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Euskera: ¿uso, inversión o despilfarro?

Los funcionarios del Gobierno vasco deben acreditar perfil lingüístico.

Aitor Guenaga

Mila e Itxaso son dos profesoras que una vez al mes quedan los viernes en el barrio bilbaíno de Zurbaran para hacer 'mintzapraktika'. Es decir para hablar entre ellas en euskera. Al grupo se suman también Irune, una periodista de radio y otros amigos que aprovechan el pote típico de la tarde para generar un microespacio en euskera. En esa cuadrilla improvisada y con la excusa de practicar el idioma se repasa lo acontecido durante la semana, la última noticia del día o los planes del fin de semana. “Está abierto a cualquiera que le apetezca vivir ese tiempo en euskera”, señala una de ellas. Es un espacio casi de laboratorio en un barrio de Bilbao en el que el euskera no es el idioma vehicular mayoritario, pero que va ganando terreno poco a poco.

Es lo que algunos estudios han calificado de “bilingüismo social desequilibrado”. Las encuestas constatan el avance del euskera: mucho más en Euskadi aunque de manera desigual por territorios y más limitado en Navarra. Iparralde (País vascofrancés) es otro mundo. El último mapa sociolingüístico en el que se analizaba la evolución del euskera en los últimos 30 años, publicado en 2013, revelaba que las personas que saben euskera en el País Vasco representan el 36,4% y los euskaldunes pasivos el 19,3%, frente al 44,3% que lo desconoce. Los euskaldunes pasivos han visto aumentar su presencia, al pasar del 12,2 % de la población en 1981 al 19,3 % en 2011.

Este idioma ancestral del que se desconoce su origen, pero que ha seducido a escritores, políticos y creadores, también ha sido fuente de enfrentamiento para algunos vascos y de incertidumbre laboral para muchos otros. Y todo ello después de 36 años de oficialidad del euskera y el castellano y de 33 años de que entrara en vigor la Ley de Normalización.

“El euskera tiene garantizada su supervivencia para dos o tres generaciones, pero no se puede afirmar lo mismo en relación a su vitalidad”, ha afirmado en alguna ocasión el actual viceconsejero de Política Lingüística, Patxi Baztarrika. Y su mensaje es claro: hay que mantener el impulso de esta lengua porque “si no hay intervención y política lingüística activa, el euskera no avanza”.

Y es justo ahí, en las políticas públicas activas que se han realizado y siguen en marcha en todas estas décadas de autogobierno, en donde salta la chispa política, que muchas veces se torna en rifirrafe electoralista. No es extraño que el PP utilice ese argumento en la tribuna política. Lo hizo su líder, Arantza Quiroga, en el último debate de política general, al comparar el dinero que destinaba el Ejecutivo para la denominada Agenda Estratégica del Euskera (en total 335 millones) frente a “tan solo 17 millones a las ayudas para conciliar la vida laboral y familiar. Pero aclarando que ”para nosotros, el euskera es importante“.

Aunque no existe un dato consensuado sobre la movilización de fondos públicos para potenciar el euskera (se ha llegado a publicar 10.000 millones de euros en las dos últimas décadas), nadie, ni siquiera el nacionalismo, discute que los miles de millones de pesetas primero y su traducción posterior en euros han sido cifras mareantes. Dinero público en la Educación, en extenderlo entre los funcionarios, fondos para ETB-1 para hacerla más atractiva, en euskaltegis, en la política de subvenciones culturales, en el apoyo de los medios en euskera, en los convenios con Euskaltzaindia, Labayru, con organismos de Iparralde, o en financiar estudios de los temas más variados. Como aquel que se encargó bajo el título La presencia del euskera en las redes sociales virtuales y se pagó a 60.000 euros más IVA... Fondos del Ejecutivo autonómico, pero también de diputaciones o ayuntamientos.

Con realidades que a veces podían resultar chocantes: “como cuando comenzaron los recortes en plena crisis y algunas instituciones en manos nacionalistas en Bizkaia (PNV) y Gipuzkoa (Bildu) reducían sus subvenciones en torno al 15 o 20%, mientras que en el Ejecutivo ‘usurpador’ intentábamos bajar solo el 3%”, recuerda una persona que trabajaba en el Gobierno del lehendakari socialista Patxi López.

Euskera en precampaña

Euskera en precampañaSolo en euskaltegis municipales, por poner un ejemplo, el Ejecutivo vasco se gastó en tres cursos (entre 2008 y 2011) más de 33 millones de euros y en euskaltegis privados en ese mismo plazo, más de 64 millones de euros. ¿Es poco o mucho? ¿Se puede considerar un despilfarro o es proporcionado si atendemos a la ciudadanía que se ha ido sumando al conocimiento del euskera? (318.000 en las tres últimas décadas, según datos oficiales). “El problema es que afecta al ciudadano, porque se tiene que sacar el EGA y luego vemos que las pruebas solo las aprueba el 23%. En cualquier sitio esta realidad pondría en la picota al gestor público”, denuncia Lurdes Auzmendi, exviceconsejera de Política Lingüística.

Capítulo aparte merece el acceso a la Función Pública. Aquí ya no es un problema de dinero, sino de encontrar trabajo. Escribía recientemente Andoni Unzalu, brazo derecho del lehendakari López: “¿O no se quiere reconocer que toda una generación entera de jóvenes vascos ha tenido que renunciar a los golosos puestos de la Administración pública para que sean repartidos a golpe de perfiles lingüísticos?”

Y no es algo pasado. En el acceso al empleo público, el euskera sigue primando. Bien lo saben las últimas personas que se presentaron a las pruebas en Eusko Irratia, donde por primera vez en la historia del ente el euskera pasaba de ser un mérito a exigirse un conocimiento alto del idioma. O en las pruebas para ser ertzaina: el perfil 1 de euskera tiene ocho puntos en la oposición, al 2 le corresponden 16 puntos, cualquier otro idioma 0.75 puntos.

El PP ha hecho bandera en varias ocasiones del tema. Y lo ha vuelto a colocar en esta precampaña. Su candidato en Álava, Javier de Andrés, en un intento de asegurar el voto constitucionalista, ha dicho que los alaveses están “discriminados” para acceder al empleo público por “la imposición” del euskera por el nacionalismo. Baztarrika ha desmentido con cifras esa aseveración: hoy es necesario acreditar euskera en “el 36,34% de los puestos de trabajo del consistorio de Vitoria y la Diputación alavesa, frente al 42,85 requerido en Bizkaia y al 63,19% de Gipuzkoa. Pero también EH Bildu. Una de las aportaciones de la Diputación de Gipuzkoa a la Ley Municipal era aprobar que el que no supiera euskera no podía ser concejal.

Ha habido políticas que han movilizado millones en favor del euskera. Y sin embargo, el Gobierno actual recuerda que aceptando el crecimiento de esa sociedad bilingüe, “estamos lejos todavía de un bilingüismo social e individual equilibrado”. Con todo, hay un dato que invita a la esperanza: más del 70% de los menores de 20 años es euskaldun. Y otro a la preocupación: el incremento de su uso a nivel general sigue siendo débil (7 puntos desde 1991) y en el hogar ha descendido. “Deberíamos hacer una revisión con cierto sosiego de lo hecho para consolidar el consenso sellado tras la aprobación de la Ley del Euskera”, propone Auzmendi.

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