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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¡Que viene el lobo!

En algunas ganaderías se emplean burros para prevenir los ataques del lobo. |

Lucía López Marco

Una vez un ganadero de La Vall de Boí (Lérida) me contó que lo habían invitado a un debate de la televisión catalana sobre la reintroducción del oso. En un momento dado él dijo: “¿Queréis oso en los Pirineos? Pues yo tiburón blanco en La Barceloneta”.

Reconozco que siempre he defendido la biodiversidad, porque no entiendo la cadena si falta uno de los eslabones, y, por lo tanto, defiendo la reintroducción (bien hecha) del oso y la presencia de otras especies de fauna salvaje como el lobo. Pero también he de confesar que aquella conversación, hace ya varios años, me abrió los ojos y me hizo ver que hay otros factores que afectan a esa pareja en eterna crisis que forman la ganadería y la fauna salvaje.

Advierto ya, desde el principio, que no tengo una fórmula mágica que solucione el problema. No la tengo yo, ni creo que la tenga nadie, pero sí considero que debemos ser conscientes de que las cosas no son blancas ni negras, y que hay que saber sacarle partido al gris.

La verdad es que para una parte de la sociedad, que a menudo no vive en el medio rural, la fauna salvaje resulta un atractivo, mientras que gran parte de la gente que se dedica a la ganadería ve al oso, al lobo, e incluso ahora también a los buitres, como un peligro. Es verdad, que la presencia de estas especies causa bajas al ganado y que las indemnizaciones no compensan, porque una cantidad económica nunca compensa cuando se trata de sustituir a animales que ya estaban criados y acostumbrados.

Sin embargo, también es verdad que los pastores siempre han convivido con la fauna silvestre y han buscado herramientas para protegerse de ella. Me lo decía, poco tiempo después de aquella conversación con el chico de los osos y los tiburones blancos, otro ganadero, bastante mayor, esta vez del Pirineo Aragonés, que aseguraba que el problema no era el oso, sino el haber perdido la costumbre de estar con los animales en puerto, en vez de dejarlos solos, de tener mastines que defendiesen al rebaño...

Los lobos atacan al ganado, sí. Pero también ayudan a regular las poblaciones de otras especies del ecosistema, y, al regular a estas, reducen la incidencia de ciertas enfermedades de las que dichas especies son reservorios y que afectan a la ganadería como, por ejemplo, la tuberculosis. La fauna salvaje está ahí, la cosa es, ya que está, ¿por qué no sacar beneficio de ella?

Es el caso del queso Pé Descaous (Pie descalzo, nombre con el que se apoda al oso en la zona de Béarn), del Pirineo Francés, característico porque lleva sellada una huella de oso. La iniciativa de comercializar este queso nació de la union de un grupo de ganaderos (Les Bergers du Haut Béarn), una asociación de defensa del oso pardo (FIEP Groupe Ours Pyrénées) y la ONG conservacionista WWF Francia, con el objetivo de lanzar el mensaje de que “si desaparecen los pastores, desaparecerá el oso”.

Y el mensaje cala entre turistas y locales, que compran el queso porque comprenden que proteger al oso es proteger la biodiversidad de la zona, ya que el oso es una “especie paragüas”, esto es, al protegerla, se protege de forma indirecta a muchas otras especies que forman parte de su hábitat, y por tanto, se conserva ese paisaje; y que para conservar al oso y al paisaje, necesitan ante todo mantener la ganadería.

La presencia del lobo está resultando polémica no solo en Cantabria, sino también en Castilla y León y Galicia. Sin embargo, entre tanta batida aparecen experiencias positivas como el de la ganadería ecológica gallega Casa Grande Xanceda, donde decidieron poner fin a los ataques de lobo con burros y mastines, dado que los burros detectan la presencia de estos y ponen en alerta a los mastines, que protegen al ganado.

En esta granja transforman ellos mismos su leche a queso y yogures, y utilizan como reclamo publicitario su defensa en la protección del medio ambiente mediante iniciativas como conservar una especie en peligro de extinción, como el burro, una raza también en peligro, como es el mastín, y el saber convivir con el lobo, tres razones que convencen a sus clientes, caracterizados, sobre todo, por estar concienciados con la ecología.

Por tanto, es necesario que la sociedad urbana escuche a la rural y se acerque a los miedos de esta para con la fauna silvestre. Pero también es necesario entender que defender la figura del lobo es defender al ganadero, a tantas otras especies y un paisaje. En un sistema que defiende cada vez más la ganadería intensiva, es crucial saber sacarle el máximo partido al medio y entender que la fauna es el mejor marketing.

También es necesario mantener las ayudas a la ganadería, pero a cambio de protección y vigilancia de los rebaños, además de promover a nivel oficial la valorización de aquellos productos elaborados en zonas con presencia de especies de fauna silvestre, concienciando a la población de la importancia de apoyar ciertas actividades socioeconómicas para conservar el paisaje local.

En resumen, huyamos del negro, siendo conscientes de que nada es blanco, pero sacando el máximo partido al gris para que cuando venga el lobo, en vez de salir corriendo, tengamos una excusa para continuar.

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