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Ladridos medicinales

Las terapias con animales permiten a los pacientes mejorar su autoestima. Aurrera Atera.

Laura Murillo Rubio

Bilbao —

“Al principio solo lo miraba, no se atrevía siquiera a tocarlo, pero al cabo de unos días ya estaba acostumbrado a los ladridos de Lacky, que nos acompaña a pasear muchas tardes desde hace seis meses”, cuenta Maite, madre de un niño de siete años que padece disfemia severa, lo que normalmente se conoce como tartamudeo agudo. Una alteración de la fluidez normal del habla que dificulta la comunicación social y que en buena parte de los niños afectados desaparece en los dos años posteriores a su aparición. Sin embargo, Jon ya lleva tres con este problema que le dificulta las relaciones con sus amigos. Es por ello que su madre, aconsejada por logopedas y tras haber leído varios artículos, decidió recurrir a la terapia animal. “Por ahora el problema persiste, pero desde que juega con Lacky le veo mucho más sociable. Ha perdido el terror inicial, ese que tenía para articular palabra”, asegura.

Y es que son muchos los beneficios terapéuticos que el contacto con animales aporta a los pacientes. Saioa Arrizabalaga, María Rodríguez y Johnny Delgado de ‘Aurrera Atera’ dan fe de ello. Los tres son técnicos y expertos en terapia asistida por animales, y cuentan además con estudios de integración social y educación especial. Constituidos como asociación sin ánimo de lucro recorren con sus perros tres centros diferentes de Guipúzcoa (Uliazpi, Goienetxe y el Centro de Día de Urretxu) para realizar terapias asistidas en diferentes disciplinas como “agility, rescate, deporte adaptado y canicross” que, según los expertos, “mejoran las habilidades de socialización y conducta de los pacientes”. Además, en muchos casos contribuye a mejorar también su salud física. “En los centros de día, los fisioterapeutas se pelean con los mayores a la hora de hacer los ejercicios. Nosotros llegamos con los perros, les decimos que les lancen la pelota y los médicos nos lo agradecen porque conseguimos que al menos hagan un mínimo de actividad física, sin que se den cuenta”, relata Arrizabalaga.

Como amantes de los animales, los integrantes de ‘Aurrera Atera’ han diseñado un proyecto llamado ‘Tanttaka lagunduz’ que busca adiestrar a diez perros de perrera para fines terapéuticos, así como formar una red de voluntarios que quieran participar en las diversas actividades con pacientes. Para empezar cuentan con el interés del centro de menores de Ibaiondo y la elección de los perros correrá a cargo de Zaunk, una protectora de Durango. “El proyecto tiene un doble fondo: por un lado queremos ayudar a estos perros y sensibilizar a la gente en favor de la adopción, dar a conocer que cualquier perro de cualquier raza puede ser válido para estas cosas con un buen entrenamiento; y por otro, ayudar y acompañar a los pacientes”, cuenta Rodríguez sobre unos objetivos que pasan por ayudar a cualquier persona con problemas no solo físicos, sino también de exclusión social o maltrato.

Inyecciones de autoestima

“Los animales no juzgan ni critican, provocan sensaciones positivas subiendo el estado de ánimo de la persona y en consecuencia su autoestima”, dice Delgado. En general, con el proyecto quieren ayudar a todas las personas que lo necesiten. “Queremos llevar los perros a casas de mujeres maltratadas que no se atreven a rehacer sus vidas, acompañar a los mayores a por el pan o simplemente dar un paseo con un niño en silla de ruedas porque a sus padres les das la vida”, señalan. En función de las características de cada usuario, los integrantes de ‘Tanttaka Lagunduz’ trabajan diferentes aspectos. “Para los afectados que están en cama se trabaja mucho más estimulación, contacto o memoria y con la gente más joven son los propios profesionales de los centros quienes marcan objetivos concretos como autonomía o motricidad”, describen. “Tenemos que elegir el perro adecuado a cada usuario. Si estás con una persona mayor igual un labrador le viene bien, pero si trabajas con gente joven necesita otro tipo de perro más nervioso y potente que le estimule”, sostiene Arrizabalaga.

El origen de esta iniciativa parte del proyecto catalán ‘Obrint Portes’ que trabaja con perros de protectora en centros penitenciarios. “Los resultados han sido muy buenos porque los reclusos han demostrado aptitudes muy positivas que han ayudado a su reinserción”, indica Rodríguez quien a su vez asegura que buscan hacer lo mismo con los chicos de Ibaiondo. Se trata de un centro de ocho módulos y en ‘Tanttaka lagunduz’ trabajarán con los del módulo más bajo relacionado con casos “leves”. “Está encaminado a qué aprendan a comportarse con respeto y solidaridad, que vean qué es la vida y, si les gusta, motivarles por el entrenamiento canino como un modelo a seguir”, señala la integradora social, quien también afirma que entre los perros de protectora y los internos se establece “como una conexión, un feeling especial porque comparten el hecho de estar encerrados”.

Financiación a través de ‘crowdfunding’

Los promotores del proyecto confían en que esta iniciativa beneficie a la sociedad, pero son conscientes de que sin vías de financiación será difícil llevarlo a cabo. Por ello, decidieron recurrir al ‘crowdfunding’ con la intención de recolectar el dinero que necesitan para comenzar. “Nos asesoraron y nos dijeron que necesitábamos un mínimo de 5000 euros para montarlo todo. Por ahora contamos con 1680 euros de donación”, declaran para animar a la gente a colaborar en esta red de ayuda mutua. “Yo soy de Zumarraga, un pueblo pequeño, y aquí no había oído hablar de esta práctica para conseguir dinero, pero estuve investigando y he visto que hay gente que ha sacado libros y discos gracias a las donaciones. Esperamos que nosotros también podamos conseguirlo”, dice Arrizabalaga.

En el centro de Ibaiondo ya cuentan con siete menores dispuestos a participar y otros cuatro que han buscado ellos por su cuenta también están a la espera de que esta ilusión se vuelva realidad. “Nos están llamando protectoras de perros y voluntarios que quieren entrar en el proyecto de varias comunidades, pero primero tenemos que conseguir que esto sea viable para poder extenderlo”, sostienen.

A lomos de un caballo

No solo los perros favorecen estas terapias que en ocasiones sustituyen a la medicina tradicional. La equitación también tiene beneficios que van desde la superación de miedos e inseguridades, el fomento del lenguaje o la mejora de la autoestima, entre otros. En el club hípico Goikomendi de Lemoiz (Bizkaia) llevan diez años ofreciendo clases de equitación adaptada para menores, que consiste en la práctica de este deporte adecuada a las personas con discapacidades. “Facilitamos que todos los niños, independientemente de su condición puedan beneficiarse del contacto con el caballo”, dice Elisabeth Meabe, profesora de la hípica. Según la profesional, el beneficio que reciben los pacientes es más psíquico que físico. “Físicamente para los niños es como una gimnasia pasiva, sobre todo para los que están más impedidos les viene bien porque ellos realmente están siempre quietos y con el movimiento del caballo es como si anduviesen, lo que permite tonificar sus músculos”, detalla. En el ámbito psicológico los beneficios aumentan, pues según Meabe, cuando se acercan a la hípica muestran “mucha ilusión y excitación” por montar a caballo.

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