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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Millones de inmigrantes (españoles)

Pablo Casado saluda a un grupo de migrantes durante su visita a Algeciras (Cádiz).

Rosa Mantecón

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No hay nada como el miedo al ‘otro’ para generar adeptos a los discursos vacíos de contenidos y rebosantes de xenofobia. Unas declaraciones de un político necesitado de recuperar votantes y un mantra repetido hasta la saciedad en los medios (“avalancha” de inmigrantes) genera la sensación en la opinión pública (esa que lee titulares y poco profundiza) de que hay millones de personas en las fronteras africanas esperando a asaltar la península bote de cal viva en mano. Las mentiras sólo hay que repetirlas muchas veces y apoyarlas en pseudoverdades para que terminen convirtiéndose en una opinión generalizada.

Este mecanismo populista y fascista sólo funciona por la falta de información y de formación en las mayorías, un problema ya crónico en una España que olvida con facilidad y no gusta de las complejidades históricas. Sí, es verdad, hay millones de personas deseando entrar a España pero la mayoría son turistas o, quizá, españoles o descendientes de los millones de españoles que este país ha expulsado a lo largo de la historia. De hecho, sí hay una mentira: no entran ni entrarán millones de africanos a España porque ni existen ni los dejaríamos entrar. Este país, fábrica de refugiados e inmigrantes, parece sufrir de empacho por la llegada de 25, 30 o 35.000 migrantes con pasaportes y colores de piel diferentes a la que predomina en España. Pero, claro, para entender esto hay que re-conocer nuestra propia historia.

España fue, hasta 1985, un país que expulsaba a sus ciudadanos y tras la crisis de 2008 volvió a esa costumbre. Es decir, que sólo hemos tenido unos 20 años en que la mayoría de las personas nacidas aquí no nos hemos visto obligadas a migrar para subsistir. La costumbre ha sido otra. Sólo en el algo más de medio siglo transcurrido entre 1882 y 1936, cuatro millones de españoles y españolas emigraron en busca de comida y cuidados. Y ese viaje de hambre los llevó, en su mayoría (un 78%) a América, y en un porcentaje significativo (17%) a África, concretamente a Argelia. Esos millones se sumaban a otro millón que ya había huido en los dos primeros tercios del siglo XIX y serían los anfitriones de los millones que se verían forzados a migrar (unos exiliados, otros hastiados de hambre y desempleo) tras la Guerra Civil. ¿Ya nos hemos olvidado de las 400.000 personas que huyeron a pie a Francia en febrero de 1939? ¿Ya no nos acordamos de la ‘avalancha’ de españoles que llegaron en la década de 1950 a Venezuela (donde llegó un millón de compatriotas)? ¿Es demasiado doloroso nombrar a los 1,9 millones de trabajadoras y trabajadores que el franquismo forzó a migrar a Alemania, Francia, Suiza o Bélgica entre 1960 y 1973?

Para el nuevo presidente del PP, Pablo Casado, también deben ser “batallitas de los abuelos”, aunque es más reciente el dato de 2017, cuando 54.923 personas nacidas en España se vieron obligadas a emigrar. Casi el doble de las 28.587 personas que llegaron irregularmente a la península desde África por mar y por tierra ese mismo año. Hoy, por el mundo, hay repartidos 1.816.835 españoles, según el Instituto Nacional de Estadística. De ellos, 42.000 son cántabros, una cifra que puede parecer pequeña hasta que nos fijamos en la proporción: es el 7,21% de la población de la región que subiría hasta el 23,18% si le sumamos los 93.000 que residen en otras comunidades autónomas.

Tampoco parece que sean millones de africanos los que nos amenazan cuando entre los 10 primeros países de origen de los extranjeros que viven en España, sólo hay uno africano (Marruecos en cuarta posición). Venezuela, Colombia o ¡Italia! Están por encima. ¿Entonces? ¿Por qué mentir? ¿Por qué agitar la xenofobia como bandera política?

Europa, España, Cantabria están en riesgo por estos discursos. El populismo político nacionalista –germen de todo fascismo- sitúa al enemigo fuera y vende una idea mitificada de la sociedad receptora sólo alterada por la amenaza fronteriza. El discurso xenofóbico oculta todo lo demás: la corrupción, la falta de una visión de país, los problemas de la economía, las carencias educativas, la etcétera. Mentir para agitar el miedo; mentir para poner fuera lo que está dentro: la precarización de las vidas, la cosificación de los cuerpos, la mercantilización de las emociones, la monetarización del tiempo, la delegación de la responsabilidad política de la ciudadanía.

Casado no ha inventado nada, pero por conseguir un puñado de votos es capaz de llevarnos al borde del abismo en el que todos y todas seamos inmigrantes del miedo en este tiempo, que como escribió Eduardo Galeano, es el del miedo: “Es el tiempo del miedo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a los ladrones, miedo a la policía. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar. Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir…”.

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