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“Si la UE se construye de arriba a abajo, el ciudadano es el último de la fila”

El catedrático de Derecho de la UPV/EHU Juan José Álvarez, en una conferencia junto al sociólogo alemán, Ulrich Beck

Paola Fernández

San Sebastián —

Desde hace unos días estamos inmersos en la campaña de las elecciones europeas. Esto supone que el próximo 25 de mayo elegiremos a los representantes de una institución que resulta compleja, poco entendida y se percibe algo lejana por la ciudadanía. Además, durante la campaña los partidos políticos intentarán convencernos de por qué tienen ellos que estar en el Parlamento Europeo y qué van a hacer para sacarnos de la crisis que está azotando a gran parte de la Unión Europea. Pero, ¿realmente sabemos para lo que estamos votando? El catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV-EHU, abogado del Despacho Cuatrecasas y experto independiente designado por la Comisión Europea para las áreas de Libertad, Seguridad y Justicia, Juan José Álvarez, intenta explicar qué es realmente la Unión Europea (UE) y qué necesita para seguir adelante.

Pregunta. Hace poco en una charla sobre la UE comentaba que esta es una estructura “adolescente” ¿Por qué?

Respuesta. Creo que todavía no nos hemos hecho adultos como proyecto político y, lo que es peor todavía, no sabemos lo que vamos a ser de mayores. Sin embargo, mi preocupación es saber si esto es un mal pasajero de edad o realmente es un mal endémico del proyecto europeo, que sabemos para qué nació, pero a partir de ahí hemos ido dando tumbos. Ahora existe una crisis de crecimiento increíble, más la crisis en sí estructural, pero el gran problema es que nos miramos al espejo como Europa y no nos identificamos con nada. Es un problema de falta real de objetivo político. La UE tiene que ser capaz de decir a dónde quiere ir y en este tiempo el único que ha sido capaz de decir, “no me gusta este rumbo y voy a preguntar a mis ciudadanos” ha sido David Cameron.

P. En ese sentido, Reino Unido siempre ha sido identificado como “euroescépticos”, pero ahora con la crisis en muchos países europeos hay partidos que se posicionan en contra de mantenerse en la Unión Europea o en la zona euro.

R. Los ingleses sirven como chivo espiatorio, como estos son los antieuropeistas, pero no es verdad. De hecho, no hay que olvidar que cuando franceses y holandeses dijeron 'no' a la constitución europea, los ingleses se frotaron las manos porque lo que buscaban era la ampliación y no la integración. Por eso apoyaron sin mayor problema y pasamos de ser 15 a 25 de un atracón muy difícil de digerir. Lo que hay es un problema de autarquización de Europa, esto es, la crisis saca lo peor de cada uno de nosotros, un sálvese quien pueda del proyecto solidario europeo que hace que los intereses, siempre divergentes, ahora se acentúen en una infusión que te da un sabor amargo, porque en el fondo no encuentras algo verdaderamente como hilo conductor. Europa no enamora y encima los políticos vuelcan en ella todo lo negativo.

P. ¿Puede que una de las dificultades más grandes de la UE sea mantener el equilibrio entre los Estados?

R. En realidad no hay un centro de gravedad europeo, hay un vértice jerárquico que es Alemania y es quien manda y marca sus prioridades. Todavía ahora, ya sin el contrapeso francés porque está muchísimo peor de lo que ya sabemos que está, pero por muchas razones no se desmorona. Pero el verdadero primer problema es que las ampliaciones se han ido haciendo poco a poco, esto es, pasada la gestación inicial de seis, la máxima ampliación había sido de tres, eran ampliaciones asumibles. Pero de repente entran 10 estados y los 10 receptores netos de ingresos provenientes de fondos. Además, en 2007 llega la crisis en la zona euro, lo que desnuda la inviabilidad de un proyecto monetario sin base política, sin un tesoro europeo, sin una Reserva Federal, sin una capacidad real de calentar la economía.

P. ¿Y qué es lo que necesita Europa en estos momentos?

R. La UE necesita una estructura de abajo a arriba, en el sentido de buscar un punto de pasión y de ligazón europea. Los estados han nacido siempre sobre la base de la generación de un sujeto político que se ha agrupado en torno a eso, antes es eso que la institucionalización de ese Estado. Europa no tiene esa base, no la ha tenido nunca. Nacimos de esa desconfianza recíproca entre Estados para ponernos de acuerdo en no hacernos daño y nos hemos olvidado de la ciudadanía a la que tenemos que atender realmente. Entonces o creamos una base sólida de sujeto político o no podemos generar verdadera UE, y si lo haces de arriba a abajo el ciudadano es el último de la fila y entonces la desafección es inevitable. Ha habido de todo, desde proyectos políticos sustentados en despertar la pasión de los europeos creando una selección europea de futbol, hasta quienes defendemos que al final esto se tiene que hacer con mucha pedagogía y creando una verdadera europeización de la política, que es la antítesis de lo que en estas elecciones se pone en marcha.

P. Destacaba que la base de la UE fue la solidaridad entre Estados, ¿puede que los políticos se hayan olvidado de esto?

R. La clase política es parte de la sociedad civil y yo no achacaría sólo a la clase política la culpa, creo que a lo bueno nos acostumbramos rápido y Europa tiene muchas cosas positivas, y los costes de la 'no Europa' no son suficientemente analizados. No pido a los políticos que hagan lecciones de historia, pero sí el respeto que merece un proyecto al que han dejado de lado. Europa es ahora la excusa para enfrentarse entre familias políticas para luego difuminarse en ese Babel que es la Europa política, en términos del Parlamento. En el fondo, el verdadero problema es que Europa les sirve a los partidos como excusa para intentar perpetuarse en el poder. Sin embargo, no hay una voluntad de mancomunizar el proyecto europeo reconociendo abiertamente que nosotros nos hemos enriquecido urbanamente de una manera artificial, y ahora que debiéramos aplicar de otra manera las cosas. Por ejemplo, ceder en fiscalidad empezando por el País Vasco, ser capaces de reconocer que hay que homologar y derivar una parte de los recursos fiscales a proyectos verdaderamente comunitarizados, como un impuesto ecológico comunitario, un salario mínimo interprofesional europeo o un seguro de desempleo garantizado como modelo social europeo. Todo esto es perfectamente posible. Europa se ha lanzado a proyectos mucho más ambiciosos.

P. Pero, ¿algo positivo tendrá la UE? ¿Por qué merece la pena seguir en ella?

R. Hay que redescubrir la idea europea y revisitarla. Europa si no existiera habría que inventarla, y su amianto son los propios Estados. Hasta el momento nos ha dado un elenco de libertades y derechos que no tienen en otros lugares del Mundo. Desde fuera nos dicen que no nos damos cuenta de lo que tenemos con Europa, la ausencia de fronteras y moverte libremente, basta ver los pasos atrás que se quieren dar en ese terreno para darte cuenta que escuece en muchos lugares el tener la incapacidad estatal de control de la libre circulación de los ciudadanos europeo comunitarios. Esa diversidad es un plus potente, volver a la cultura, volver al concepto de ciudadanía, vencer al absurdo concepto de soberanía enfrentada. Además, los observadores externos y politólogos de todo el mundo miran el proyecto europeo y dicen: no hay ningún otro proyecto supranacional que haya llegado tan lejos y que sin embargo se esté mirando tan cicateramente por sus propios socios. Pararse a pensar un poco, porque gripar este proceso sería impensable para las generaciones futuras, aunque espero que tengan otra clase política capaz de aceptar renuncias a esferas de poder a cambio de reconquistar espacios para Europa.

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