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El 'botellón' después de Cañadío: vecinos, Ayuntamiento y hosteleros enfrentados por la “permisividad” en las terrazas

Los Policía no permite beber en la zona de las escaleras en Cañadío. | Rubén Vivar

Blanca Sáinz

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Un año más la época estival se ha instaurado en Santander y con ello los días de turismo, restaurantes, playa… y por qué no de fiesta. La capital cántabra ya se ha consolidado como uno de los lugares con más concentración nocturna de toda la comunidad y aunque los vecinos sufren de este 'mal' durante todo el año, es en verano cuando más molestos se encuentran con el ruido de los bares, con el jaleo hasta altas horas de la madrugada y, sobre todo, con la suciedad que queda en las calles.

El Ayuntamiento de Santander aprobó en abril de 2008 la Ordenanza sobre la Convivencia Ciudadana y Prevención de Actividades Antisociales. En ella se detalla que está prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, a excepción de hacerlo en terrazas o veladores autorizados.

Desde entonces, las multas por practicar 'botellón' en la calle se han sucedido por miles. Según datos del Ayuntamiento de Santander, en el segundo semestre de 2017 multaron a 1.050 personas por beber en la calle y en el primero de 2018 fueron 1.277 sanciones por este mismo motivo. 

Según el concejal de Seguridad Ciudadana, Pedro Nalda, este aumento de multas se debe al esfuerzo hecho por parte del Ayuntamiento para reforzar a los efectivos en esas zonas clave. Nalda también ha incidido en que la época de mayor práctica del 'botellón' es la del segundo semestre, ya que abarca de julio a diciembre -verano y Navidad-, por lo que para el político, ese aumento de más de 200 multas de enero a junio de este año “dice mucho”.

Sin embargo, para los jóvenes -los más adeptos a realizar 'litros'- el precio de las consumiciones en los bares es “demasiado alto” como para poder salir de fiesta una noche “únicamente bebiendo en ellos”, afirma Lidia Ruiz, una joven de 22 años fiel a la fiesta santanderina. “Entiendo que generamos suciedad, pero eso quizá se podría combatir poniendo papeleras y cerrando un lugar para esta práctica. Es un problema que está ahí y no pueden hacer como si no estuviese”, indica esta estudiante universitaria.

Para ella, el 'botellón' “no va a desaparecer”. Por el contrario, para Nalda la erradicación total de esta práctica “es compleja de abordar” por ser “un fenómeno generalizado”, aunque no lo considera imposible.

Y pese a que el equilibrio parece complicado de alcanzar, los habituales de los 'litros' ya han movido pieza. Desde que se comenzó a regular de forma más acusada el control policial en la Plaza de Pombo, en Cañadío y en Río de la Pila, estos han comenzado a desplazarse a los alrededores para realizar esta práctica. “Los chavales no son tontos, ahora se ponen detrás de la plaza, a un lado... Y ya hemos puesto una queja en el Ayuntamiento porque esta práctica se está desplazando hacia Santa Lucía, Casimiro Sáinz o Peña Herbosa”, comentan desde la Asociación de Vecinos Pombo-Cañadío.

Otro de los problemas que se aprecian es lo habitual de este fenómeno. Mientras que en invierno el 'botellón' tiende a realizarse en casa -principalmente por el frío y la lluvia -y suele estar más concentrado en jueves, viernes o sábado, en verano este orden se rompe y cualquier día es favorable para salir. Esto dificulta la recogida de basuras por la continuidad en la suciedad, sumado además a la necesidad de que la ciudad y las playas -Peligros y El Camello especialmente- estén limpias desde por la mañana para que los turistas y los cántabros puedan disfrutar de ellas.

En agosto de 2016, el entonces alcalde Íñigo de la Serna anunció que se redoblarían esfuerzos en la Plaza de Cañadío para combatir el 'botellón'. Desde ese momento, y según el concejal, tanto la Policía Local como la Policía Nacional se ha ido adaptando a la época del año para disponer de más o menos efectivos. “No es lo mismo febrero que julio. Para cada época del año y para cada circunstancia establecemos equipos específicos. Se emplean los que se estiman convenientes”, argumenta Nalda.

La problemática de las terrazas

La Asociación de Vecinos de Pombo-Cañadío fue una de las fuerzas más críticas de la ciudad a la hora de luchar contra cualquier actividad que no permita el descanso de los vecinos. Ricardo Alea, presidente de la asociación, y Ana Gómez, vicepresidenta, comentan que no son únicamente los 'litros' los que perturban sus noches. “La mayoría de las terrazas son ilegales por tener un exceso de ocupación o por la licencia que tienen. La gente sitúa la mesa donde quiere, se acerca a los coches, se coloca en los sitios donde hay árboles... Y eso es un 'botellón' encubierto porque no respetan la zona donde le están sirviendo la copa”, indican.

Para esta asociación, “el Ayuntamiento está vendido a los hosteleros”. El concejal de Seguridad Ciudadana no opina igual, ya que en 2017 hubo 517 denuncias a establecimientos públicos por diferentes motivos, señala. El más extendido fue el ruido con 132 denuncias; después, el incumplimiento de la normativa de terrazas y por último, el más destacable fue el incumplimiento de horario de cierre. Precisamente esas son las mismas razones por las que se quejan los vecinos de Pombo y Cañadío. “Es intolerable que las terrazas tengan las mismas ordenanzas que los bares. Dejan la calle llena de suciedad y nadie recoge aunque tengan la obligación de hacerlo”, indican Alea y Gómez.

El presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria, Ángel Cuevas, no está del todo de acuerdo con estos vecinos. “Puede haber excepciones, pero la zona de los hosteleros siempre se limpia y la acotamos porque es nuestra zona. Eso no implica que no se limpie una zona intermedia porque puede parecer que no es de nadie, pero no se puede comparar el botellón con las terrazas porque el 'botellón' produce mucho más ruido”, sostiene el empresario.

Además, y con cierto ánimo conciliador, Cuevas afirma que los vecinos son también parte de su clientela, por lo que no quiere que estén descontentos y por lo que también reclama a los hosteleros que lleven la normativa a la práctica. “Lo que decimos desde la Asociación es que hay unas normas, unos horarios y unas terrazas que están acotadas con unas mediciones, y nosotros lo tenemos que cumplir”, apela.

Respecto a la ampliación de los horarios -antes se cerraban las terrazas a las 4.00 y ahora a las 4.30 horas de la madrugada-, Cuevas señala que esa media hora se sacó “únicamente para el desalojo y cierre”. Y añade que el que no lo cumple, debe ser multado “porque nosotros también tenemos la obligación de hacer las cosas bien”, concluye.

La Asociación de Vecinos Pombo-Cañadío y su batalla con el Ayuntamiento de Santander

Para la agrupación vecinal Pombo-Cañadío la vigilancia es “insuficiente”, ya que “no hay bastante Policía como para cubrir todas las demandas que tiene una ciudad como Santander. Y más en verano”, indica Ricardo Alea, que no ve una solución a corto plazo que les deje descansar por las noches “y menos en esta época”.

Tanto es así, que Ana Gómez, después de presentar varias quejas, recibió una respuesta “poco favorable” por parte de la alcaldesa de la ciudad, Gema Igual. “Nos ha dicho que vivimos en una zona de ocio y tenemos que pagar la servidumbre de vivir en esa zona. Y no es así. Es zona residencial. Pagamos nuestros impuestos, nuestros impuestos de basura y tenemos toda la calle sucia”, denuncia la vicepresidenta de esta agrupación.

Ante la “total pasividad” del Consistorio los vecinos no dudaron en acudir al Defensor del Pueblo para reivindicar la salubridad de sus calles y sus horas de sueño. “Esta institución lanzó dos resoluciones al anterior alcalde sobre el respeto al ruido, el respeto a los vecinos y la necesidad de poner mucha más vigilancia y muchas más sanciones”, recuerdan ambos miembros de la Asociación. Gómez continúa: “En vista que desde el Consistorio no se presentaban soluciones, el Defensor del Pueblo se ha visto obligado a cerrar la queja, pero la última respuesta que dio el Ayuntamiento fue impresentable, ofensiva e insultante”, sentencia.

Sobre las posibles soluciones, los vecinos lo tienen claro: “Solo queremos que se cumplan las ordenanzas y que dejen de tratarnos como una bayeta de fregar”, subraya. Julio ya se ha acabado y la Semana Grande también, pero parece que la guerra abierta por las cuatro partes -hosteleros, clientela, Ayuntamiento y vecinos- no se le ve, por el momento, el final.

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