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Fabián Laespada: “Nuestra sociedad no admitiría la vuelta de ETA”

Aitor Guenaga

Fabián Laespada (Bilbao, 1962) ha sido durante muchos años portavoz de la Coordinadora Gesto por la Paz de Euskal Herria. Hoy se acaba una época en Euskadi con el cierre de la persiana de este grupo pacifista. Una plataforma que supo poner a la sociedad vasca frente a un espejo que, en los años de plomo, devolvía una imagen poco edificante de una ciudadanía que muchas veces miraba para otro lado ante los crímenes de ETA. “Queda mucho por hacer”, admite este profesor de la Universidad de Deusto, pero sobre todo ve un plus en el trabajo que debe realizar la izquierda abertzale, los “sostenedores de la violencia” durante tantos años. “Tienen que avanzar hacia la deslegitimación de la violencia de ETA” y “reconocer el daño causado” y “si no hacen ese recorrido, no habrán pasado su Rubicón hacia la democracia, hacia la libertad, hacia una paz duradera y justa”.

Pregunta: ¿El adiós de hoy es de verdad el final o sólo un hasta luego?

Respuesta: Es un adiós, sí. Nuestra idea es que hemos cumplido los objetivos por los que nacimos. Claro que queda mucha labor que hacer, por ejemplo en educación para la paz, a ver qué hacemos con la chavalería para que esto no vuelva a suceder y no se den las circunstancias de que alguien en algún momento pueda justificar de nuevo la vuelta del terrorismo. Esto es muy importante. Queda elaborar el relato de lo que ha pasado aquí, todo lo concerniente a las víctimas, hay una labor tremenda por delante.

P. ¿Y con qué se queda de estos 28 años y de esos 175 grupos trabando por la paz en Euskadi y Navarra?

R. Con la concienciación, con el cambio de mentalidad en la sociedad vasca, que ha sido total. En 1985, nos encontramos a una sociedad educada en la épica hacia la violencia de ETA como respuesta a un Estado opresor que era el franquista. Había una inercia tremenda y nos encontramos, diez años muerto el dictador, con una sociedad que estaba habituada a la indiferencia ante la violencia, cuando no miraba para otro lado, cuando no la justificaba. Hoy, en 2013, nuestra sociedad no admitiría no solo una vuelta de ETA, sino los métodos violentos y es muy crítica incluso con el Estado de derecho cuando utiliza la violencia. El proceso ha sido largo, pero el cambio ha sido brutal. Y por eso hay motivos para que Gesto pueda cerrar la persiana satisfecha.

P. ¿Recuerda cuando recibieron el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 1993?

R. Yo no estaba entonces. Pero sé que fue una gran satisfacción. Gesto estaba inmersa en la campaña de denuncia del secuestro de Julio Iglesias Zamora, cuando surgió el lazo azul, en 1993.

P. Hasta se lo pusieron al ex presidente de EE UU George Bush padre...

R. Sí, es verdad. Alargaron la protesta y se lo terminaron poniendo también a Franco para reprocharnos a nosotros que los dictadores llevaban lazo azul. En fin. Pues estábamos entonces en aquella campaña de denuncia. Hubo muy poco tiempo para difrutarlo, al de unos días asesinaron al sargento mayor de la Ertzaintza, Joseba Goikoetxea. Y en el mismo acto de entrega del premio, en el discurso que hizo María Guijarro recordó que ese día nos solidarizábamos tambien con todos los que habían salido a la calle en silencio para protestar por un nuevo asesinato en Euskadi.

P. ¿Suelen decir que cuando alguien deja un espacio libre, pronto lo ocupa otra persona, otro grupo. ¿Quién debería ocupar el sitio que ahora deja vacío Gesto?

R. El otro día decían varias personas que se quedan sin referentes, un poco huérfanos con nuestra desaparición. Pero yo creo que no es cierto. Hay más referentes, y nuestra labor de los últimos años tampoco ha sido tan referencial: hemos dado nuestros discursos, hemos convocado nuestras manifestaciones, pero ha venido la gente que ha venido. Tampoco somos un clamor, somos una voz crítica, un pequeña voz. Pero creemos que hay ámbitos, hay foros sociales, fundaciones donde se puede trabajar y, a buen seguro, que nos iremos repartiendo por ahí.

P. Creen firmemente que su trabajo ha terminado, ¿pero qué les respondería a los que les recuerdan que ETA no se ha disuelto aún?

R. Incluso nos han llegado a decir: ¡pero si estos no han soltado las armas! Y yo les contesto que tú puedes tener una pistola escondida en tu mesilla y puedes montar un atentado y hemos vuelto a las andadas. Probablemente, lo de la entrega de las armas, aparte de ser una herramienta militar que a nosotros no nos interesa nada, no es lo fundamental. Lo básico es que en 2011 ETA anunció el cese definitivo de su actividad terrorista y lo que es más importante, el mundo que ha estado alimentando a ETA, lo que nosotros llamamos los sustentadores de la violencia, probablemente por estrategia pura, probablemente no convencidos de las razones éticas para no usar la violencia, ese mundo terminó empujandole a ETA para que hiciera una declaración y lo dejara. Es verdad que todo fue una escenificación: la semana anterior en Aiete, los verificadores internacionales, todo aquel teatro y cambalache que montaron le lleva a ETA -probablemente a contrapelo y a regañadientes- a declarar el final. ¿Que puede surgir un grupo como el IRA auténtico en Irlanda? eso nadie lo sabe. Pero lo más importante es que su base social, de la que se ha nutrido ETA durante toda esta vida, le ha dado la espalda estratégicamente. Y han constatado que los resultados, llámese Bildu, EH Bildu o Sortu, son extraordinarios.

P. ¿Y cómo ven a la izquierda abertzale? esa que les arrancaba en 1993 los lazos azules de las solapas y en 1995 les hacía contramanifestaciones para chillarles a dos palmos de la cara.

R. Siguen siendo la izquierda abertzale. Se han civilizado y se han dado cuenta de que las cosas pueden llevarse a cabo de un modo distinto al del uso de la violencia, están convencidos de que después de 45 años de “lucha armada” lo único que han conseguido es un hartazgo social, dolor y sufrimiento. Esos han sido los réditos fantásticos de la violencia. Ese mundo tiene que evolucionar, pero para eso tienen que admitir que lo que ha pasado es tan tremendo que ellos no pueden llevarlo en su propia mochila si no es con autojustificaciones y con falseamientos de la realidad. Tienen que hacer una revisión del pasado, esa es la gran asignatura pendiente de la izquierda abertzale.

P. ¿Entonces, tienen un plus de responsabilidad?. ¿Qué pasos deberían dar?

R. Lo tienen, por eso deben dar pasos nítidos, decididos hacia la deslegitimación de la violencia. Tienen que hacer una revisión crítica del pasado o como lo quieran llamar. Mientras no admitan que su apoyo a la violencia ha sido un tremendo error, si no hablan a las víctimas, les miran a la cara y no son capaces de hacer un reconocimiento de su responsabilidad en que ETA acabase disparando, pero los que apuntaban, en muchas ocasiones, eran ellos, si no hacen ese recorrido no habrán pasado su Rubicón hacia la democracia, hacia la libertad, hacia una paz duradera y justa. La responsabilidad que tienen es tremenda porque no salamente contextualizaban, sino que sus propias bases creaban el caldo de cultivo del víctimismo que les empujaba luego a formar parte de comandos. Aquí no hay un proceso de paz en marcha, ni ha habido dos bandos enfrentados. Lo que tenemos es el proceso del final de ETA.

P. ¿Cómo recuerda aquellos años de la indiferencia, del miedo y de la legitimación del asesinato en los años de plomo?

R. Son tremendos. Ponte en aquellos años 89, 90, 93 en los que por llevar un lazo azul que decía A de askatu, de libertad, tenías que enfrentarte a compañeros de trabajo, a amigos incluso o a vecinos que te increpan, te llamaban traidor y te tildaban de españolazo y facha. Eran tiempos brutales, cada semana había dos concentraciones.

P. ¿E imagino que no era lo mismo en Bilbao que en la Euskadi profunda?

R. Las concentraciones eran muy duras. A la gente le temblaban las piernas, no había móviles, ni 'guasaps', ni historias. Muchas veces era ir allí y resistir. Monedas, huevos, insultos... Aún recuerdo lo de Etxarri-Aranaz, tuvimos que suspender la concentración. Hablamos con un cargo de Interior de la época y nos dijo que mejor si retirábamos la concentración. Cosas kafkianas para un Estado de derecho que debe asegurar mi libertad para salir a la calle a expresar lo que quiera. Y la retiramos, claro. No somos héroes, somos personas normales que nos identificamos con un mensaje muy sencillo y muy gandhiano: la paz es el camino y la libertad de las personas es fundamental. Y por eso yo me movilizo. Una de las virtudes de Gesto era -y es- que no ha sido piramidal de arriba hacia abajo. Tenía una base muy fuerte y casi nada arriba. Nunca hemos organizado un grupo, brotaban, te llamaba la gente de Tolosa, los indignados de Tolosa por lo que estaba ocurriendo y nos decían: “queremos una pancarta como esa”, pues hacedla, les repondíamos. Nosotros os ayudamos, pero la responsabilidad es vuestra, les decíamos. Elegid el lema, les animábamos, y algunos nos chocaban. Decían: “Contra ETA, todos”. Y no eran tiempos en los que se escribía eso en las pancartas. Y nosotros estábamos más por los mensajes en positivo. Y eso que poner en una pancarta “Contra ETA” era muy positivo, claro está. Pero apostábamos por otros como “Bakea, bai” o “¿Por qué no lo paz?”, “Bakea da bidea”, “Es el tiempo de la paz”...

P. Ustedes se van, pero el proceso para el fin de ETA sigue. ¿Qué piensa de las 12 recomendaciones recogidas en la iniciativa del Foro Social en Aiete?

R. Lo primero que hay que decir es que es una iniciativa privada, no es algo institucional. Y sobre el contenido, pues con algunas de las recomendaciones podemos estar de acuerdo y con otras no. Lo importante es incidir en el reconocimiento del daño causado, el error de la violencia, el mirar a las víctimas y reconocerlas, la política penitenciaria ajustada a la ley y que se promuevan los caminos individuales de reinserción de las personas presas y no los colectivos. Hombre otras recomendaciones como que los presos tienen que ser ahora agentes activos en el proceso de paz, pues no lo entiendo muy bien, o que nos hablen ahora de justicia transicional, es decir, cerramos los ojos, van saliendo unos presos, a estos tampoco les vamos a perseguir... Eso no puede ser.

P. ¿Diría que los presos son un problema sólo de ETA?

R. No creo que sean exclusivamente problema de ETA, pero sí es un problema de ETA y de la izquierda abertzale porque los tienen como tótem, los han usado en su momento, los han olvidado después. Pero ahora los están utilizando como un caballo de engache que además sirve para aglutinar a su propio mundo. Lo ideal sería que dentro del colectivo de presos de ETA cada uno de ellos hiciera un trabajo de reflexión sobre dónde está, qué es lo que va a hacer y la cantidad de años que ha perdido de su vida. Y probablemente también deberían hacer una apelación a la conciencia para reconocer el daño causado. Esto último les va a liberar en gran medida. La gente que sale tras 30 años de cárcel gritando “Gora ETA militarra” es una tristeza inmensa. Ahí no ha habido evolución. Mientras que ves a Valentín Lasarte, por ejemplo, que fue un sanguinario etarra -y entiendo todos los reproches de Consuelo Ordóñez y de su viuda Ana Iribar- pero creo que ahí ha habido una evolución evidente. Y socialmente ganamos todos mucho más con alguien que sale de la cárcel y es capaz de llevar a su propio hijo porque ha hecho una evolución en prisión.

P. Luego hay otros casos, como el de Arnaldo Otegi. ¿Debería estar en la calle el secretario general de Sortu?

R. La simbología en el mundo de la izquierda abertzale es fundamental. Y el caso de Otegi es paradigmático. Muy poca gente entiende en Euskadi que Otegi esté en la cárcel, es como un absurdo. Y probablemente en el proceso Bateragune, aunque tuviera las buenas intenciones de convencer a ETA de que lo mejor era abrazar las vías políticas, parece que estaban intentando montar una Herri Batasuna más visible que luego se acabó transformando en Sortu. Yo sí pediría a los jueces que nos expliquen por qué este hombre tiene que estar en prisión. ¿Que su papel en la izquierda abertzale fuera más beneficioso si estuviera en la calle? Nadie lo sabe. Lo importante es que él haga su propio recorrido y convenza a los suyos. Es un terreno político donde Gesto no ha entrado nunca. Como organización nos hemos cuidado mucho de dar consejos al Gobierno sobre eficiencia política para conseguir la paz. Nunca hemos sido eficientes en ese sentido, nunca hemos dicho conviene sacar a Otegi de la cárcel para que hable con los suyos. Lo que conviene es aplicar el Estado de derecho, las leyes sin excepcionalidades, porque esto ha sido un rosario de excepcionalidades, ahí está lo de la doctrina Parot y vamos a ver lo que pasa al final: van a salir presos a borbotones.

P. ¿Y no cree que Gesto tendría un papel importante a desarrollar en el capítulo de la memoria en Euskadi?

R. La gente de Gesto desde luego. Nosotros proponemos que sea una memoria inclusiva, pero que sea honesta. Que se haga un relato, que se trace una línea roja y que nos coloque a cada uno donde estábamos. Sobre todo que tenga una troncalidad. Y lo básico es que lo que más ha distorsionado ha sido la violencia de ETA. En esta historia, no sobraba nadie, aquí ha habido muchos muertos y hay que hacer un trabajo de memoria, de reconocimiento del dolor causado. Y es muy importante que no se reescriba la historia, cada uno pondrá el acento donde quiera, pero debe haber un espacio común. Y mientras ese mundo no abandone ese totalitarismo, los modos impositivos y no pegue el salto para venir al mundo de la democracia y acepte el Estado de derecho, es muy dificil que haga un memoria que podamos compartir.

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