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Tú a Londres y yo a California, o a Qatar, o a México, o a Bruselas

Cristina Sobremazas

La crisis se permitió el lujo de invitar a que entraran muchos problemas a España pero, a cambio, ha conseguido que salieran muchos ciudadanos españoles. Durante la última década, la emigración se ha multiplicado prácticamente por diez: mientras que en 2005 el número de españoles que abandonaron Cantabria ascendió a 362 personas, en 2014 fue de 2.903, según los datos registrados por el ICANE y consultados por eldiario.es Cantabria.

Todos los continentes han acogido españoles, sobre todo Europa y América Latina. Hay más trabajo, mejor valorado, y sí, mejor pagado. Por estas razones, sumadas a la casi obligación de saber otros idiomas, principalmente el inglés, los españoles han emigrado sin pensárselo dos veces, buscando las oportunidades que el país no les da, o les ha quitado.

Y Cantabria no iba a ser menos. Leonor, Cristina, Víctor, Fran, Sofía y Patricia son solo seis de los múltiples ejemplos de cántabros que han tenido que abandonar 'la tierruca' por diferentes motivos. Cada una de sus historias es diferente pues, aunque coinciden en que no hay un verdor mejor que el que se divisa desde los Picos de Europa, en que no hay mejor bahía que la de Santander y que nada sabe mejor que un sobao pasiego, la diversidad cultural se hace notable y, más de uno (y de dos) no quisiera acabar con la experiencia o, mejor dicho, vida, en la que ya están sumergidos.

Así, estas bajas padronales están protagonizadas por personas con edades comprendidas entre los 25 y 39 años (42,7% del total), destacando a su vez el grupo de 30 y 34 años (16,4%).

Qatar

Víctor Miguel Gómez tiene 40 años y nació en La Penilla (Santa María de Cayón). Estudió Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad de Cantabria. Al concluir la licenciatura trabajó en temas de seguridad vial y construcción, pero en 2010 quedó desempleado. La búsqueda de trabajo no cesaba pero nunca obtenía respuesta. Dos años después recibió una llamada para realizar una entrevista y emigrar a Doha, capital de Qatar. Gracias al Ministerio de Obras Públicas ya lleva unos años en el terreno árabe.

La diversidad étnica es brutal en Qatar pues él cuenta con un jefe jordano, un jefe australiano y otro de Qatar, y tiene a su cargo filipinos, indios, ingleses, egipcios, serbios… “No se me escapan nacionalidades”, bromea.

Con una casa mirando al mar, derecho de un viaje al año a España con su mujer, traductor personal inglés-árabe, vacaciones y trabajo de domingo a jueves (los fines de semana árabes son viernes y sábado), Víctor está muy satisfecho con la vida que lleva. Además, cuestiona los prejuicios que tenemos acerca de la poca seguridad: “No hay delincuencia, es mucho más seguro porque hay mucha vigilancia”. Y en cuanto a la vestimenta, apunta que “no hay problema con la ropa; solo debes ir un poco más tapado al entrar en un restaurante tradicional o una mezquita”, y la religión “no nos afecta; si eres musulmán rezas y si no pues nada”.

Víctor no confía en volver a España, sobre todo con la situación actual, al tiempo que hace hincapié en que en Doha valoran el trabajo bien hecho, sin importar de dónde vengas.

Edimburgo

Cristina Rodríguez, de 33 años, vive actualmente en Edimburgo. Su primera experiencia allí fue en Glasgow gracias a la beca Leonardo de la Cámara de Comercio de Cantabria. En 2013 tuvo la oportunidad de volver a trabajar allí y no se lo pensó dos veces, por la atracción que le ofrecía la ciudad. Tras trabajar un año y medio como técnica de laboratorio en la Universidad Heriot Watt de Edimburgo, primero de prácticas y, después, a media jornada, “tirando de ahorros”, finalmente adquirió una beca para hacer un doctorado, lo cual era su principal objetivo.

“Edimburgo es una ciudad muy cómoda para vivir, muy segura y, sobre todo, es una de las más bonitas que he visitado”, comenta Cristina, quien resalta que los escoceses son muy acogedores a pesar de tener, inicialmente y con un buen nivel de inglés británico, algunos problemas con el acento escocés.

Utah

Leonor Ceballos nació en Torrelavega pero pronto emigró por primera vez, solo que no se movió de Cantabria, pues pasó los 24 primeros años de su vida en Los Corrales de Buelna. Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Deusto en Bilbao, vivía en Inglaterra sin tener claro su futuro, por lo que solicitó, a la aventura, una beca para estudiar un máster en EEUU. La idea salió adelante y terminó en una beca para realizar un doctorado de Filología Hispánica en la Universidad de Nebraska en Lincoln (EEUU).

Leonor vivía encantada, pero siempre con la idea de volver a España. Hasta 2004, cuando el amor le hizo mantenerse en Nebraska gracias a Hugo, químico e ingeniero de Caminos peruano. Una mudanza a Utah hizo que la familia se ampliase con la llegada de Andrea en 2009. “Espero que algún día se dé cuenta de lo afortunada que es por ser bilingüe y tricultural”, explica Leonor.

En sus clases intenta inculcar a sus alumnos la cultura española y afirma que “terminan el curso rogándome ir de vacaciones a España para ver todo lo aprendido en persona”. Leonor les ha llevado quesada, sobaos, paella o chorizo para acabar con malentendidos pues afirma que el estadounidense medio no distingue entre países de habla hispana, creyendo que la comida picante es lo predominante en España.

Con amigos de todos los estados de Norteamérica y también con su grupo de amigas españolas, Leonor nos invita a conocer Utah, a pesar de que, aunque tenga que compaginarlas con Perú, esté deseando pasar, de nuevo, unas vacaciones por Cantabria.

Bruselas

Patricia Simón, de 31 años y natural de Matamorosa (Campoo de Enmedio) emigró a Bruselas con un brazo delante y otro detrás. Junto con su novio Javi, a quien conoció estudiando turismo en Gijón, decidieron, sin trabajo y a regañadientes, viajar a Bélgica. Un amigo les empujó a iniciar el viaje: “Íbamos cargados de ilusión y de encontrar un futuro mejor, pero también teníamos muchos miedos, es el precio que había que pagar”, cuenta Patricia.

La joven, que recordaba saber más del idioma galo, comenzó a trabajar en un bar español de tapas y Javi en la construcción. “¿Para qué te sirve escribir bien el francés si llegas a una tienda y no entiendes lo que te dicen?”, lamenta. Tras seis meses, comenzó trabajar en la Representación de España ante la Unión Europea en mantenimiento y preparación de catering, y hasta hoy.

Dos años después la pareja amplió la familia con Óliver, mejorando las ganas de seguir en el país. Se adaptaron mucho más a la vida diurna de Bruselas con la mentalidad de “casa-trabajo-casa” y siempre dispuestos a una escapada hacia España y, si no es posible, con un paquete de comida que les recuerde a 'la tierruca'.

Florida

Sofía Gómez, de 21 años, estudia psicología en Madrid, pero es oriunda de Santander. Siempre soñó con una vida estadounidense y, el pasado mes de junio, partió rumbo a la ciudad de Tampa, en Florida (EEUU). “Nunca pensé que la situación económica española lo pusiese tan fácil para irnos”, dice apenada.

El objetivo principal era mejorar su inglés pero, de paso, había que trabajar para poder pagar la calidad de vida, por lo que Sofía no perdió la oportunidad y comenzó a trabajar en un parque de atracciones como dependienta en una de sus tiendas.

La joven añora la comida española pues “toda la información referente a los fritos es cierta. Es complicado comer bien en EEUU”, apostilla. Le resulta difícil expresar la seguridad estadounidense: “Puede ser muy peligroso salir solo cuando ya no hay suficiente luz”, pero, sin embargo, comenta lo acogida que se ha sentido desde su llegada ya que, aun estando desubicada, recibe bastante ayuda y cuenta con un trabajo nada mal pagado a pesar de que “los americanos trabajan muchísimo”.

México

El tío abuelo de Fran Vela tuvo que emigrar a México hace ya muchos años, por lo que parte de su familia se fue forjando en el país centroamericano. Su primo Iván vino a España en 2009 y le aconsejó que emigrase a México para trabajar como ingeniero, trabajo que Fran ya tenía en Santander, por lo que su respuesta inicial fue negativa. Tras mucha insistencia por parte de su primo, Fran visitó México durante sus vacaciones y se sorprendió gratamente. “Regresé muy emocionado pero con ese miedo de decir: ¿lo cambiaré todo radicalmente?”, recuerda.

Se convenció y aterrizó el México con 200 euros en el bolsillo. Como ingeniero participó en varios proyectos, de los cuales algunos continúan abiertos, además de montar dos negocios en el sector automotriz y comercial.

“Tuve mucha suerte con toda la gente que me rodeó y me ayudó a salir adelante”, agradece. Sin embargo, advierte: “No hace falta comentar el tema de la violencia e inseguridad que hay en este lugar, aunque, en general, el pueblo mexicano es un gran pueblo, un pueblo muy bueno”, afirma.

Idolatra la comida mexicana, la multitud de razas y todas sus costumbres. Fran no lo duda un segundo y asegura “no me arrepiento de nada. Esta experiencia me ha hecho más sensible, más adulto, más cariñoso. Hoy y siempre diré que salir fuera ayuda, y mucho”.

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