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¡Viva San Tiburcio!

Rubén Vivar

Si Tiburcio levantase la cabeza, seguro que estaría orgulloso de sus paisanos. Los vecinos de Astillero celebraron este fin de semana por todo lo alto las fiestas en honor a este personaje de los años 50, popularmente conocido por su profesión como panadero y por su pasión por el jolgorio.

La Plaza del Mercado volvió a ser un año más un hervidero de gente. Desde primera hora de la mañana del domingo, las peñas -más de medio centenar- comenzaron a dar vida a este espacio situado en pleno centro del municipio. Tras montar los tenderetes y poner a enfriar la bebida, los cuchillos comenzaron a cortar los 310 kilos de patatas, 165 de bonito y 130 de cebollas y pimientos que la comisión de fiestas había repartido entre los participantes.

El concurso de ollas ferroviarias es el epicentro de estas fiestas y la excusa perfecta para que todo el pueblo se reúna al menos durante un día al año, siempre con el buen rollo y la diversión como principales protagonistas. A ello contribuye, sin duda alguna, el cancaneo de la charanga municipal.

Del mismo modo, los vecinos gozan cuando ya por la tarde llega el turno de los juegos populares y surge el pique sano en el tiro de cuerda, la carrera de sacos o el pulso pasiego.

En esta ocasión la peña RKM se proclamó ganadora de la codiciada cuchara de madera. Un día antes, durante la jornada del sábado, las traineras fueron las protagonistas. 14 peñas se animaron a subirse a la embarcación, a recorrer la ría y a comprobar que una cosa es predicar y otra dar trigo. Las paladas al aire y el choque de palas de los remeros aficionados dejaron patente que este deporte, además de sacrificado, requiere un mínimo de coordinación.

En estos tres días de fiesta tampoco faltó la música de Dj Santi para amenizar las noches, así como el habitual mercadillo de segunda mano, los concursos de mus y ajedrez, el 'Goalball' -slalom en silla de ruedas-, los conciertos de Cambalúa y Generación X y el espectáculo de Clown con 'V' de Banana. También hubo chorizada popular.

La involucración de los vecinos y su predisposición a pasárselo bien son las claves para que las fiestas de San Tirbucio sean todos los años un éxito y para que los astillerenses estén pensando ya en los días que restan para la próxima edición. Y si Tiburcio está sonriendo debido a la que se prepara en su honor, seguro que San José -patrón del municipio- está hoy un tanto celoso.

El origen de San Tiburcio

La festividad de San Tiburcio surge a finales de los años 50 de manera espontánea entre los vecinos del barrio La Churruca, que deciden homenajear a un popular personaje: el panadero Tiburcio, muy querido en Astillero. En torno a él, la comisión del barrio organizaba todo tipo de actos lúdicos en los que la mayoría de los astillerenses participaban de manera activa.

El carácter participativo, espontáneo, alegre, irreverente y libre en una época de precariedad y penurias, hizo que esta fiesta pasara a formar parte de la historia de Astillero y se convirtiera en uno de los eventos más esperados del año.

Tras 40 años en los que no se celebraba, resurgió con fuerza hace 16 de la mano de la asociación Astillero por la Cultura con gran acogimiento por parte de los vecinos. Tras varios años en los que la organización ha corrido a cargo del Ayuntamiento, el año pasado volvió a manos de los vecinos que, a través de una comisión formada al efecto y con la colaboración de la Concejalía de Festejos, ha recuperado el espíritu que motivó el origen del festejo.

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