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Fórmula contra la violencia machista: redes imparables de mujeres y educación con perspectiva de género

Manifestación feminista en Santander. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

María Pérez Guerra

Ana Orantes denunció hace 21 años en televisión que su marido la maltrataba. Unos días después, el 17 de diciembre de 1997, él la quemó atada a una silla y acabó con su vida. Su historia removió conciencias y puso voz por primera vez a un problema que existía, pero estaba silenciado y permanecía en el ámbito doméstico: la violencia machista.

21 años después, cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género. Aunque ya no es un tema tabú, 971 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas desde que hay registros, en el año 2003. En Santander, este domingo a partir de las 12.00 horas, la manifestación saldrá desde la Plaza de Numancia hacia el Ayuntamiento para gritar que “nos están matando”. 

Mª Ángeles Ruiz-Tagle, presidenta de la asociación Consuelo Berges, que desde hace 25 años ayuda a mujeres maltratadas, destaca la necesidad de crear “redes de mujeres para avanzar”. A raíz del caso de Orantes, esta activista reconoce que se empezó a trabajar con más fuerza de cara a la sociedad para que la gente reconociera que esto “era un tema de Estado, que estaban matando a mujeres”. 

Ana Bolado es la portavoz de la Comisión 8 de Marzo, organizadora de la manifestación del domingo. Para ella, la violencia machista no es una lacra ni una enfermedad, “es un problema que podemos erradicar porque tiene que ver con la cultura patriarcal”, asegura, convencida de que va a cambiar. “La violencia tiene un origen, que es la desigualdad, los hombres no maltratan porque están locos, beben o se drogan, eso son disculpas”, sentencia.

“De la igualdad legal a la real hay un paso”

La violencia machista salió oficialmente del ámbito de lo doméstico en España con la ley de violencia de género de 2004. “Las leyes garantizan el ejercicio de nuestros derechos y, aunque todas las cosas son mejorables, marcó un antes y un después”, reconoce Ruiz-Tagle. Esta se complementó con la Ley de Igualdad de 2007, “porque con desigualdad, no podía erradicarse la violencia”.

La ley contempla, además, que el agravante de género se tendrá en cuenta cuando entre la víctima y el maltratador haya o haya habido una relación. No obstante, el Tribunal Supremo ha dictado lo contrario esta semana. Para Bolado, esto es una buena noticia: “La violencia de género empieza cuando un varón empieza a increpar o violentar a una mujer”.

“De la igualdad legal a la igualdad real hay un paso, y para eso estamos luchando por desarrollar el Pacto de Estado que llevamos diez años pidiendo”, cuenta la presidenta de Consuelo Berges. Aunque celebra que se vayan dando pasos, no hay que olvidar que siguen asesinando a mujeres 21 años después de Ana Orantes. En 2018, ha habido 89 feminicidios en España -según feminicidio.net-.

Bolado destaca la importancia de las leyes para “afianzar sus reivindicaciones feministas de cara a las generaciones que vengan detrás”. La Ley de 2007, y el dinero que llevó aparejado, supuso una revolución porque se pudo formar en igualdad a las áreas sociales que pueden detectar la violencia. “Pero mucha de esa gente que fue educada ya no está y hay que formar a los jóvenes de nuevo”, apostilla Bolado. 

Educación con perspectiva de género

En 2017 se registró la mayor cifra anual de denuncias por violencia machista desde que hay registros. 166.620 mujeres denunciaron casos, hubo unas 456 denuncias al día. Estas mujeres “se juegan mucho al denunciar” y a veces, cuenta Ruiz-Tagle, “el sistema no cumple sus expectativas”. 

El próximo reto a superar es la formación con perspectiva de género a todo el personal que atienda a víctimas de violencia de género. Todos los jueces, médicos, policías o trabajadores sociales, por ejemplo, deben llevar las “gafas violetas”. “Tenemos que hacer que confíen en que las van a creer”, concluye Ruiz-Tagle. 

Ana Bolado recalca la importancia de educar a los niños y niñas en igualdad para no repetir roles del pasado. Pero es optimista y celebra que la mayoría de la sociedad “se siente interpelada, ya no dice 'déjalo, que es cosa de ellos' si ve una discusión en la calle, sino que lo mira con prevención”. La violencia, tal y como concluye la portavoz de la Comisión 8 de marzo, “ya no es del ámbito privado, es un delito y da igual que se cometa en medio de la calle o en la cocina de casa”. 

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