La bochornosa escena de Celia Villalobos jugando al Frozen Free Fall mientras ocupaba la presidencia del Congreso durante la intervención de Mariano Rajoy en el debate del estado de la nación ha congelado a los ciudadanos y ha hecho saltar rayos y centellas sobre el Partido Popular.
Quizá Villalobos sepa que el juego con el que combatía el aburrimiento ante la perorata interminable de su líder está inspirado en una película de Disney que, a su vez, no es más que una versión de un cuento de Hans Christian Andersen titulado La Reina de las Nieves. Lo mismo que la malagueña, Elsa se aisla del mundo después de haber hechizado su reino -Arendell-, dejándolo completamente helado y se exilia de forma voluntaria en una palacio de hielo creado a través de la magia.
Los muros estaban formados de polvo de nieve y las ventanas y puertas, de vientos glaciales; había más de cien salones formados por remolinos de nieve, el mayor de los cuales medía varias leguas de largo. Estaban iluminados por auroras boreales y eran inmensos, vacíos, gélidos y luminosos.
Por estos reinos de fantasía vagaba la mente de Villalobos mientras ejercía justo en ese momento el papel de tercera autoridad del estado, después del Rey y el presidente del Gobierno, puesto que estaba cubriendo la ausencia del presidente del Congreso de los Diputados. Y qué quieren que les diga, justo en ese momento se estaba ganando también el sueldo que los españoles le pagamos muy generosamente. La mujer del César no puede limitarse a ser honrada -decían los clásicos-, también ha de parecerlo. Y Villalobos no parecía en absoluto estar trabajando, sino más bien dedicándose a otra tarea de discutible trascendencia: destruir líneas de cristales congelados.
La reina Elsa no era capaz de controlar sus mágicos poderes y por eso el reino de Arendelle quedó perpetuamente congelado. Igual de congelados nos quedamos los ciudadanos al ver a Villalobos jugando en su tablet mientras el presidente nos convencía de lo felices que deberíamos ser los españoles. La dolorosa imagen nos traslada un mundo encantado, habitado por seres maravillosos llamados políticos, que solo se acuerdan de nosotros, los humanos, para vaciarnos los bolsillos. Esos que alinean cristalitos helados de colores durante un acto parlamentario son los mismos que nos suben el IVA hasta el infinito, los mismos que permitieron el desmadre de las cajas, los mismos que ponen cara de poker ante los desahucios, los mismos que diseñan carreras universitarias de tres años o los mismos que viajan en business mientras los ciudadanos pagamos la factura.
Cuando Elsa congeló Arendelle en su fiesta de coronación, al menos tuvo la reacción de exiliarse lejos de su reino, en un palacio helado y solitario, con la intención de no causar más daño. Villalobos, sin embargo fue soberbia incluso con las imágenes de La Sexta delante y al día siguiente se escondió de los periodistas utilizando la puerta trasera para evitar sus preguntas, que son las de los ciudadanos. Incluso una de sus correligionarias tuvo la desfachatez de asegurar que la vicepresidenta del Congreso no jugaba con la tablet, sino que leía el periódico. Aunque la evidencia solo podría negarla un tonto, la excusa además suena tan vacía que preferimos a Villalobos avanzando de nivel en el Frozen Free Fall antes que leyendo la sección de Sucesos o quizá las esquelas mientras se debate en el hemiciclo.
La Reina de las Nieves demuestra en diversas ocasiones que no es capaz de dominar sus emociones, lo cuál le traerá enormes perjuicios a ella y a su reino. Villalobos se mostró muy nerviosa en la reciente entrevista que varios periodistas le hicieron en La Sexta Noche y sus confusas declaraciones en torno a temas como el caso Bárcenas o las promesas incumplidas por el Gobierno nos dejaron a los espectadores preguntándonos en qué manos estamos. Está claro que ésta señora necesita urgentemente un asesor y lo curioso es que lo tiene en su casa, su marido Pedro Arriola; pero éste caballero está ocupadísimo asesorando al presidente del Partido Popular. Así les va. Así nos va.
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