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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Quién tiene el balón en Podemos?

Los diputados de Podemos,José Ramón Blanco y Verónica Ordóñez, en el Parlamento de Cantabria. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Javier Fernández Rubio

A principios de noviembre, en la ciudad china de Chongqing, un autobús cargado de viajeros giró bruscamente al cruzar un puente sobre el río Yangtsé, rompió las barreras de contención y se precipitó sobre el agua. En apariencia, y así lo atestiguan las cámaras de televisión del puente, nada interfirió la trayectoria del autobús, cuyo viraje repentino fue sorpresivo. El resultado fueron 15 muertos.

Sin embargo, una cámara en el interior del autobús mostró lo que había ocurrido. Una pasajera, contrariada porque el conductor había pasado de su parada, al parecer, comenzó a discutir con éste y no solo discutió sino que comenzó a agredirlo. Puede apreciarse en las imágenes cómo el conductor abandona el control del vehículo y se enzarza a golpes con la pasajera. ¿Quién conducía el autobús en ese intervalo de segundos? Nadie. Pero el autobús seguía circulando y conductor, pasajera y los estupefactos testigos en el interior del vehículo iniciaron un corto trayecto hacia el Más Allá, su inminente e imprevista nueva parada que no estaba incluida en el precio del ticket. Fundido en negro.

Es difícil hablar de la penúltima crisis de Podemos en Cantabria porque es un asunto que escapa a lo racional y entra en el campo del vodevil. Lo que ha ocurrido en el grupo parlamentario y en la relación entre la dirección regional y nacional del partido genera una perplejidad de un calibre tal que solo es comprable al grado de infantilización en que la izquierda se ve presa. Como la pasajera y el conductor del autobús, que creían estar discutiendo en un vestíbulo pero lo hacían a bordo de un semoviente a 100 Km/h. Lo cual lleva a preguntarse a qué gente eligen los partidos para que los representen, es decir, a quién se pone al volante del autobús.

Esto me recuerda también a cuando los niños y niñas juegan al fútbol en una plaza o un patio. Suele haber uno que siempre aparece con botas relucientes y la equipación auténtica (nada de sucedáneos adquiridos en tiendas baratas), que es casi siempre quien tiene el balón. Y como tiene el balón, hace el equipo, coloca a todos en su lugar y los lleva gallardamente al desastre. Porque una cosa es tener el balón y otra saber jugar y organizar al equipo, del mismo modo que uno no se convierte en guitarrista por comprarse una guitarra. Pero el resultado suele acabar en trifulca infantil. El propietario del balón, contrariado por el resultado o por la rebelión de sus huestes, agarra con un mohín el esférico y se lo lleva a casa marcando el paso y sin mirar atrás. Fin de partido. Pero en Podemos no es que el propietario del balón se lo haya llevado a casa, es que lo ha pinchado. ¿Quién buscará un balón ahora?

El tiempo en política no pasa en balde. Los que saben de la cosa global, ya coinciden en que a mediados de 2019 la desaceleración (léase crisis) será un hecho. La crisis como tal se palpará en todo su esplendor en 2020. Si se hubiera solventado la anterior, la ciudadanía al menos habría tomado un respiro antes de sumergirse de nuevo en el caos. Pero no ha habido tal respiro. La recuperación nominal sólo ha sido efectiva para los que nunca han estado en crisis, porque la crisis es una estupenda ocasión de hacer caja. Es cuando el relato de la macroeconomía sepulta las miserias de la microeconomía o, dicho de otro modo, cuando las grandes cifras de crecimiento escamotean el desigual reparto de riqueza y renta. Así que los que no se han recuperado todavía de la crisis de 2008, la más grave en un siglo, y viven con salarios y pensiones bajos o congelados, con problemas para pagar la hipoteca, el alquiler y los gastos corrientes, es decir, que viven colgados de la brocha, ya tienen el tifón de nuevo encima.

¿Cuál es la respuesta de Podemos a todo esto? (Y es una pregunta que ha de dirigirse especialmente a esta formación porque es esta amplia franja de ciudadanía su razón de existir.) ¿Pinchar el balón? Tirar cuatro años necesarios para la consolidación por la borda y rebajar la política a una reunión de escalera, ese momento en que la gente que no se soporta a diario no tiene más remedio que verse las caras durante unas horas. Como el conductor del autobús, han dejado el volante para dedicarse a otra cosa: grabarse unos a otros, agredirse, expedientarse y purgarse con entusiasmo, chatear en Telegram y abandonar el escenario en mitad de la función dejando al respetable boquiabierto. Pero el respetable ha pagado su entrada y a ver quién le convence ahora de que vuelva a sentarse en el patio de butacas. ¿Se le convencerá de que, quien no es capaz de gobernar a tres diputados en la oposición y asignar cuatro puestos de trabajo, es capaz de gobernar a 18 diputados y gestionar en el poder un presupuesto de 10.000 millones en cuatro años?

Como el tiempo no pasa en balde, cuando Podemos quiera retomar la cordura después de las próximas elecciones no partirá de cero, partirá de menos uno y tendrá que dedicar mucho, mucho tiempo, a convencer a los pasajeros de que se suban a un autobús que todavía yace en el fondo del Yangtsé con los cadáveres aún frescos.

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