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“Antes con seis vacas, capitán general”

El próximo mes de abril entrará en vigor la liberalización del sector lácteo.

Rubén Vivar

La cuota láctea, el sistema que distribuye la producción de leche entre los ganaderos europeos, toca a su fin. El próximo 1 de abril entrará en vigor la liberalización del mercado y se pondrá punto y final a un sistema que en España venía funcionando desde 1991, cuando el país se unió a la PAC (Política Agraria Común). Los 1.461 productores cántabros tendrán que adaptarse a un cambio histórico: ya no verán limitada su producción pero tampoco tendrán garantizada una venta mínima. La incertidumbre reina en un sector esclavo de la industria y, sobre todo, de la distribución, y además excesivamente dependiente de la administración pública.

Isidro Martínez Ranero -nieto, hijo y hermano de ganaderos- se encoge de hombros cuando le preguntan si está preparado para un cambio al que tendrá que enfrentarse en apenas tres semanas. “Si la leche no vale...”, responde taxativamente mientras continúa trabajando en su establo situado en Ramales de la Victoria. Y es que el precio es el principal caballo de batalla de los ganaderos.

En estos momentos, Isidro percibe por cada litro de leche que produce unos 31 céntimos, cinco menos de lo que le cuesta producirla. Teniendo en cuenta que cada día ordeña unos 500 litros, el resultado es que con su trabajo pierde 25 euros diarios. Por eso, son necesarias las subvenciones de la administración; una ayuda que los ganaderos no desean pero que se presenta como imprescindible para la supervivencia de las ganaderías.

“Somos esclavos de la industria”. Quien habla es Pedro Gómez, presidente de la asociación agraria Asaja Cantabria, a quien tampoco le duelen prendas hacer autocrítica dentro de un sector que, a su juicio, necesita impregnarse de una mayor visión empresarial. “Todos deberíamos de haber hecho más los deberes, tanto las administraciones como los propios productores. Pero como siempre, en este país no se llega a tiempo”, se lamenta.  

Según explica Gómez, las estabulaciones más grandes son las que mejor resistirán la desaparición de la cuota láctea. Y eso, en una comunidad como Cantabria, donde el 70% de las explotaciones son familiares y de alta montaña, es un gran riesgo. Más de 400 productores cántabros desaparecerán de aquí a 2020, alerta el responsable de Asaja, que toma como referencia el estudio realizado por la Organización Interprofesional Láctea. Este informe advierte que la nueva norma comunitaria acabará con el 30% de las 21.000 granjas de leche que hay en España.

Gómez no es el único que advierte de la debilidad de la ganadería cántabra. En esta misma línea, se manifiesta Gaspar Anabitarte, del sindicato agrario UGAM-COAG, que muestra su rechazo al fin de la cuota. Las explotaciones costeras, con cabañas mucho más numerosas, son mucho más apetecibles para la industria porque los costes son menores. “Un camión llega a una explotación de costa y puede llenar hasta una cisterna. En alta montaña, para recoger esos 18.000 litros, el camión tiene que estar toda la mañana dando vueltas”, ejemplifica Gómez. 

Antes de la entrada de España en la PAC, en Cantabria había más de 10.000 explotaciones que producían entre 400.000 y 500.000 litros de leche. Los mismos que en la actualidad pero con una décima parte de ganaderías. Para poder ser competitivos en el mercado común, los ganaderos cántabros tuvieron que ampliar el tamaño de su explotaciones. Un planteamiento al que tendrán que enfrentarse de nuevo si quieren que la industria, cuya única meta es la rentabilidad, no les abandone a su suerte. “Antes con seis vacas, capitán general”, recuerdan los Martínez Romano, que ahora tienen 80 y un sistema de ordeño automático.

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