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Ara Malikian: “El mundillo de la música clásica es muy de amiguetes”

El violista Ara Malikian celebra en el Palacio de Deportes sus quince años de trayectoria.

Cristina Sobremazas

Detrás de un violín siempre hay un buen violinista y, detrás de un buen violinista, retumba el nombre de Ara Malikian. El artista libanés se introdujo en el mundo de la música con tan solo 12 años y, a los 14, consiguió una beca en  Hochschule für Musik und Theater Hannover. Posteriormente amplió sus estudios en la Guildhall School of Music & Drama de Londres.

Sin embargo, Malikian no ha tenido una vida fácil, pues ha visto el drama desde su nacimiento, un tema que ahora revive con la situación de los refugiados a las puertas de Europa. Por esa razón, el concierto que el violinista ofrecerá este domingo 4 de septiembre en el Palacio de Deportes de Santander será solidario, con parte del dinero de la entrada destinado a alimentos y sanidad para los que peor lo están pasando. Con gran prestigio y un estilo extravagante, Malikian ha conseguido destacar en el mundo del violín consiguiendo premios de todo tipo. Ahora pasará con su gira por Cantabria con un espectáculo que pondrá sobre el escenario su último trabajo en una gira sinfónica que mezcla músicas, estilos y épocas para sorprender al público.

Santander es una ciudad con la que tiene un gran vínculo. ¿Cómo y cuándo llegó a conocer esta tierra?

No es solo Santander, sino Cantabria entera. Lo llevo visitando desde hace 15 años, desde que lo descubrí, y vuelvo al menos dos veces al año. Comillas, por ejemplo, es un lugar donde siempre hago conciertos y me hace muy feliz, por el cariño mutuo con el público.

Alguna vez fue refugiado. ¿Cómo vive en la distancia el sufrimiento de su pueblo?

Fui refugiado, pero con mucha suerte: tuve ayuda y hoy en día esa ayuda los refugiados no la tienen. Gracias a esas ayudas he podido trabajar y tener una vida feliz. Verdaderamente están en unas circunstancias muy difíciles, intentando vivir como pueden y, más grave aún, sin saber si su futuro está en manos de decisiones políticas.

¿Cómo ve la situación de Líbano en la actualidad? ¿Cree que hay posibilidad de solución?

Cuando uno quiere, todo se puede arreglar. De hecho, para mí es una cuestión humanitaria más que política. Se trata de ayudar a seres humanos que están perseguidos y amenazados de muerte. Nosotros no podemos estar parados viendo esto. Creo en el ser humano que está dispuesto a ayudar a quien más lo necesita.

Su único y máximo arma es el violín. ¿Cree que puede hacerse justicia a partir de la música?

Justicia no. La música tiene mucho poder, pero no puede parar guerras. Si bien, tiene muchos poderes para cambiar a quien genera estas guerras. La música puede concienciar y hacer a la gente más sensible y respetuosa, amando las diferencias y culturas, lo que puede llevar a entendernos mejor y respetarnos más.

¿Cómo se sintió al solucionar el tema de la nacionalidad española por fin, tras tantos problemas?

Tampoco fue para tanto, solo me lo denegaron y luego me lo otorgaron. Me sorprendió que me lo denegasen y que luego, al hablar tanto del tema, me lo diesen. Intenté hacer todo sin ninguna ayuda, siguiendo los pasos habituales y, por desgracia, estas vías no son las más seguras. El mejor ejemplo es que si hubiese sido futbolista habría tenido la nacionalidad en cuestión de semanas.

Comentó que en el concierto que ofrecerá en el Palacio de Deportes de Santander va a hacer una fusión entre muchos estilos musicales diferentes. ¿Cree que el violín no debería entenderse únicamente como la música clásica de Vivaldi o Paganini?

Claro que no, el violín es mucho más que solo lo clásico.  El violín hace siglos ya estaba en todas las culturas del mundo, de hecho este concierto no diría que es una fusión, porque la palabra fusión no me hace gracia. Fusionar es muy fácil. Tocar un tema de Beethoven por reggaetón es lo más fácil del mundo, pero ese no es mi objetivo ni mi motivación. Toco todas las músicas que me gustan a mi manera, porque puedo estar tocando flamenco y no ser un músico flamenco. Siempre toco a mi manera y si cuela, cuela, eso es lo que importa. Eso lo hago con todo tipo de música. Si me gusta, lo toco y ya está.

¿Qué vaya con el pelo largo y alborotado, la camisa desatada o la barba demasiado larga le ha supuesto algún problema en su carrera como violinista?

Sí, pero también le he sacado provecho. Yo soy así y las personas sacan más provecho de sí mismas cuando son naturales. Tuve una época, cuando era mucho más joven, que quise encajar en el mundillo de la música clásica y no me dejaban ser como soy, siempre me tenía que poner un disfraz. En ese mundo era imposible encajar hasta que me di cuenta de que yo no pertenecía ahí, que tenía que ser como soy y hacer lo que me gusta, a mi manera. Eso fue un proceso, hasta que entendí qué quería hacer, pero fue un proceso bonito porque aprendí muchas cosas y me equivoqué muchas veces, fue un camino en mi carrera que no es ortodoxo, pero estoy contento porque no he pasado por nada por lo que no me hubiese gustado pasar, siempre he intentado hacer lo que más me gusta.

Tocó gratis en la estación de Adif de Santander hace un par de años para ayudar a fomentar las oportunidades de los jóvenes talentos. ¿Cree que hay poco apoyo o impulso para los músicos que están empezando?

Hay apoyos pero, hoy en día, los jóvenes lo tienen difícil. Más que nada el problema es que el mundillo de la música clásica es muy cerrado, muy de amiguetes. A veces el valor que uno tiene no depende de su valor propio para triunfar y eso es lo que me da pena. Hay jóvenes con mucho talento y trabajo pero no tienen opción de darse a conocer y de tener alguien que les ayude, eso es lo que es difícil y les obliga a ser más creativos y buscarse la vida… No se puede decir “si haces esto y esto otro te va a ir bien” porque siempre hay que buscar e improvisar el camino.

¿Qué le parece el tratamiento que España da a la cultura?

El IVA ha hecho muchísimo daño y sigue haciéndolo. Por todos los recortes de las ayudas para conciertos, teatro… nuestra única manera de sobrevivir era con la taquilla de los conciertos, pero la subida fue un palo porque después de pagar todos los gastos, la SGAE... lo que le queda al artista es muy poco.

Una de sus premisas es “disfrutar y sacar el sentido del humor”. ¿Cómo ha conseguido tener esa visión de vida tras tantos momentos de dureza?

Siempre fue parte de mi vida. Vivíamos situaciones muy trágicas, pero con una sonrisa y de forma alegre y optimista. Si no eres optimista es imposible sobrevivir y es, más o menos, la meta de mi vida. Soy una persona alegre y lo aprovecho, también en los conciertos. Aunque toco de forma seria siempre me gusta tener humor para presentar todos los temas que toco.

¿Le gustaría que su hijo siguiese sus pasos?

Me gustaría que mi hijo tocara el violín pero no sé si él va a querer… Para tener mi profesión hace falta mucho sacrificio. Si hoy soy feliz es porque he sacrificado muchos años de mi vida en estudiar y, de hecho, he perdido gran parte de mi juventud por mi obsesión con el violín. Es difícil estar encerrado  en una habitación nueve horas al día para ensayar, hay que estar muy motivado. Yo lo estaba, pero no sé cómo será mi hijo. Le dejaré ser y hacer lo que quiera. 

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