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“Cuando ETA asesinaba a un guardia civil, el Estado solo veía una placa, no un padre de familia”

Portada del libro 'La hija del txakurra'.

Eduardo Azumendi

El exguardia civil José Alfonso Romero P. Seguín trata de descargar las emociones vividas en los años de plomo de ETA en su libro ‘La hija del txakurra’. Romero, destinado con apenas 19 años en un cuartel de la Guardia Civil en Euskadi en el año 1979, reivindica en su libro el dolor que suponían los asesinatos de agentes a manos de ETA, en unos años en los que el Estado trataba de desdramatizar lo que estaba pasando y la sociedad vasca miraba para otro lado o, incluso, se apuntaba al ‘algo habrá hecho’ para dejar tranquila su conciencia frente al crimen. Romero ha presentado recientemente su libro en un acto impulsado por la Fundación Fernando Buesa Blanco y en el que acompañaron al autor el excomandante de la Guardia Civil José Gil Portilla y el historiador Javier Gómez Calvo.

¿Cómo recuerda aquella etapa conocida como ‘los años de plomo’ por los incesantes asesinatos de ETA ?

Llegue con 19 años. De inicio te choca que te puedan matar en cualquier momento sin tener ningún problema con nadie. Euskadi era el peor destino posible. Nadie te puede preparar para lo que te ibas a encontrar en Euskadi. Cuando llegas y ves la situación de tensión, los cuarteles estaban fatal….La primera impresión es de que los compañeros [guardias civiles] estaban desbordados y afectados. El orgullo de la institución y del Estado impedía reconocerlo, pero la gente estaba fatal. Si los agentes hubieran recibido un apoyo con psicólogos la cosa hubiera ido mejor. La Guardia Civil es muy hermética y nunca se explicó que los agentes se rompían, que había muchos con problemas psicológicos.

A la mala situación interna se une la indiferencia y en ocasiones desprecio de la sociedad vasca hacia la Guardia Civil

No estuvimos arropados por ningún lado…..Pero cuando ves que la sociedad a la que vienes a ayudar te rechaza y desprecia…..no lo puedes encajar.

¿Por qué ha llamado a su libro ‘La hija del txakurra’?

Uno de los relatos lo dedicó a la situación tan terrible que vivían los hijos de los guardias civiles. Continuamente eran despreciados o mal vistos en los colegios cuando sus compañeros se enteraban de que su padre era guardia civil. Y como nos llamaban ‘txakurras’ puedes de ahí el nombre.

¿La Guardia Civil sintió que vivía en una especie de ‘aparheid’?

Desde luego que sí. Los cuarteles eran guetos, estaban al margen de todo. Una parte de la sociedad era proactiva contra la Guardia Civil y la Policía en general y la otra parte de alguna forma la apoyaba con su silencio y dando la callada por respuesta. Con respecto a ETA no se puede hablar de guerra porque en la guerra hay frentes y sabes dónde hay que luchar y dónde te pueden matar. Pero contra ETA el frente estaba en todos los lados, no había ninguna garantía en ningún rincón. En cualquier momento te esperaban para pegarte un tiro. La sensación era de que había que eliminarlos porque de lo contrario te eliminaban.

Con ese escenario, ¿se puede decir que solo la suerte le ha mantenido con vida?

Sí. Por ejemplo, una vez un camarero con lágrimas en los ojos me aviso a mí y a unos compañeros que no fuéramos más a tomar café al bar porque el día anterior gente afín a ETA habían estado recabando información sobre nosotros. Aquel fue un gesto heroico de ese camarero porque congraciarse con nosotros no le iba a ayudar, al contrario. Si iban a por ti no tenías ninguna opción. La suerte es que había mucha plantilla de guardias civiles.

Y de mandos.

Pero iban a los suyo. Lo más que hacían era dar información a algún guardia si se habían enterado de que ETA iba a por él. Estábamos abandonados por el mando, nuestra relación con los jefes era muy mala. A los jóvenes nos gustaba la democracia, la libertad, queríamos criar a nuestros hijos en otro ambiente. Pero al encontrarse con este rechazo de la sociedad vasca, los mandos aún imbuidos del ambiente del régimen franquista optaron por la dureza máxima. Si te acosan, ¿qué haces? Pues te desplazas hacia posiciones más rancias. La Guardia

¿Usted vio torturas?

Yo no las he visto. Hubo momentos en los que los grupos de información que detenían a un comando tenían una enorme responsabilidad porque en cuestión de muy poco tiempo tenían que desarticular a los que dependían de él. Esas urgencias…..El ambiente estaba endemoniado. Ese desprecio y enconamiento te convertía en un animal. Después te dabas miedo a ti mismo y eras incapaz de reconocerte.

¿Cómo se puede vivir así?

Cuando echo la vista atrás es una pregunta que me hago de manera recurrente y a la que soy incapaz de darle una respuesta. Cuando llegue a Euskadi me di cuenta de que el interés de la institución y del Estado era desdramatizar a toda costa lo que estaba ocurriendo. El caso es que no trascendiera lo que había detrás, éramos un número, una placa para la propia institución. Cuando ETA asesinaba a un guardia civil, el Estado solo veía una placa, no un padre de familia.

¿Por eso su libro trata de ser un reconocimiento de que detrás de esa placa había personas, con nombres y apellidos, con familia, con sentimientos?

Quiero rendir un homenaje, traer a esas víctimas y a esas familias a la esfera humana. Mostrar su singularidad, sobre todo, desde el dolor, que es un ámbito universal, incontestable. El libro es una descarga emocional. He utilizado mi experiencia y el contacto directo con mis compañeros y con el ambiente de aquel momento para recordar que no éramos unos números, que cuando ETA asesinaba a un guardia civil, a un policía, un militar u otra personas mataba a un marido, un padre, un hijo, un vecino…

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