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Tres lobas árticas llegan al Zoo de Santillana

EUROPA PRESS

SANTANDER —

Las nuevas inquilinas, llamadas 'Flora', 'Fauna' y 'Primavera', completan el recinto dedicado a animales que convivieron en el mismo lugar con el hombre de Altamira, en un extensión de más de 20.000 metros cuadrados y tan solo un kilómetro de la cueva.

De esta forma, con la incorporación de las tres lobas blancas, se recrea “en vivo” dentro del zoo la fauna que convivió con nuestros antepasados.

Entre sus vecinos más próximos figuran cinco bisontes, cuatro osos pardos y una pareja de cisnes que incuban en su nido. Pero en el parque cuaternario del Zoo de Santillana también habitan caballos de Prezwalski, jabalíes, ciervos, gamos, renos, corzos, nutrias, castores y linces boreales, así como una gran colección de aves nórdicas: urogallos, gallos Lira, cuervos, búhos reales, búhos nivales, cárabos lapones, halcón jerifalte, perdices pardillas, etc.

Todos estos animales “con mucha probabilidad compartieron hábitat con el hombre de Altamira, así como el lobo ártico o alguno muy similar que hace miles de año habitó la zona, según el Zoo de Santillana.

En un comunicado, explica que mientras el hombre de Altamira habitaba en las cercanas cuevas, las sucesivas glaciaciones cubrieron y extendieron el casquete polar hasta lugares tan cercanos como los Países Bajos o el sur de Inglaterra, haciendo que toda la fauna nórdica se desplazara mucho más al sur.

El recinto señala que durante 40 años han apostado por mantener y reproducir lobos ibéricos en sus instalaciones, en las que han nacido más de 30 ejemplares, algunos de los cuales han viajado hasta Indonesia aunque el resto se han quedado en Europa y España.

Pero al morir a los 15 y 16 años la última pareja que habitaba en Santillana, los responsables de conservación del zoo han decidido sustituirlos por esta otra subespecie: el Canis lupus arctos, es decir, el lobo ártico, con ejemplares como las tres hembras que llegaron la semana pasada a esta villa cántabra.

Las recién llegadas han “sorprendido gratamente” a los responsables del zoo por su “buen carácter”. Señalan al respecto que “una de ellas es tan cariñosa que procura hacerse la simpática y lame, a través de la reja de protección, las manos a sus cuidadores”. Explican esto porque “probablemente haya sido criada a mano o por lo menos ha compartido sus primeros meses con madre y cuidadores”.

El recinto que se ha diseñado para albergar a esta nueva especie tiene una superficie total de más de 800 metros cuadrados con una plataforma en el centro construida especialmente para que los lobos suban a aullar.

Conocido también como lobo polar o lobo blanco, el lobo ártico es una subespecie del lobo gris que, muy probablemente y debido a las glaciaciones, habitó la región cantábrica durante el periodo Cuaternario, hace más de 14.000 años, cuando la cueva de Altamira estuvo habitada por los artistas del arte rupestre.

CARACTERÍSTICAS

Esta especie habita en terrenos fríos y con temperaturas hostiles de hasta -30 grados centígrados. Su grueso y abundante pelaje funciona como aislante del viento y la nieve.

Tienen una longitud más reducida que los lobos grises, al igual que unas patas, hocico y orejas más cortas, lo que les ayuda a retener el calor corporal.

Miden de largo alrededor de 1.80 metros contando con la longitud de la cola y tienen un peso que oscila entre 45 y 70 kilos. Son carnívoros cazadores y pueden llegar a ingerir hasta nueve kilos en una sola comida.

Presentan distintos patrones de manchas que los distinguen del resto y ojos de tono café oscuro o amarillo brillante. Nacen con pelo grisáceo que se aclara a medida que envejecen siendo a los tres meses blanco por completo.

Su expectativa de vida es de siete en su estado natural y de diez en cautiverio. No tienen muchos depredadores, aunque sí osos y otros lobos y, también, el ser humano, que ocupa el primer puesto en depredación al lobo ártico.

La invasión de su hábitat y el cambio climático son sus mayores amenazas, aunque la caza ilegal no ha sido un gran problema para estos ejemplares, debido a la lejanía que mantienen con las comunidades humanas. Así, se trataría de la subespecie de lobo que menos riesgo tiene de extinguirse.

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