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Garitano premia el punto de mira de Egin

Alberto Uriona

Bilbao —

“La sociedad guipuzcoana lo va a entender perfectamente”. Esa fue la explicación que el jueves dio el diputado general de Gipuzkoa a Martin Garitano para justificar la Placa de Oro concedida por la Diputación guipuzcoana a Egin, el diario cerrado en 1998 por orden del juez Baltasar Garzón. Es casi un galardón a sí mismo, porque Garitano, periodista de profesión, fue uno de los altos cargos del periódico y durante nada menos que 14 años: redactor jefe de 1984 a 1998.

La decisión ha provocado polémica sobre todo entre los partidos constitucionalistas, que ven una distinción a sus “amiguetes”. Que desde la política se premie a los “amigos” no es, por desgracia, un episodio excepcional: lo hacen todos los partidos. En el caso de Garitano y Egin, lo que más ha soliviantado es la estrecha conexión entre ambos y lo que significó el diario de la izquierda abertzale y, para bastantes, de ETA.

El Tribunal Supremo así lo consideró en 2009, en el fallo firme que cerró un proceso judicial de más de 10 años y en el que anuló el cierre decretado en 1998 por Garzón. No había integración en banda armada aunque sí colaboración. Consideró que, aunque cuando Egin nació en 1977 era independiente de ETA, la relación se fue estrechando a partir de 1992, en coincidencia con el agravamiento de los problemas financieros del periódico con un impago de 5 millones de euros a la Hacienda. La sentencia del Supremo aseguraba que el último director, Xabier Salutregi, y su subdirectora, Teresa Toda, (los jefes de Garitano) fueron nombrados por ETA tras una reunión con la cúpula de la banda terrorista. La misión de Egin, según el fallo, era ser el “frente mediático” de la lucha armada y presentarla como un “fenómeno natural”. Los jueces reiteraron que incluso desde el periódico se avisaba a la banda de posibles operaciones policiales, los terroristas usaban secciones del diario para comunicarse con la militancia y que dos miembros de un comando utilizaron la delegación de la publicación en París para ocultar información sobre potenciales objetivos.

Durante los 14 años en que Garitano fue redactor jefe, el terrorismo azotó con crudeza a Euskadi y las informaciones de Egin mostraban su condescendencia con el terrorismo. “Un guardia civil ha resultado muerto”. Era la coletilla habitual en esos años con un atentado de ETA, estas últimas palabras siempre ausentes en las noticias. Y eso que el equipo de investigación del diario alcanzó un merecido prestigio en la profesión al sacar a la luz primicias sobre la corrupción política, económica y policial en Euskadi, una labor que con los problemas económicos se fue diluyendo.

Sonada fue la portada a toda plana de Egin en julio de 1997, al día siguiente de que la Guardia Civil liberase al funcionario de prisiones José Antonio Lara, secuestrado durante año y medio por ETA. “Ortega vuelve a la cárcel”. A Martin Garitano se le atribuye la autoría de la sección de comentarios sobre lo publicado en otros diarios vascos y españoles, con el pseudónimo Maite Soroa, en el que se criticaba sin ámbages la labor de los periodistas en un momento en que ETA instauró la llamada socialización del sufrimiento. Es decir, la extensión de las amenazas a políticos, jueces o periodistas. Aquellos artículos causaron gran malestar y sentimientos bastante más graves entre muchos periodistas vascos, que se sintieron señalados como posibles objetivos de la organización terrorista.

El jueves pasado, al conceder el premio, Martin Garitano dijo que el cierre de Egin fue “a juicio de muchas mujeres y hombres de diferentes partidos y que siguen siendo hoy ejemplo de la sociedad vasca, una de las agresiones más brutales contra la libertad de expresión”.

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