Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“Muchas mujeres me siguen diciendo ‘mi marido me pega, pero por lo menos le importo’”

Miguel Lorente posa para la entrevista, en Bilbao.

Eduardo Azumendi

“Que 60 mujeres asesinadas cada año no sean un problema para la sociedad refleja como esa sociedad es cómplice de esa violencia con pasividad y aparente neutralidad”. Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, forense y experto en violencia de género, cree que queda machismo para rato. La sociedad ha normalizado de alguna manera la violencia de género, lo que atribuye al éxito del modelo machista que forma parte de la cultura, del conocimiento que hace a los ciudadanos articular un modo de convivencia. Lorente ha presentado en Bilbao el libro 'Voces para ver. Testimonios de violencia contra la mujeres, una injusticia normalizada', que recoge las historias comunes de dolor de las mujeres víctimas de malos tratos. El libro ha sido editado por el Departamento de Empleo, Inclusión Social e Igualdad de la Diputación de Bizkaia.

Durante la presentación, Lorente hizo una llamada de atención para que los ciudadanos reflexionen sobre lo que hace posible que la violencia contra las mujeres suceda cada día entre el silencio y la invisibilidad, “a pesar de escu­charse en cada golpe y en cada grito de dolor y de verse en el impacto de las vidas destrozadas por ella”. Y, si eso es así, se debe a “una normalidad que hace posible que continúe como parte de unas relaciones que consolidan en lo individual toda una serie de ideas y valores que la cultura de la desigualdad es decir, el machismo, ha entendido que deben formar parte de la organización social”.

Usted llama la atención sobre el hecho de que la violencia de género se ha convertido en una violencia normalizada.

Lo que sorprende es quienes incluso niega que el origen de la violencia de género reside en la cultura machista y la desigualdad, solo por el hecho de que cada año se asesinan a 60 mujeres deberían mostrar una preocupación enorme en todo lo que es ese problema social. Mujeres asesinadas en sus casas, sin vínculos con ninguna actividad de riesgo o delictiva y terminan siendo asesinadas. Esa normalidad lleva a invisibilizar la violencia de género. Cuando se pregunta sobre los problemas más graves que tiene España, solo un 1,8% de la población apunta a la violencia de género como algo grave.

La desigualdad se mantiene desde la prehistoria. Se perpetúa sin remedio.

El éxito del modelo machista es forma parte de la cultura, del conocimiento que nos hace articular un modo de convivencia.  Esa cultura manda mensajes a los hombres para que actúen como hombres y a las mujeres igual. Cuando una mujer dice ‘mi marido me pega lo normal’ lo que está haciendo es reproducir un mandato que no es una decisión suya ni propia de su reflexión, sino que es algo que le han hecho entender que es bueno para la propia relación. Muchas mujeres me siguen diciendo ‘mi marido me pega, pero por lo menos le importo’. Es decir, como viendo en la violencia un interés del marido por corregir algo que para él está mal.

La macroencuesta de 2015 del CIS arrojó el siguiente dato: el 44% de las mujeres que sufren violencia y no denuncian dicen que lo hacen porque la violencia que sufren no es lo suficientemente grave.

Es la misma frase que me decían a mí en 1988 las mujeres maltratadas: ‘mi marido me paga lo normal, pero hoy se ha pasado’. Ellas criticaban la cantidad de violencia, pero no la violencia. Esa actitud ante la violencia persiste en 2017.

Y se reproduce de igual manera entre los jóvenes.

Claro. El machismo es la cultura. Cuando una persona se va socializando y no reproduce los roles que se esperan de él parece que algo no funciona. Yo he dado charlas en institutos y las profesoras me han contado: ‘es que aquí las chicas van por el pasillo para ir a clase y los chicos les pegan en el culo’. Y las chicas lo entienden como algo propio de los chicos. Si como chico ves eso y no lo haces, ante el resto de los demás chicos eres un sospechoso. La identidad está formada por esa relación social, la forma de relacionarte y de ser reconocido como hombre. Los jóvenes se incorporan a la socialización  y como el machismo forma parte de la cultura estamos permitiendo que se perpetúe. No se está fomentando la conciencia crítica en cuanto a rechazar estas conductas, que hoy se minimizan porque se entiende el machismo como una especie de exageración de lo normal. Por ejemplo, por machismo entendemos cuando te cuentan un chiste muy verde, tocar el culo a un chica….Pero resulta que el machismo es la propia desigualdad basada en roles diferentes para hombres y mujeres.

El ejemplo empieza en la familia.

Por supuesto. Esa cultura no se aprende en la escuela. Si en la escuela se lanza un mensaje de igualdad y los jóvenes no lo ven en su casa es muy difícil que cuaje. Al contrario. Si tienes un buen mensaje en casa será más fácil que cuestiones los mensajes que te vengan del exterior. Es una mezcla entre lo individual y lo cultural. Aunque tú te posiciones, el entorno no ayuda. Deben hacerse campañas sostenidas en el tiempo que confluyan hacia el mismo mensaje para erradicar la desigualdad, como las que hace la dirección de Tráfico para reducir los accidentes.

Parece una sociedad resignada a ver morir a las mujeres a manos de sus parejas.

Hay que ser conscientes de que estamos cambiando a mejor, que hay más sensibilización y crítica. Aunque el cambio no es homogéneo y se está produciendo porque las mujeres están cambiando. Es decir, una transformación asimétrica. Un acercamiento hacia la igualdad que algunos hombres lo ven como un peligro y responden con más violencia. Lo que pasa es que algunas mujeres ya reaccionan mucho antes. Hoy asesinan a menos mujeres. Hay cambios positivos, pero necesitamos más y no hay políticas que apoyen ese cambio global. Las políticas están dirigidas hacia la respuesta judicial, la denuncia. Y eso es insuficiente. Los partidos tienen la responsabilidad de entender que la violencia de género no se puede resolver solo con la denuncia. Es como si se tratan de resolver los problemas de salud solo con hospitales. Si no se desarrolla una política de prevención no hay nada que hacer. El 80% de las mujeres asesinadas nunca ha denunciado. ¿Por qué? Porque se trata de una violencia normalizada, invisibilizada. No podemos esperar que una mujer aislada que piensa ‘mi marido me pega lo normal’ lleve a cuestionar esa violencia. Creer que eso va a ocurrir es vivir en otro mundo. Por eso son necesarias medidas intermedias entre la violencia y la denuncia.

¿Qué recursos tienen los padres y madres para prevenir?

Igual que un padre y una madre les dicen a sus hijos de manera sistemática cada fin de semana ‘mucho cuidado con lo que tomas, a ver con quién vas, ten cuidado que no te echen nada en la bebida…’. Son una serie de mensajes que lanzamos de manera sistemática. Pues lo mismo hay que hacer con la igualdad: ‘no dejes que ningún chico te controle, no confundas los celos con el amor, no se te ocurra dominar a una mujer’. Esos mensajes explícitos hacen falta. Los jóvenes no ven el machismo porque forma parte de su normalidad, de su entorno con el que se sienten identificados. Todo lo que no se ha conseguido hasta ahora parece que es el argumento para no seguir haciendo cosas. La cultura es el problema, pero el cambio cultural es la solución.

Y después está el posmachismo: hacer como que se cambia algo para que en realidad nada cambie.

Somos demasiado permisivos con ese tipo de mensajes que generan muchísimo odio hacia las mujeres. Cuando el posmachismo de manera sistemática en las redes sociales dice que las mujeres denuncian falsamente para dejar a los hombres sin casa y sin niños, cuando dicen que los hombres se suicidan por las denuncias falsas, cuando dicen que las mujeres maltratan psicológicamente, que los hombres son violados…..lo que se hace es incrementar el odio contra las mujeres. Hay mucha gente que está convencida de que las denuncias falsas son una realidad. Estamos permitiéndolo en las redes, cuando con otro tipo de violencias se actúa de una manera mucho más contundente.

Ni siquiera los políticos, que deben ser los primeros en dar ejemplo, lo hacen.

En el último debate electoral cuando se preguntó por la violencia de género solo hablaron dos candidatos para un total de 26 segundos. La respuesta ante la violencia de género fueron 26 segundos. Si en España cada año se asesinaran a 60 personas de un grupo definido sería el primer problema del país. Que 60 mujeres asesinadas cada año no sean un problema para la sociedad refleja como esa sociedad es cómplice de esa violencia con pasividad y aparente neutralidad. Cuando hay violencia y desigualdad o haces algo para que acabe o haces algo para que siga. Esa actitud de muchos hombres ‘yo no soy machista, no soy maltratador’, pero dejas que otros actúen estás perpetuando esa realidad. Los maltratadores actúan en nombre de los hombres, no hacen una reivindicación individual.

Los países nórdicos son el espejo de la igualdad en el que hay que mirarse, pero la violencia de género también es muy importante allí.

La igualdad son muchas cosas. Los países nórdicos son un ejemplo en igualdad, pero no son homogéneos. Sus políticas de igualdad han ido dirigidas hacia el aspecto laboral y la conciliación para que las mujeres desarrollen sus carreras profesionales sin cortapisas. Pero no han trabajado tanto la prevención de la violencia de género. Es un error pensar que con ese tipo de políticas de conciliación se resuelve la violencia de género. Siempre se ha dicho que mientras la mujer dependa económicamente de su marido habrá mayor riesgo de violencia de género, pero lo cierto es que el marido maltrata porque puede. El factor depende de lo que el hombre entienda y lo que interprete en cada momento. Los países nórdicos abandonaron en su día el trabajo de prevención pensando que la igualdad formal iba a ser la solución. Hay muchos hombres que cuando las mujeres adquieren un estatus lo ven como un ataque. Las mujeres que más acoso sexual sufren son las que tienen posiciones más altas. Una catedrática o una directiva sufren más acoso que una cajera de un hipermercado porque se percibe que invade un terreno masculino. Cuando uno es machista y se cree con unos derechos utiliza su posición para mantenerse. El machismo es una cuestión de identidad vinculada a las creencias, a los mitos, a los estereotipos y es tan fácil de desarticular.

Una de las trampas del machismo es que las mujeres con poder se comporten como hombres.

Así es. Si al final el modelo de reconocimiento es reproducir lo que los hombres hacen es darle la razón al machismo. Si quieres ser valorada te comportas como lo que hasta ahora ha sido reconocido y valorado, que es una conducta desarrollada por hombres. Pero lo que necesitamos es que las mujeres que alcanzan importantes cotas de poder incorporen su visión.

Etiquetas
stats