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Enganchados a las 'europrácticas'

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

Cuando se trata de buscar el primer empleo, hacer prácticas siempre supone un plus. Y si éstas se han realizado en el extranjero, ese plus aumenta. Además, la internacionalización de las empresas vascas es cada vez más importante, con lo que aumenta la necesidad de viajar de los técnicos y profesionales. Eso es lo que creen los jóvenes vascos que, año tras año, se apuntan a esas prácticas gracias a los programas Leonardo da Vinci y Erasmus, que permite trasladarse a un país europeo para ponerse a trabajar en régimen de aprendizaje en una empresa extranjera. Financiados por la Comisión Europea, el objetivo es crear un espacio laboral que facilite la movilidad a través de toda Europa.

Para ello se conceden ayudas a futuros profesionales (de FP, universitarios de últimos cursos, recién licenciados o jóvenes trabajadores) que les permitan hacer prácticas en una empresa u organismo más allá de las fronteras donde han estudiado. Participan todos los países de la Unión Europea y otros que no forman parte de ella. La Asociación de Centros de Formación Profesional de Iniciativa Social de Euskadi (Hetel), que agrupa 21 centros de Bizkaia, Álava y Gipuzkoa, impulsa que sus alumnos realicen estas prácticas de tres meses en empresas europeas gracias a los programas Leonardo y Erasmus. Este número, tanto en lo que se refiere a alumnos como a países, se ha ido incrementando en los últimos cinco años.

La mayoría de los 123 alumnos (de los que 33 son chicas), que se encuentran en segundo año de ciclos formativos de grado superior, están ya en empresas punteras europeas y allí permanecerán trabajando hasta el mes de junio. Las prácticas las realizan en empresas de varios países como Inglaterra, Irlanda, Holanda, Finlandia, Italia, Alemania, Malta, Polonia, República Checa y Escocia. Y algunas de las empresas u organismos donde se encuentran realizando prácticas son DAF Trucks en Eindhoven (Holanda), Electrolux en Cracovia (Polonia), The Great Chernobyl Cause en Cork (Irlanda) o universidades como Bournville College en Birmingham (Inglaterra).

Al finalizar estos ensayos, en torno a un 20% de las empresas ofrece un contrato de trabajo a los estudiantes, oferta que algunos de ellos acaban aceptando. Es el caso de J. Pérez, quien hace tres años marchó a Alemania a una empresa relacionada con la automoción. “Cuando terminé las prácticas no sabía muy bien qué hacer. Si regresar a Euskadi o seguir por Alemania. La verdad es que estaba muy a gusto en la empresa. Aunque conozco casos de compañeros a los que les fue peor. Dos días antes del final, la empresa me animó a seguir. Acepté sin marcarme ningún objetivo concreto de volver ni nada por el estilo. Solo el día a día y seguir formándome”. ¿Y el idioma? “Es lo más complicado. Me defiendo en inglés y ya he progresado con el alemán. La dirección ha tenido mucha paciencia conmigo”, admite.

Alternativa

Julen Elgueta, presidente de Hetel, asegura que los programas Erasmus y Leonardo siempre se han vendido como una manera de aprender y adquirir nuevas experiencias, pero en la actualidad también tienen la vertiente de convertirse en una oportunidad laboral. “Para muchos jóvenes es una oportunidad que no pueden desaprovechar. Por una parte, da dolor pensar que mucha gente cualificada se va a quedar en esos países, pero, por otra parte, es una oportunidad para ellos”.

El programa Leonardo funciona cuando un promotor (que pueden ser los centros educativos) presenta un proyecto a la agencia Leonardo de su país para que sus alumnos realicen prácticas y, a la vez, buscan socios en el extranjero para mandarles allí. Las agencias nacionales realizan una preselección, y Bruselas decide finalmente los proyectos elegidos.

Aunque los programas cuentan con respaldo económico de la UE, las familias de los que se van también deben poner una cantidad. “Es cierto que esas aportaciones familiares han subido y en algunos casos es posible que hayan hecho desistir a las familias”, asume Elgueta. Aunque pueda parecer que las prácticas “van de serie” cuando los alumnos se matriculan en algunos centros, en realidad no es así. “No se les da el valor que realmente tienen. En la Universidad no se hacen prácticas. Los centros de formación profesional llevamos interactuando con las empresas desde hace muchos años. Creo que ese esfuerzo no se valora en su justa medida”.

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