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Los Bancos de Alimentos de Euskadi: “Lo peor está por venir”

Local del Banco de Alimentos de Álava, en Vitoria.

Eduardo Azumendi

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Una mujer joven espera su puesto en la cola para recibir su lote en el Banco de Alimentos de Álava. Fátima (nombre ficticio) tiene 35 años. Desde que llegó a España y terminó recalando en Vitoria (hace cinco años) nunca lo tuvo fácil, pero al menos ella y su marido habían conseguido pagar el alquiler de la casa en la que viven junto a sus dos hijos menores. Pero entonces estalló la crisis sanitaria y con ella llegó la tormenta perfecta: los dos se han quedado en paro. “Es muy duro pedir, sobre todo, pedir para comer”, dice con un punto de tristeza y resignación.

Hasta 250 lotes de comida para particulares en apuros entregan los voluntarios del Banco de Alimentos de Álava los martes y jueves. El resto de la semana se reparte en otro local a diferentes asociaciones, que a su vez distribuyen los lotes entre familias con necesidades. “Las peticiones pueden crecer un 35 %. A muchas familias se les están acabando los ahorros”, advierte Daniel Fernández, presidente del Banco de Alimentos de Álava y de la Federación de Bancos de Alimentos de Euskadi.

Y es que los tres bancos temen una explosión de la demanda de ayudas en las próximas semanas como consecuencia de la crisis económica derivada de la pandemia de la COVID-19. Cuando disminuya la emergencia social va a aflorar una más grave: la social. “Habitualmente damos de comer a los más necesitados, pero en la crisis actual se ha incorporado a los habituales una parte de la sociedad que antes no necesitaba ayuda: son todos aquellos que antes cobraban en negro o tenían sueldos míseros o empleos discontinuos”, recalca Fernández. Es decir, aquellos ligados a la economía sumergida y sin derecho al subsidio de paro. A los que hay que sumar los trabajadores que han perdido su empleo o están incursos en ERTES u otros procesos similares.

Los datos provisionales indican ya incrementos de las ayudas superiores al 20 %. En la actualidad, el Banco en Álava atiende solo de urgencia a 4.200 personas. En Gipukoa calculan que en breve se deberá atender a 24.000 personas frente a las 17.880 con que se cerró el año pasado. Mientras, en Bizkaia el número de familias atendidas por ahora ha crecido un 22 %, pasando de 25.155 a 28.450 personas.

Y estos cuando solo se está al principio de la crisis. “El confinamiento”, explica Fernández, “no ha permitido que las personas soliciten ayudas a los servicios sociales. De continuo llueven demandas individuales que remitimos a las entidades de reparto de sus pueblos y barrios. Las ventanillas de los servicios sociales aún no han acogido toda la demanda, y a las familias se les están acabando sus ahorros y reservas. Esto va a ser imparable en los próximos meses y más si tardan en llegar ayudas a las familias”.

A las tradicionales personas y familias que no superaron la crisis económica anterior (paro cronificado, pobreza incluso trabajando…..), se han sumado todas las familias afectadas por el parón económico, que “incluye un espectro más amplio y diversificado, que anteriormente tenían trabajo o negocios y por lo tanto ingresos. Los servicios sociales nos están derivando un número muy importante de familias afectadas”.Un perfil en el que se ha notado mucho el incremento es en la población infantil, que, mientras funcionaban los comedores escolares, tenían una importante parte de su alimentación solucionada.

“Vivían medianamente bien, pero eso se acabó”

Sara (21 años) y Marcela (28) son voluntarias en el rearto de comida del Banco de Alimentos de Álava. Llevan desde que comenzó la crisis sanitaria. Marcela se reincorpora en breve a su trabajo en la hostelería, así que tendra que dejar el voluntariado por ahora. “A medida que pasaban las semanas”, señala Sara, “cada vez ha ido viniendo más gente. A veces ves familias muy grandes, que viven en un piso pequeño o incluso en habitaciones. Vienen con niños y te preguntas: ¿Les llegará para todos los que son?”.

Marcela ahonda en la cuestión. “Se les cubre lo básico. Vivían medianamente bien con poco, pero incluso ese poco se acabó. Es muy duro pedir para poder comer, pero el que pasa vergüenza no come y eso es peor. El drama es que ahora no hay trabajo, pero en mucho tiempo no se va a crear”.

Jon Maeso es el coordinador del reparto. “Esto se va a desmadrar, la emergencia social va a ser tremenda, vamos a ver pasar por aquí [por el Bbanco de Alimentos]un estrato de la sociedad que antes no veíamos, gente de clase media-baja que vivían al día, sin apenas ahorros y en dos meses se han quedado sin nada”.

Fátima ya ha recibido su carro de comida. Fuera del recinto le espera su marido. Juntos cargan el maletero de un pequeño utilitario. “Durante tres semanas ya no tengo que pensar en cómo van a comer mis hijos. Ahora solo puedes plantearte el día a día”, dice a mode de despedida.

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