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“I love R'n'R”. ¿Y quién no, mrs, Jett?

Joan Jett and the Blackhearts, en el concierto del Azkena Rock Festival.

Aitor Guenaga

Hay en la música rock dos himnos eternos que todos los rockeros sin excepción han bailado y cantado alguna vez en sus vidas. Uno de ellos los han dejado tatuado a fuego para la historia sus Satánicas Majestades (Ladies and gentlemen, The Rolling Stones): Its only Rock and Roll (but i like it), grabado en 1974. El otro es de una chica mala del R'nR': lideraba los Runnaways en sus años mozos de Filadelfia. Joan Jett y su I Love Rock and Roll, de 1981. Este sábado las 16.200 almas que se acercaron hasta Mendizabala, según los datos aportados por la organización del ARF, pudieron volver a levantar sus puños y desgañitarse las gargantas con este himno del rock.

Es una auténtica gozada saber que el rock, un género tan exageradamente comandado por hombres, sigue teniendo 'chicas malonas' descargando un torrente de adrenalina, sudor y rock por doquier. Con maneras en el escenario, si dejarse pisar por nadie, arrugándose por detrás esa media melena azabache o colocándose bien la teta derecha entre canción y canción -y esto que les cuento no es ninguna exageración de cronista borracho, es lo que hizo en un momento de su 'bolazo' la Jett, como quien se echa el pelo para atrás porque le está molestando-. Todo eso y mucho mas pasó esta noche en el Azkena Rock Festival.

Con las grandes estrellas del firmamento del rock pasa como con los sobres sorpresa de las fiestas de los pueblos: hasta que no se abren uno no sabe muy bien lo que se va a encontrar. A veces, lo que se pone delante de tus ojos supera (y con mucho) las expectativas que tenías. Es lo que me pasó a mí en esta segunda jornada del Azkena.

El próximo 22 de septiembre, Joan Jett está llamada a cumplir 60 bretes. Y no se me ocurre mejor plan para ella -y de paso para el respetable- que celebrarlo subida a alguno de los escenarios que aún le restan por visitar en su gira. Y no lo digo por volver a escuchar ese himno del rock. Lo planteo porque con una hora y cuarto larga de actuación, tres bises (¿o fueron cuatro?), el público seguía pidiendo más y más. Por algo será.

No fue suficiente con escuchar la cover del Boss (el abuelo Bruce) Light of Day o el temazo de los Runnaways Cherry Bomb casi nada más empezar el concierto o el You Drive Me Wild (también de los Runnaways,“la primera canción que escribí, recordó sobre el escenario vitoriano ya sin la chaqueta de cuero y enseñando un discreto 'tatoo' en el brazo izquierdo). O que Joan Jett paseara su Bad Reputation por todo el escenario God del ARF, precisamente el título de un documental sobre su ”increíble carrera“, como recordó el ajado teclista y narrador de historias en un inglés pausado, claro y hecho para entenderse. O que se marcara un boogie como quien no quiere la cosa, o un tema lenta al final casi de la actuación.

A la Jett le acompaña una banda de 'mercenarios del rock', los Blackhearts -que también dan nombre al sello discográfico creado por la Jett, como contó el teclista-. Un equipazo con unas tablas y un buen hacer que para si quisieran muchos de los dinosaurios que de vez en cuando, al escuchar el tintineo de las monedas, salen a la carretera para pasear su mediocridad. ¡Qué desgracia!

Yo no me odio Joan por amar tanto tu música (I hate myself for loving you), me odio por haber tardado tanto en verte en directo. Entre tanto clásico, Jett colocó algún tema (Make it Back) de su último trabajo, con el estribillo cantado por sus fans Yeah,Yeah. Aquella colina sonaba... a gloria:

Hope this train

Don't fall off the track

Cause I gotta make it back

Yea yea

I hope this train

Don't fall off the track

Cause I, I gotta make it back

Presentó a la banda, tocaron los bises, lanzaron las púas, hicieron una ola entre los miembros del grupo, se colocaron con poses de chica y chicos malos para la foto final y desaparecieron.

Antes, Turbonegro lo había descargado todo. Un policía, un granjero, un aviador japonés gritando “Banzai” y el vocalista Tony, un hombre pegado a un tatuaje creciente. Sonaron clásicos como el All my friends are Dead para deleite del público, sacaron a pasear a los Queen de Freddie con la cover de Bohemian Rhapsody y We Will Rock You. Y cuando el 'frontman' empezó a hacer preguntas filosóficas sobre lo que uno puede esperar de la vida cuando ha pasado la barrera de los 50 simplemente me dije a mí mismo: “hay que escapar de aquí”.

Y mucho antes, Ian Hunter con sus Mott the Hoople sacaron del baúl de los recuerdos todas las dudas (All The Young Dudes, de 1972) que los y las jóvenes siguen teniendo años y años después de que este grupo volviera a la vida en 2009, tras 40 años desde su nacimiento. Y las “palabras mayores” -se lo tomo prestado al crítico Fernando Navarro de un comentario en su cuenta de 'Insta'- de los californianos Dream Syndicate. Un grupo con una solvencia tal que me dejó clavado frente al escenario. Un poco más y no llego a ver a la Jett. Hubiera sido imperdonable. Como lo hubiera sido también no aguantar hasta el final de la actuación de los californianos: guitarrazos hipnóticos, bien facturados, lisérgicos. Solo su bolo necesitaría de una crítica en toda regla, pero no hay tiempo para mas. Hoy toca playa, que no siempre sale el sol este verano en Euskadi.

Como siempre, las perlas en el Azkena se encuentran en los escenarios pequeños. Búsquenlas en la edición de 2019, festival que el próximo año cumple la mayoría de edad y ya tiene a Wilko en el top del cartel. Es una orden.

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