre el entorno ciudadano ponen el acento en temas macabros, violencia, robos, y hasta en problemas de custodias compartidas ¿Es esto todo lo que debemos saber sobre nuestro entorno social y vecinal? ¿Dónde está la reflexión más allá del teletipo? Lo peor de todo es que los lectores aceptamos esta propuesta como algo definitivo, y en nuestras conversaciones replicamos la temática, alejándonos de una verdadera realidad social. Se está dando una enajenación de los temas personales que atañen a los ciudadanos, y a mí me duele.

Como toda creciente dolencia, tenemos días y días. Recientemente tuve un tirón informativo lumbar, que aún me tiene doblada. A mediados de la semana pasada vi, agazapada, en 21 líneas de una columna, tímida y casi transparente, la noticia de que el PNV ha presentado una interpelación al Gobierno Municipal de San Sebastián con el fin de que adopte medidas que permitan mejorar la accesibilidad a los hogares del jubilado de al menos tres barrios.

Si bien me sorprendió la aún falta de adaptación de estos centros (aunque tengo claro que la accesibilidad es el gran tema pendiente en San Sebastián, por su naturaleza orográfica llena de barrios con cuestas rompehuesos), lo que me dolió especialmente fue la ubicación y sonrojo con la que la noticia estaba maquetada en el diario: página 27, esquina inferior izquierda, carente de total visibilidad, y con un índice probado, seguro, de lectura mínima.

Lejos de querer hacer una crítica a un diario en concreto, quiero poner de manifiesto la alienación de los temas humanos que nos atañen como es éste, el de la vejez. Me gustaría que hubiese una mayor gestión y trabajo en los ámbitos relacionados, más allá de las ayudas de la Ley de Dependencia y los breves en los medios sobre las contiendas entre grupos políticos municipales.

Porque resulta que vivimos en una sociedad especialmente anciana. San Sebastián tiene el 19,1% de habitantes mayores de 65 años. Casi nada. Y más del 50% ya ha pasado los 45. Vamos, que en 20 años, a menos que la población no tenga un crecimiento muy superior al del 5% que hemos tenido este año, vamos a ser una ciudad de viejos.

¿Estamos preparados? ¿Quién los va a cuidar? ¿Dónde? ¿Están nuestros hogares listos para atender a personas dependientes? ¿Y nuestras mentes? ¿Estamos preparados para ver cómo se vive durante años gracias a una existencia medicalizada hasta el punto de tener que atender a nuestros padres ya vegetales?

Lejos de que sea el colmo de los colmos que los hogares del jubilado no cumplan necesidades de accesibilidad, me apena enormemente que el tema de la vejez no esté en primera plana y pertenezca a la agenda diaria de temas a tratar. Y no hablo sólo de los medios de comunicación. También de la agenda de gestión de infraestructuras, sanitaria, cultural y social en las administraciones.

Me queda claro que en estos momentos es más importante atender a eventos, ardides políticos y bagatelas, antes que hacer frente a los problemas personales de la casa. En esta ocasión, el de una ciudad donde todos prefieren obviar su edad. Llegado el momento, ya veremos a quién le toca cambiar pañales. Y mientras otros roban de las arcas, y lo comentamos en el café del mediodía, todos cumplimos años sin decirlo.

Felicidades.