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“No vamos a arreglar el mundo, vamos a mejorar nuestro pueblo”

Ángel Díaz-Munío llega en bici al pleno en el que fue investido alcalde de Castro Urdiales. |

Laro García

Castro Urdiales es una pequeña excepción en Cantabria. El municipio, limítrofe con el País Vasco y con un gran número de habitantes que provienen del territorio vecino, sufrió un terremoto político el pasado 24 de mayo, cuando el resultado de las elecciones municipales llevó al poder a Castro Verde, una organización vecinal de corte ecologista y asamblearia con una candidatura liderada por un ingeniero naval jubilado de 73 años. Ángel Díaz-Munío tomó el bastón de mando después de años en los que la ciudad fue noticia constante por los escándalos de corrupción y por los delitos urbanísticos que se cometieron.

El nuevo alcalde pretende combatir esa imagen a través de “otra forma de hacer política” y con el reto de transformar en realidad algunos de los proyectos que demandaban desde la oposición. De momento, se muestra “realista” y reconoce que el balance de estos primeros meses de gestión “es poco espectacular, poco brillante”. Pide paciencia y cree que deben ser pragmáticos para no decepcionar las expectativas.  “Vamos a atender primero las necesidades vitales. No vamos a tener dinero para fuegos artificiales ni para ponernos medallas. Debemos mejorar la convivencia y la calidad de vida de los vecinos, no hay otra prioridad”, insiste.

¿Qué balance político hace de estos primeros meses al frente del Ayuntamiento de Castro Urdiales?

El diagnóstico que habíamos hecho de la situación fue acertado. Puede incluso que nos quedáramos cortos. Nos hemos encontrado las dificultades que preveíamos y alguna más. Queda muchísimo para tener una administración moderna y eficaz. Tengo que reconocer que el balance de estos primeros meses es poco espectacular, poco brillante. Solo hemos podido empezar a afrontar los problemas de forma superficial. La situación económica es muy mala. Todo el mundo habla de herencia, pero lo nuestro va mucho más allá. Hemos tenido que realizar unas medidas de ajuste muy importantes a lo largo de 2015. A base de no gastar, de reducir los gastos políticos, los festejos... de todo aquello que estaba en nuestra mano. Hemos conseguido pagar a todos nuestros proveedores y acabar con el agujero que teníamos en las cuentas. En 2016 se notará un poquito más el cambio.

¿No se ha notado todavía?

Creo que sí hemos demostrado que hay otra forma de hacer política. Hemos dado ejemplo de austeridad eliminando los gastos políticos, suprimiendo los cargos de confianza, simplificando la administración municipal. Los plenos se dirigen ahora de forma abierta, democrática y participativa. La forma de hacer política ha cambiado de manera sensible. Nosotros hemos renunciado a cualquier tipo de privilegio o ventaja protocolaria, no acudimos a los actos religiosos, pretendemos que los vecinos nos vean como lo que somos, ciudadanos de a pie. Somos servidores públicos y no estamos aquí para aprovecharnos de la política, como hicieron muchos de los que nos han antecedido, que han propiciado una imagen de la política que tiene más que ver con el caciquismo y con el clientelismo. 

¿Cómo gestiona una organización política como Castro Verde, que se maneja de forma asamblearia, su llegada al poder?

Una organización como la nuestra tiene estructura de partido político porque lo exige la ley, pero hay muchas diferencias con los partidos tradicionales. Somos absolutamente independientes y rendimos cuentas ante nuestros simpatizantes y amigos de forma asamblearia. Es la asamblea la que toma las decisiones políticas. ¿Cómo se hace eso? Es difícil, la verdad. Para llegar a donde estamos, para ser la lista más votada en las pasadas elecciones, ha habido que trabajar mucho durante años. Para que Castro Verde esté ahora dirigiendo el Ayuntamiento ha tenido que poner antes en común muy distintos planteamientos y sensibilidades. Todos sabemos que este esfuerzo exige renuncias personales y lo hacemos porque creemos que es necesario cambiar la política de nuestro pueblo. Por eso estamos aquí y estaremos mientras haga falta. Si hay otros que demuestran que se pueden hacer las cosas con honestidad, entrega y generosidad, Castro Verde no tendrá mucho sentido.

Es muy difícil gobernar asambleariamente. Hubo que unificar la doctrina, acabar con las tensiones internas, conseguir lazos de amistad importante, de liderazgo, de compromiso personal. Los partidos vecinales como el nuestro surgen casi siempre de la denuncia, de la crítica, como oposición a la mala práctica política. Ahora nos toca a nosotros hacer las cosas y eso requiere un cambio de mentalidad. No hay que pedir la luna, hay que rebajar las expectativas al día a día y ser pragmáticos. No vamos a arreglar el mundo, vamos a mejorar nuestro pueblo, vamos a intentar resolver los problemas de nuestros vecinos. Es fundamental establecer prioridades. Esto lleva un proceso de maduración que exige tiempo. La cohesión interna, el ponerte de acuerdo, el evitar las corrientes centrífugas, te lleva mucho tiempo. Y si no consigues eso, no consigues nada. 

¿Cree que la crítica más feroz la van a encontrar en sus propias filas?

Ahora no me planteo ese escenario. Nosotros llevamos cuatro años conociéndonos, con una labor de oposición a lo largo de la pasada legislatura que fue muy fructífera. No hay crítica, lo que hay es una demanda constante de información y de participación, lo que me parece lógico. Así hemos conseguido tener una gran cohesión interna.

La singularidad histórica de Castro Urdiales se agudiza con la victoria de Castro Verde en las pasadas elecciones. ¿Le parece que es una reacción a lo que se ha vivido en la ciudad en los últimos años, con una situación política plagada de casos de corrupción y continuos escándalos urbanísticos?

No creo que exista otra explicación. El momento que vivimos es consecuencia de nuestra historia. Desde que estamos en democracia, han gobernado casi todos los partidos tradicionales, desde el PP al PSOE, pasando por el PRC. Poner a una mayoría de los vecinos de acuerdo en que una organización como la nuestra debe estar al frente del Ayuntamiento, sin ofrecer nada a los empresarios, nada a los comerciantes, nada a los grupos de poder, solo ofreciendo cambio y eficacia es complicado. Llega porque hay un caldo de cultivo, porque la gente está cansada de ver cómo legislatura tras legislatura no se afrontan los problemas importantes. Creo que nosotros hemos conseguido transmitir la imagen de un grupo de gente honrada, capaz, con reconocimiento personal en el pueblo. 

¿El urbanismo va a dejar de dar disgustos a los castreños?

No, ni mucho menos. Queda muchísimo trabajo por hacer antes de considerar que la situación está resuelta. Me cuesta hablar de la herencia recibida, pero no me queda más remedio. En Castro hay grandes áreas urbanísticas que están en situación alegal o, directamente, ilegal. Hay dos o tres puntos concretos que nos va a llevar mucho tiempo resolver. Cuando se hacen las cosas mal, rehacerlo es un infierno. Estamos afrontando problemas de hace diez o veinte años y hay detrás un proceso administrativo muy largo. Hay obras, saneamientos, parques... que no se han hecho nunca y que llevan un trabajo y un dinero, dinero que deben asumir los promotores que hicieron los pisos, promotores que ya no existen porque sus empresas están en quiebra... Cuanto más tiempo pasa, más difícil es la solución. Tenemos grandes problemas urbanísticos y los vamos a seguir teniendo. No lo vamos a resolver a corto plazo, pero seguiremos trabajando para solucionarlo.

Todo lo que ha pasado en los últimos años ha dañado gravemente la imagen de Castro Urdiales. ¿Se puede invertir esa dinámica?

Para eso, lo primero que tendría que haber es una justicia más rápida de la que tenemos. Aclararía mucho la situación. No espero gran cosa de los procesos judiciales abiertos porque tengo la sospecha de que se están mezclando cosas. Lo interesante es saber quién ha robado. Punto. Espero que la justicia aclare qué políticos son corruptos y quiénes no lo son. Hay políticos o funcionarios que están imputados por hacer las cosas mal, por no seguir el procedimiento adecuado, pero que no se han lucrado ni han cometido delitos para beneficiar a un tercero. Hay que separar las cosas. Hay 60 o 70 personas imputadas, entre políticos, constructores, promotores o técnicos, y la imagen que se transmite así es que todos son iguales. Evidentemente, ha habido problemas de corrupción. Sería muy importante que se celebre ese juicio para saber qué ha ocurrido desde el punto de vista penal. Mientras tanto, para cambiar esa imagen, debemos funcionar con un rigor total. Y hacerlo todos los días, estar vigilantes para que eso sea así. No debe haber duda de que en Castro Urdiales no hay cabida para un comportamiento sospechoso, no digo ya ilícito. Tenemos muchos motivos para estar orgullosos de ser de Castro.

Inciden mucho en la necesidad de dar ejemplo. ¿Hay margen para seguir avanzando en la transparencia dentro de la gestión municipal?

Sí, sin duda. Hay mucho margen, aunque estamos haciendo todo lo que podemos. Es un proceso continuo. La transparencia es medible y cuantificable. Hay parámetros que permiten marcar una hoja de ruta. Y conjuntamente con la transparencia debe venir la participación ciudadana, para que los vecinos tengan la posibilidad real de criticar o controlar tu trabajo. Aquí hemos avanzado muy poco todavía. Sabemos lo que hay que hacer, aunque no lo hayamos hecho todavía. Ni hemos tenido tiempo ni hemos tenido dinero suficiente para hacer las inversiones necesarias.

¿Esa falta de disposición económica puede ser el mayor lastre para sacar adelante sus propuestas?

Probablemente. El mensaje que se desprende de los presupuestos que estamos elaborando ahora mismo es que nosotros no vamos a abordar grandes obras, que nosotros vamos a atender primero las necesidades vitales: limpieza, seguridad, ayudas sociales, ayuda a los parados... No vamos a tener dinero para fuegos artificiales ni para ponernos medallas por inaugurar grandes infraestructuras. Somos realistas. No estamos en un periodo de expansión, hay que gastar menos. Creo que, si lo explicamos bien, los ciudadanos lo entenderán. Debemos mejorar la convivencia y la calidad de vida de los vecinos, no hay otra prioridad.

Castro Verde fue la lista más votada pero no gobierna en solitario. ¿Esas prioridades las comparten también sus socios del PSOE en el equipo de Gobierno?

La idea general es compartida. El PSOE trabajó cuatro años con nosotros en la oposición y no nos está costando nada entendernos.

¿Y hay voluntad política para acabar con ese desapego que ha existido siempre desde Castro Urdiales hacia Cantabria y viceversa?

En el Gobierno de Cantabria lo entienden. Saben que hay que romper la barrera y conseguir la integración de los castreños en el resto de la comunidad a través del empadronamiento, por ejemplo. Hay que acabar con las desigualdades injustificables con el territorio vecino. Hay 50 o 60 proyectos en los que estamos trabajando conjuntamente que requieren una inversión económica. Todo suma y necesitamos su apoyo. 

Más allá de la necesaria inversión económica, ¿hay que trabajar para mejorar la convivencia?

Por supuesto. Hay que crear las simpatías necesarias para que la relación sea más fluida. Ha habido épocas en las que ha sido más normal el enfrentamiento que la colaboración entre instituciones. Son situaciones impensables hoy en día. Hay que reivindicar inversiones desde una coherencia y un entendimiento. 

Tienen que afrontar un evidente problema demográfico. ¿Cuántos ciudadanos viven en Castro Urdiales sin estar empadronados y pagar sus tributos en el municipio?

¡Yo creo que ni la mitad están censados! La cifra que conocemos es la del empadronamiento, donde tenemos casi 33.000 habitantes. Si tenemos en cuenta otros parámetros como el agua o la luz, estamos hablando de 60.000 vecinos viviendo en Castro Urdiales. Y luego hay otros que no viven continuamente en el pueblo, que tienen una segunda residencia, y esos nos sitúan cerca de las 80.000 personas. Eso es una ruina económica, porque 33.000 ciudadanos están pagando los servicios de 80.000. Y también es un problema de integración, porque si tienes vecinos que no se corresponsabilizan de los problemas del municipio, va a ser más difícil solucionarlos. Para exigir hay que tener argumentos. Castro Urdiales no es una ciudad próspera. Ha vivido del turismo, no tiene apenas industria y vive de los servicios. Tenemos que mejorarlo entre todos.

¿Y cómo se convence a un ciudadano que tiene mejores servicios o mayores ventajas fiscales a unos pocos kilómetros de distancia para que se integre en el pueblo dado que hace su día a día allí?

Primero, desde el punto de vista moral. Económicamente es muy difícil de defender que empadronándote vas a salir beneficiado. Lo que tenemos que conseguir es que entiendan que sin ellos nunca mejoraremos Castro. Es una cuestión de compromiso. 

¿Cómo son las relaciones con las instituciones vascas?

Muy buenas. Gran parte de la población flotante de Castro Urdiales viene de ayuntamientos como Barakaldo, Portugalete o Santurce, así que hay buenas relaciones aunque solo sea desde el punto de vista personal. Hay ciertos problemas que ellos han abordado antes que nosotros y estamos trabajando de forma conjunta, colaborando. Además, en el País Vasco hay cerca de 300 concejales y un buen puñado de candidaturas independientes, iniciativas municipalistas como la nuestra, que no siguen los cauces tradicionales. Nos fijamos en ellos y estamos creando unos canales similares en Cantabria para compartir experiencias. 

Le empezaba preguntando por el balance político y me gustaría acabar preguntando por el balance personal de estos primeros meses como alcalde. ¿Cómo está viviendo esta nueva responsabilidad?

Como consecuencia de mi edad y de mi trayectoria personal, yo no tengo mucho futuro, mucho recorrido político. Lo saben todos mis compañeros de partido. Cuando presenté mi candidatura tenía unas expectativas de entrega política que han sido defraudadas. Es decir, he tenido que dedicar mucho más tiempo del que yo pretendía. (Ríe). Eso está asimilado. Una vez asimilada esa primera premisa falsa, le dedico el cien por cien de mi tiempo, porque además soy jubilado y pensionista. Estoy haciendo una renuncia personal más grande de la que pensaba, es cierto, en cuanto a trabajo, a físico, a desgaste mental. De todas formas, el balance va a ser positivo siempre y no tengo derecho siquiera a plantearme otra cosa, porque estoy aquí porque quiero y porque creo que debo estar. El día que eso cambie, daré un paso atrás.

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